Capítulo I. Los padres del conflicto: Simmel y Galtung. Comparación entre la red de conflictos y el método Transcend

AuthorTiziano Telleschi
ProfessionCISP-Centro Interdisciplinare Scienze per la Pace, Università di Pisa, Italia
Pages21-64
CAPÍTULO I
LOS PADRES DEL CONFLICTO: SIMMEL Y GALTUNG.
COMPARACIÓN ENTRE LA RED DE CONFLICTOS Y EL
MÉTODO TRANSCEND
Tiziano Telleschi
CISP-Centro Interdisciplinare Scienze per la Pace,
Università di Pisa, Italia
1. INTRODUCCIÓN
El con icto es una de las categorías centrales de la vida social, constituye el
ámbito principal de las ciencias sociales y de la investigación sobre la paz porque
éstas, a través del análisis del con icto, abren el camino a la búsqueda de las «leyes»
generales de la sociedad. El análisis de con ictos no sólo se ocupa de las ocasiones
en que estalla un con icto, no sólo se ocupa del cambio social, también se ocupa de
explicar la estabilidad social, porque toda la vida, tanto individual como colectiva,
es con icto o integración; de hecho, es ambas cosas a la vez. En el sentido de que la
acción integradora o consensuada de los individuos basada en un mayor o menor
grado de cooperación corresponde a la otra categoría a la que pertenece la acción
humana, la de oposición o con icto.
Frente a tal amplitud, cabe destacar que la sociología contemporánea ha
construido una tradición muy sustancial en el estudio del con icto. Sin embargo,
dado que aún estamos lejos de una teoría uni cada del con icto, la mejor manera
de abordar el tema parece ser indicar las líneas de estudio que  nalmente se han
consolidado. Las teorías di eren principalmente en cuanto a la idea de sociedad.
Hay teorías que en principio conciben que puede haber una sociedad en la que ya no
haya lugar para el con icto, que se considera un mal que hay que superar (de nidas
teorías utópicas, según las cuales la sociedad es un todo integrado y esta condición de
restablecimiento romántico de la estabilidad corresponde a la paz) y teorías que ven
en el con icto un factor esencial para cambiar la vida social, un bien que hay que in-
tensi car (teorías de nidas como con ictuales ortodoxas, no sólo materialistas, para
las cuales el con icto es el medio crucial para poner  n a toda asimetría e injusticia,
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por lo que debe estallar, a lo que corresponde –utópicamente– la realización de una
sociedad paci cada). En es encia, sin embargo, las dos teorías opuestas del con icto
comparten el mismo proyecto, la armonía: una armonía originaria a recomponer
porque  oja o rota (debido a la tecnología deshumanizante, la opresión del poder, la
ruptura de las relaciones, el egoísmo humano, etc.) o, a contrario, una armonía futura
a construir ex-novo suscitando y combatiendo todo tipo de con ictos, disfunciones
y distorsiones.
Georg Simmel y Johan Galtung son los dos estudiosos que han marcado las pri-
meras pistas en este campo al proponer una Tercera vía: el con icto es el fulcro sobre
el que gira toda la vida social, no debe ser eliminado ni desatado, sino gobernado,
y en consecuencia la sociedad pierde su carácter romántico o utópico. La Ter c er a
vía enseña a vivir juntos a pesar del con icto y, más adecuadamente, a través del
con icto, a concebir que ningún con icto será nunca el con icto de nitivo y reso-
lutivo, y que la única razón para estar en el con icto debe ser asegurar la transición
más rápida posible a una nueva etapa de con icto: la paz consiste en el equilibrio
con ictivo temporal a un nivel cada vez superior.
En este ensayo intento identi car los elementos de diferencia y convergencia en
los enfoques de Simmel y Galtung, y a través de la comparación diferencial trato de
derivar aquel acervo común que llamo Tercera via bajo cuya luz ha ido progresando
el camino de toda la Investigación para la Paz, hasta hoy.
