El cambio tecnológico y la adopción social del conocimiento en México: Internet y políticas públicas

AuthorHumberto Merritt
Pages139-167

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Introducción

El incesante desarrollo que han tenido las Tecnologías de la Información y Comunicaciones (tic) en los últimos treinta años ha definido, en gran medida, el ritmo y la tasa de penetración que ha alcanzado Internet en el mundo.

Sin embargo, uno de los aspectos más sobresalientes de esta tecnología es su efecto sobre áreas tan distintas como la educación, los negocios, el entretenimiento y socialización y la difusión del conocimiento y la información, lo que ha dado lugar a que muchas de estas actividades estén sufriendo transformaciones sin precedente. Por ejemplo, día tras día crecen las aplicaciones basadas en Internet que van desde las plataformas para educación a distancia (e-learning), hasta el manejo de las transacciones comerciales y bancarias en línea (e-commerce), pasando por la ampliación de las comunicaciones personales mediante correo electrónico (e-mail) y la incorporación

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de trámites gubernamentales en línea (e-government). Por estas razones es cada vez más difícil concebir el mundo sin Internet.

Por el lado de los avances sociales alcanzados, los indicadores existentes muestran que las sociedades que han impulsado Internet a gran escala tienden a experimentar incrementos en sus niveles de productividad, logran mejoras tangibles en la calidad de vida de su población y aprovechan los productos y servicios que se distribuyen a través de la red de forma más eficiente (ocde, 2007; Banco Mundial, 2009).

Otro fenómeno interesante derivado de la difusión de Internet es el incesante aumento en el número de usuarios de las llamadas “redes sociales,” las cuales deben mucho de su éxito al despliegue de la infraestructura necesaria para realizar estas interconexiones. Sin embargo, la penetración mundial de Internet dista de ser homo-génea. Por una parte está el grupo de países más desarrollados con tasas de penetración superiores a 80%; mientras que la mayoría de los países en desarrollo presentan tasas de penetración inferiores a 40 por ciento. En este último grupo desafortunadamente se encuentra México.

De acuerdo con datos de la Unión Internacional de Telecomunicaciones (itu), en 2006, 82% de la población mundial no usaba Internet; y del 18% que si la usaba, 56% estaba en países desarrollados y 44% en países en vías de desarrollo. Para 2011, estas cifras cambian pues el porcentaje de la población mundial que usa Internet aumentó a 35%, y la distribución también cambió pues ahora 62% de los usuarios de Internet están en países en desarrollo.2Los casos más interesantes son China y la India. Para China, el porcentaje de usuarios de Internet pasó de 28 a 37% de 2006 a 2011, mientras que para la India el porcentaje de usuarios pasó del 6 al 10 por ciento. Estos avances son considerables tomando en cuenta el enorme tamaño de sus poblaciones: 1,343,239,923 habitantes para China y 1,205,073,612 para la India.3Para los propósitos de este trabajo es importante destacar que ambos países han implementado políticas de estímulo al desarrollo de Internet mediante inversiones cuantiosas en infraestructura de soporte para la red (ocde, 2010; unctAd, 2011).

El problema, sin embargo, lo representa esa gran proporción de la población mundial que sigue sin tener acceso a la red. En la literatura especializada en tic, a la diferencia entre la población que cuenta con acceso a Internet, y aquellos sin acceso

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se le conoce como “brecha digital” (ocde, 2001; Banco Mundial, 2002; Katz, 2009). El análisis de este problema tiene que ver con la posibilidad, todavía incierta, de que el acceso a Internet sirva, en el mejor de los casos, para incrementar las desigualdades existentes, tanto nacionales como internacionales; o incluso para generar nuevas y mayores desigualdades (unesco, 2005; Banco Mundial, 2009).

Para algunos autores la brecha digital se explica por los elevados precios de las computadoras e Internet, que en países con ingresos medios o bajos, únicamente pueden ser adquiridos por una pequeña proporción de la población (generalmente la más rica y educada). Bajo esta perspectiva, varios autores han señalado la posibilidad de que el mundo se divida gradualmente en dos grupos: los que poseerán el acceso a la información (y con ello los beneficios de su explotación), y los que no la poseerán (Norris, 2001; Rodríguez, 2006; ocde, 2010).

