«Tan unidos hoy por los vínculos de origen». El restablecimiento de las relaciones diplomáticas y comerciales entre Venezuela y España, 1820-1846

AuthorMiguel Felipe Dorta
Pages239-273
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«TAN UNIDOS HOY POR LOS VÍNCULOS
DE ORIGEN». EL RESTABLECIMIENTO
DE LAS RELACIONES DIPLOMÁTICAS
Y COMERCIALES ENTRE VENEZUELA
Y ESPAÑA, 1820-1846
Miguel Felipe DORTA
Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo
Para las primeras semanas de octubre de 1830 ya era un hecho el desmem-
bramiento de Colombia, el sueño de Bolívar, y Venezuela se perf‌ilaba como una
república soberana, independiente y autónoma. La edif‌icación de la misma no era
una tarea fácil: en la realidad interna el país acababa de ser devastado por una
larga guerra de más de diez años, por lo que era necesario modernizarlo y aplacar
la anarquía que ha dejado el traslado del conf‌licto bélico a la dudosa estabilidad
republicana, llena de virtudes y nuevos sujetos. Del mismo modo, tampoco lo se-
ría respecto del mundo exterior, pues luego de un largo proceso de reorganización
territorial con Nueva Granada y Quito, aquella nueva nación buscaba mostrarse
ante el mundo occidental. Para ello, más allá de las épicas revolucionarias y las
decisiones de los mismos venezolanos que tomaron las riendas administrativas del
país, se necesitaban contactos, relaciones y negociaciones comerciales que per-
mitieran la atracción de países de otras latitudes, comenzando por el ingreso de
capitales extranjeros al territorio venezolano, así como relaciones con las naciones
«hermanas» dentro del contexto internacional de la civilización y el progreso.
En las necesidades de tener contacto con el mundo exterior, se encuentran las
de emparejar las relaciones con la monarquía católica de la que se emanciparon,
tan vilipendiada por los publicistas independentistas y republicanos. Este reco-
nocimiento se alcanzó el 30 de marzo de 1845, con la f‌irma del Tratado de paz
y reconocimiento de la independencia de Venezuela; sin embargo, poco se sabe
que se trató de un proceso diplomático en el que se tejieron otras batallas desde
1833 hasta su reconocimiento f‌inal en 1846.
MIGUEL FELIPE DORTA
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En el Tratado de paz y reconocimiento..., además de retomar el espíritu libe-
ral, también la reina Isabel II reconoce «como nación libre, soberana e indepen-
diente la República de Venezuela». Con estos lazos de amistad y de origen entre
ambas naciones, a pesar de la fuerte carga antiespañola que desprendieron las
construcciones memoriales del pasado que circularon en el interior de Venezuela,
permitió puntos de encuentro y los primeros acercamientos comerciales que los
venezolanos comenzaron a tener con la vieja metrópoli, como parte de un imagi-
nario que busca cercanías y «costumbres en común».
En el marco de los doscientos años de la batalla de Carabobo, aquella que
se celebra con la coletilla «la que selló la independencia», valdría la pena hablar
de las negociaciones políticas y los reconocimientos que se dieron entre ambos
países. Incluso nos atrevemos a preguntarnos: ¿Bajo qué criterios se entablaron
las negociaciones de cese al fuego en 1820? ¿Podría considerarse que el libera-
lismo gaditano permitió encontrar un entendimiento entre ejércitos encontrados
en 1820? ¿Hubo otras negociaciones o batallas después de aquel 24 de junio de
1821? ¿Bajo qué términos se manejaron? ¿Por qué duraron más de diez años es-
tas? Para ello, nos proponemos examinar el largo itinerario que representó para
la élite política de Venezuela la búsqueda de un documento que permitiera no so-
lamente acercar productos binacionales a cada uno de sus puertos y la migración
requerida, sino que permitió respirar un poco más tranquilo de la zozobra de una
posible invasión de reconquista.
ESPAÑA LA AUSENTE. NARRACIONES PATRIAS VENEZOLANAS
Las narrativas y relatos del siglo XIX en Venezuela, una vez alcanzada la so-
beranía y autonomía políticas, fueron construidos bajo la óptica de privilegiar el
proceso de independencia y sus líderes, con la necesidad de establecer un hito
fundacional del país. Esta urgencia en que las sociedades tuvieran una memoria
afectiva con los traumas ha sido lo que el historiador americanista François-
Xavier Guerra llamó «construcciones memoriales»; las cuales fueron formuladas
en la sociedad desde las relaciones de poder y más en sus creencias y represen-
taciones culturales colectivas incuestionables, con la f‌inalidad de establecer ras-
gos comunes e incuestionables de la identidad en espacios de sociabilización de
dominio público. Son también de naturaleza variable de los lugares desde donde
son enunciadas en relación a los referentes de ese momento 1.
