GRAVELLE, François de; Políticas Reales, 1596

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Lyon, Ieremei Perier.

[3] Todos aquellos que tratan diligentemente algún tema tienen un fin al que tienden. En nuestro caso se trata de hablar del oficio real que he denominado aquí con un nombre griego pero familiar entre nosotros, políticas, que significa toda especie de gobierno público en la soberana administración del mismo.

[4] Capítulo I, De la excelencia & origen de la realeza.

III, Lo que más recomendable hace a la monarquía es que es muy similar a la jerarquía celeste, u orden divino. Es cierto que no hay más que un Dios, creador y gobernador de todas las cosas que están en el cielo y en la tierra. Por esta causa Él mismo aprueba la institución real, llamando a veces a los príncipes con el santo nombre de Dios, como queriendo dar a entender que son sus lugartenientes en la tierra y como dice el sabio, ministros de su reino, representantes de su persona y del poder soberano que tiene sobre todas las criaturas visibles e invisibles.

[25] Capítulo III, Definición de rey & exposición del mismo.

I, Diremos que el rey es un buen monarca que gobierna la cosa pública según las leyes establecidas en la misma. Deseamos en primer lugar que sea bueno, es decir, un buen hombre y buen gobernador, de forma que si no lo es, no puede cumplir debidamente con lo que le exige su oficio.

[26] II, Esto se dice contra los maquiavelistas, que podemos señalar como la principal causa de males que hemos sufrido, habiendo orado en la Corte que no había que preocuparse ni de la fe, ni del honor sino sólo de guardar las apariencias, con tal de poder engañar más fácilmente al mundo y que los príncipes [...] se dedicasen, en vez de ello, a reinar a su voluntad, lo que no es el fin del rey, sino del tirano [...].

[30] Capítulo IV, Limites del poder real.

Se evitará una gran infamia haciendo guardar cuidadosamente lo que resta de nuestra definición, es decir, gobernar el estado y el reino que tiene entre las manos según las leyes que es la diferen-

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cia especial entre él y el tirano, que ordena con su varita y a placer, sin querer sufrir ningún refreno de su poder ilegítimo. Al contrario, el verdadero rey está libre de límites en tanto que sabe hasta donde se extiende legalmente su competencia y si no la hubiera en las leyes del país, no pondría dificultades en recibirlas para él como para sus sucesores, por temor a que por un exceso de licencia no caiga en este horrible y abominable estado de tiranía [...].

[33] Capítulo IV, Que el príncipe...

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