No obstante, otros autores señalan que la magnitud y connotaciones de la brecha digital han sido exageradas. Hablan, por ejemplo, de que las fuerzas de mercado podrán solucionar el problema si se promueve la competencia de proveedores de Internet, tal y como se ha visto en el caso de los equipos de cómputo, en donde gracias a la feroz competencia entre los fabricantes de hardware, los precios de las computadoras han venido disminuyendo en términos reales desde principios del nuevo milenio (Simons, 2001; Wallsten, 2005; Hilbert, 2010). La historia parece darle la razón a este grupo porque el pasado reciente nos muestra que el incesante avance tecnológico que han experimentando las tic ha sido el motor de la disminución de precios en los equipos de telecomunicaciones. Sin embargo, sería erróneo pensar que la mayor asequibilidad de equipos de cómputo derivados del cambio tecnológico por sí sola será suficiente para abatir la brecha digital, especialmente a través del incremento de la oferta de conexiones porque aún existen otras limitaciones para la penetración de Internet que no pasan por el campo de la tecnología y que en este trabajo se busca identificar.

Para tal fin es pertinente plantearse la siguiente hipótesis: los avances tecnológicos alcanzados en el campo de las tic son una condición necesaria, pero no suficiente, para incrementar las tasas de penetración de Internet, ya que este fenómeno también responde a variables del orden económico y social.

Así, nuestro propósito es examinar los posibles riesgos derivados de la brecha digital, especialmente para aquella parte de la población que aún no tiene acceso a Internet, y en donde de nada servirá ampliar la infraestructura de acceso a Internet, ni bajar los precios de las computadoras, si la gran mayoría de los usuarios potenciales de Internet permanece sumido en una situación de pobreza y marginación, como es el caso de México debido a que aún subsisten muchas barreras de carácter social y económico para la adopción de esta novel tecnología.

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Breve repaso de la historia de Internet en México

Antes de proceder a revisar la historia de Internet en el país es importante definir primero qué es esta tecnología. De acuerdo con la definición proporcionada por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) en su reporte sobre las tic en México:

Internet es una red de cómputo a nivel mundial que agrupa a distintos tipos de redes, donde los usuarios en Internet pueden compartir datos, recursos y servicios. Las computadoras que lo integran van desde modestos equipos personales, mini computadoras, estaciones de trabajo, mainframes hasta supercomputadoras. Internet no tiene una auto-ridad central, es descentralizada. Cada red mantiene su independencia y se une cooperativamente al resto respetando una serie de normas de interconexión. El organismo que se encarga de regular, establecer estándares, administrar y hacer operacional a Internet es la Internet Society. (Conacyt, 2004: 151)

El hecho de que Internet carezca de una autoridad central que la supervise no es casual porque su origen surge de una red electrónica llamada Arpanet, auspiciada por el departamento de defensa de los Estados Unidos, la cual era netamente descentralizada para garantizarle cierta inmunidad ante un hipotético ataque extranjero. Con el tiempo esta red fue ganando adeptos en los círculos universitarios y militares de ese país como un mecanismo relativamente eficiente para el intercambio de datos y la comunicación electrónica (Kogut, 2003).

En cierta forma, la historia del crecimiento de Internet en México sigue una pauta muy similar a la que siguió en Estados Unidos, pues su arranque está estrechamente ligado al uso de las redes de comunicación informática establecida por las universidades y centros de investigación del país (Thomasson y colaboradores, 2002).

Curry y Kenney (2006) señalan que en 1988 había cerca de 60,000 computadoras conectadas a las redes que integraban la incipiente Internet. Esto porque el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (itesm) y la Universidad Nacional Autónoma de México (unAm) fueron las primeras instituciones mexicanas en conectarse a Bitnet en 1987;4y para 1989, el itesm estableció la primera conexión formal a Internet mediante protocolos de intercomunicación electrónica. Unos años

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después, en 1994, la mayoría de las universidades del país y muchas oficinas públicas, incluida la Secretaría de Educación y el Conacyt contaban con acceso a Internet (Thomasson y colaboradores, 2002; Rodríguez, 2006). Sin embargo, cabe mencionar que el acceso no era aún de alta velocidad dado el elevado costo de las conexiones y los bajos presupuestos de las instituciones, por lo que muchas universidades se tuvieron que conformar con accesos tipo “dial-up” contratado a un proveedor de Internet local. Además sólo unas cuantas instituciones tenían registrados dominios propios, por lo que la mayoría de los usuarios de ese entonces necesitaba recurrir a subcontratar espacios en Internet de usuarios más grandes, como la unAm y la Red Telefónica Nacional (rtn) del Conacyt (Thomasson y colaboradores, 2002).

Es importante señalar, como apuntan Curry y Kenney, que 1996 sólo había 13 dominios...

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