Introducción

AuthorFrancisco Jiménez Bautista y Tiziano Tellesch
Pages13-20
INTRODUCCIÓN
Francisco Jiménez Bautista y Tiziano Telleschi
Pensar es una estrategia para ir más allá de lo imaginario, por otros y por uno
mismo, impulsar los prejuicios, imaginar situaciones insólitas, suponer que algo
podría ser de otra manera. Por lo que este libro nos invita a Pensar la paz. Este
consta de dos partes, una parte sobre la Teoría de la paz y otra sobre sus prácticas en
este mundo del siglo XXI. Se suele decir que la mejor práctica es una buena teoría
consecuentemente, el objeto de estudio de este libro es seguir construyendo un
debate sobre Investigación para la paz, es decir abrir una aproximación al «estado
de la cuestión» sobre los Estudios de la paz y los con ictos.
El pensamiento de paz vuelve en las más diversas situaciones en las que se despe-
ga la esperanza de salir de una contingencia con ictiva o cuando, bajo los vientos de
una guerra, la lógica se congela, en las que, sustancialmente, no se acaba de entender
qué pensar y cómo comportarse. Típico es el pedido insistente de responder a la
guerra con la paz, como si este pedido fuera una solución al problema de la guerra.
Se trata más bien de lo que podría llamarse una «redescripción del problema»: al
decir que la guerra no es buena, estás diciendo que pre eres la paz a la guerra. Y
al decir que quieres la paz, sigues diciendo que la paz es preferible a la guerra. No
fuimos muy lejos, solo describimos el problema de otra manera.
El problema se amplía: hablar de paz, posiblemente celebrando su magni cencia
a la vieja usanza literaria, es sustancialmente tautológico, es mucho más difícil Edu-
car para la paz, es decir, cómo hacer operativo y cali cado el pensamiento de paz.
Aquí interviene el poder anticipatorio del pensamiento. La paz absoluta no existe, y
nunca existirá (Simmel y luego Galtung dedicaron re exiones de nitivas al respecto:
a rma el primero que «absolute peace […] remains an eternal (ttlich) secret to us»,
y el segundo reitera que « ere is no eternal peace. And there will never be»). Por

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