2. DOBLE MALENTENDIDO: LA PAZ COMO ARMONÍA Y EL INDIVI-
DUO NATURALMENTE PERFECTIBLE
Parafraseando a Jean Cocteau, que sostenía que las masas sólo pueden amar la
poesía a causa de un malentendido, podemos decir que amamos la paz si, al menos
inicialmente, le atribuimos connotaciones que no le son propias, pero que, sólo
descubriremos más tarde, son las mismas connotaciones que abren el camino a re-
futaciones astutas y estrategias empíricas más selectivas. En otras palabras, uno ama
la paz si la concibe a partir de un malentendido. Concretamente, el malentendido es
doble: se re ere a la idea de que puedan existir o han existido sociedades plenamente
integradas y libres de con ictos (paz como armonía) y a la idea de que el individuo
está dotado de una naturaleza perfectible.
Del lado de la sociedad, la antropología anula la primera convicción. Ha dado a
conocer sociedades tribales que habían construido un estatuto cultural cuyos rasgos
(cosmogonía, mitos, rituales, división social de funciones...) eran como piezas de un
mosaico, dispuestas de tal modo que se correspondían entre sí y formaban un todo
coherente (entre ellos, los pueblos Esquimales de Groenlandia y los Lepchas de la re-
gión de Sikkim estudiados por Margaret Mead o los Piaroa puestos en evidencia por
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Los padres del con ic to: Simmel y Galtung. Comparación entre la Red de con ictos y el Método Transcend
Giorgio Costanzo Beccaria). Pero se trataba de una integración de rasgos culturales
que no contemplaba conductas que llevaran la marca de la competencia abierta entre
los miembros ni un desfase entre las aspiraciones de los individuos, y ello porque el
umbral de manifestación de la agresión y el con icto transcrito en patrones cultura-
les era muy alto, incluía fórmulas de drenaje para desviar las agresiones ocasionales
generadas por las relaciones interpersonales, de modo que los excesos de tensiones
y contrastes se remitían a la apelación del juicio de la Deidad y al diálogo entre los
adversarios, supervisado por la propia Deidad, y, cuando esto resultaba insu ciente,
especialmente en las relaciones entre tribus, el desacuerdo se traducía en la retirada
de la lucha o el traslado material de toda la tribu a otros territorios. Pero esos siste-
mas culturales coherentes e integrados han generado sistemas sociales cerrados e
inelásticos, incapaces de absorber los empujes con ictivos procedentes del exterior o
del interior. La aceptación de con ictos externos habría exigido a esas comunidades
compromisos y mediaciones que habrían socavado de raíz todo el entramado simbó-
lico, haciéndoles perder el favor de la Deidad que garantizaba el orden comunitario
y el tejido de todos los hilos de la existencia. Internamente, esas sociedades, a través
de cosmogonías, mitos y rituales, fueron capaces de fermentar en sus miembros
una adhesión tan total a sus valores que apenas necesitaron inventar mecanismos
organizativos de control externo como roles, jerarquías, instituciones formales, ya
que los controles eran mentales, internos. Sin embargo, a la fuerte interiorización
de los modelos culturales correspondía un conformismo igualmente fuerte por
parte de los miembros de esas comunidades: ninguno de sus miembros tenía el
impulso necesario para a rmar su creatividad individual. No surgieron disidencias
ni desviaciones mani estas, pero tampoco aspiraciones a lo nuevo, por lo que eran
sociedades incapaces de actualizarse para abrirse, desde adentro, a las demandas
de estilos de vida y pensamiento no tradicionales y de nuevas instituciones. La falta
de innovación interna acabó consumiendo a esas sociedades hasta desvitalizarlas.
Enfrentadas a fuertes empujes del exterior, de otros pueblos y culturas, sin poder
entreabrir la bóveda sagrada de sus propios valores para abrazar otros nuevos y
fecundarse mutuamente, sus estructuras simbólicas, aunque complejas, acabaron
sucumbiendo ante esas fuerzas invasoras derrumbándose. Estos hallazgos antropo-
lógicos nos han dado el testimonio de que no puede haber ninguna sociedad que
esté integrada de forma estable y a la vez abierta al cambio, y de que el con icto es
consustancial a la existencia y evolución de la propia sociedad. Signi ca que para que
cualquier sociedad perdure debe incluir en su estatuto cultural una cuota mínima
de con icto irreprimible, lo que demuestra que la paz no equivale a la armonía ni
a la ausencia de con icto.
La idea de la paz como armonía ha sido una aspiración común de tantos idealis-
tas y utopistas a lo largo de la historia, pero a diferencia del pasado, los pensadores
de la Ilustración –los philosophes en Francia, los publizisten en Alemania, los acadé-

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