Es importante decir que a estas construcciones memoriales se le sumaron las
evaluaciones sobre las cuales la historia del país tenía que escribirse, no solamen-
te en libros de pasado sino en cuantas alocuciones permitieran resaltar los hechos
circundantes del «nacimiento» de la patria; es decir, las convenciones de un pasa-
do fundacional como lo fue el inicio de la independencia. Para ello, las élites in-
telectuales, políticas y militares formularon tres ejes ideológicos sobre los cuales
reposaron los valores de unif‌icación de los venezolanos: a) la independencia, en-
1 François Xavier GUERRA, «Memorias en proceso», pp. 16-17.
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tendida como aquel símbolo abstracto sobre el que se generó el sentimiento na-
cional ante la posibilidad de una intervención extranjera, lo cual bastó para crear
una unión nacional entre los recientes venezolanos, inclusive entre los miembros
de los partidos más antagónicos del siglo XIX; b) la personalidad de Bolívar como
el indiscutible libertador de Venezuela y «Padre de la patria», que a través de la
exaltación de su vida como ejemplo para los años siguientes de la reciente repú-
blica fue concebido como el emblema más cercano de carne y hueso de aquella
dolorosa lucha por la separación de España. Después, una vez muerto, el culto
que giró sobre su f‌igura tuvo la funcionalidad de consolidar la unidad patriótica
frente a las fuerzas disgregadoras de los caudillos, los partidos e inclusive de las
constantes guerras y revueltas sociales del siglo XIX, y c) la conmemoración de
las epifanías de las nuevas instituciones republicanas de cualquier índole, como
lo son las leyes y decretos nacionales, la fundación de municipios, la instauración
de un nuevo proyecto político, las victorias «revolucionarias» o la nueva organi-
zación territorial, como por ejemplo celebraciones, repatriaciones de los restos
de f‌iguras emblemáticas, cambios en la toponimia de algunos ciudades o estados,
decretos nacionales, consagración de efemérides, instalación de los congresos
constituyentes, entre otros 2.
Asimismo, para poder darle realce al conf‌licto independentista, muchas de
las narrativas que se escribieron durante los años de hostilidad entre los espa-
ñoles americanos y peninsulares optaron por ocultamiento y satanización del
pasado hispano compartido, al menos, hasta 1810. Podría decirse que en la ela-
boración de la historiografía venezolana decimonónica, grosso modo, hubo vi-
sualizaciónde uno y escamoteo de otro, lo que se mantuvo como una convención
en libros o manuales de enseñanza; al punto, incluso, que la exacerbación de
la patria de los hombres de armas y charreteras se volvió en una esquizofrenia
patriótica —hasta nuestro días— para explicar el proceso doloroso que habían
vivido los nuevos ciudadanos al momento de construir la república, el gentilicio
y los límites territoriales del nuevo Estado venezolano. ¿Acaso eran novedosas,
para 1830, estas formas de construir el pasado? ¿Los discursos hostiles con el
pasado anterior a 1808 fueron el resultado de la guerra?
Dos elementos quedaron claros al momento de efectuarse esta valoración del
pasado; el primero de ellos fue que al estallar la independencia, debido a la crisis
de la monarquía hispana en 1807-1808, las ideas críticas a esta se exacerbaron
por parte de los políticos y publicistas patriotas entre 1810-1821, y mientras
más escaló el conf‌licto armado mayor fue el reconcomio contra la metrópoli y
la necesidad de lograr la ruptura política def‌initiva 3. Esta vorágine se observó
desde el inicio del proceso independentista en sus propios textos como el Acta
de la independencia, el Manif‌iesto al mundo de la Confederación de Venezuela,
ambos de 1811, o de la mano de Simón Bolívar en la misma Contestación de un
Americano Meridional a un caballero de esta isla, fechada en 1815 y conocida
como Carta de Jamaica, la cual fue traducida y difundida en español tres años
2 Miguel Felipe DORTA VARGAS, Quimeras nacionales en tinta y papel, p. 35.
3 Tomás PÉREZ VEJO, Elegía criolla, pp. 28-29.

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