Una relación cercana no exenta de conflictos: Uruguay y España en el siglo XIX

AuthorPilar Cagiao Vila
Pages461-482
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UNA RELACIÓN CERCANA NO EXENTA
DE CONFLICTOS: URUGUAY Y ESPAÑA
EN EL SIGLO XIX*
Pilar CAGIAO VILA
Universidad de Santiago de Compostela
Desde que en 1836 España f‌irmó con México un Tratado de Paz y Amistad,
se abrió un proceso de negociaciones con las nuevas repúblicas americanas que,
en el caso de Cuba y Panamá, por sus peculiares circunstancias, concluiría a
comienzos del siglo XX. La multiplicación de contactos bilaterales daría lugar,
además, a toda una serie de convenios y a la instalación sucesiva de representa-
ciones diplomáticas de distinto rango y de sus contrapartes en suelo español 1.
Al promediar el siglo XIX, España ya había reconocido, además de México, a
otros seis Estados (Ecuador, Chile, Venezuela, Bolivia, Costa Rica y Nicara-
gua), mientras que en la segunda mitad se ratif‌icarían algunos de los tratados
suscritos con anterioridad y se procedería a la f‌irma de los correspondientes a
otros nueve países (República Dominicana, Argentina, Guatemala, El Salvador,
Perú, Paraguay, Uruguay, Colombia y Honduras). En su conjunto, el proceso
entrañó dif‌icultades que, en algunos casos, pasaron incluso por intervenciones
de carácter militar. En el de Uruguay, donde el proceso de independencia había
sido particularmente convulso 2, las negociaciones duraron casi cincuenta años
hasta que se pudo llegar a un arreglo def‌initivo a principios de la década de los
ochenta.
* Este trabajo ha sido realizado en el marco del proyecto España como escenario. Diploma-
cia y acción cultural en la formación de redes transnacionales con América, 1914-1945 (PGC2018-
094231-B-100), cof‌inanciado por el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades y el Fondo Eu-
ropeo de Desarrollos Regionales (FEDER).
1 Juan Carlos PEREIRA CASTAÑARES y Ángel CERVANTES, Relaciones diplomáticas, p. 107.
2 Julio SÁNCHEZ, «El tortuoso camino».
PILAR CAGIAO VILA
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EL TRATADO ENTRE ESPAÑA Y URUGUAY: LOGROS Y ZOZOBRAS
El camino recorrido en el trazado de las nuevas relaciones bilaterales entre la
exmetrópoli y la que había sido llamada en la etapa colonial la Banda Oriental del
Río de la Plata, que promulgó su primera constitución en 1830, no fue del todo
fácil. Afectadas en buena medida por cuestiones relacionadas con las políticas
internas tanto de España como de Uruguay, en las primeras conferencias celebra-
das entre ambos países para diseñar el marco en el que habrían de desarrollarse,
el asunto más espinoso fue el relativo a las indemnizaciones reclamadas por los
súbditos españoles derivadas del conf‌licto bélico. No obstante, ello no fue óbice
para que, a iniciativa de Uruguay, se reanudasen las de carácter comercial. De
hecho, desde 1833, la república rioplatense permitió el atraque de barcos espa-
ñoles en los puertos uruguayos. Lo que primero fue tolerancia se convirtió en of‌i-
cialización a partir del proyecto de ley aprobado por la cámara uruguaya el 7 de
Julio de 1835 —que establecía que el trato hacia los buques españoles se haría en
la misma forma en que fueran recibidos en España los orientales—, lo que en un
juicio posterior fue considerado como «prueba de la inf‌luencia que ya en aquella
época tenían los comerciantes españoles en Montevideo y de la importancia que
se daba a nuestro comercio» 3.
Y es que, de hecho, la acción encabezada por el español José Gestal 4 había re-
sultado determinante en el impulso de esa ley, de la que el informe de la comisión
legislativa del senado uruguayo decía: «Pasado el furor de los combates, satisfecho
el pueblo oriental de su triunfo [...] uno de sus primeros cuidados es franquear
sus puertos a la nación española, sobre la base de una estricta reciprocidad» 5.
Tres años tardaría España en recoger ese guante por las dif‌icultades que surgie-
ron cuando poco después Juan Francisco Giró, enviado a Londres para negociar
un préstamo, remitió una nota al titular de Estado español comunicándole que su
gobierno le había comisionado para viajar a Madrid con el f‌in de iniciar los trá-
mites de un tratado de reconocimiento. Autorizado por el ministro español, Giró
llegó a la capital de España en febrero de 1837 con un proyecto de tratado que el
gobierno español consideró que solo contenía ventajas para Uruguay, empeñado
en no reconocer la deuda que se le reclamaba, por lo que no podía ser aceptado.
Contestó con un anteproyecto que no convenció a Giró, quien dio por rotas las
negociaciones 6. Sin embargo, ese hecho no impidió que en septiembre de 1838
se promulgase un real decreto que disponía que los mercantes uruguayos fuesen
admitidos en los puertos españoles, a excepción de los de Cuba —donde hubo
cierta tolerancia— 7, Puerto Rico y Filipinas, en las mismas condiciones que los
procedentes de otras naciones amigas con arreglo a las leyes vigentes referidas al
comercio extranjero 8.
3 Jacinto ALBISTUR, Relaciones entre España y los estados, p. 10.
4 Fernando PARODI, Iberoamérica y el nuevo orden, p. 345
5 Eduardo ACEVEDO, Anales históricos, t. I, p. 500.
6 Jorge CASTEL, El restablecimiento de las relaciones, pp. 62-63.
7 Juan ORIBE STEMMER, «Uruguay», p. 270.
8 Jerónimo BECKER, Historia de las relaciones, p. 795.

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