Las dificultades del reinicio. Las relaciones entre España y Ecuador durante la minoridad de Isabel II, 1834-1843

AuthorAgustín Sánchez Andrés
Pages275-308
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LAS DIFICULTADES DEL REINICIO.
LAS RELACIONES ENTRE ESPAÑA Y ECUADOR
DURANTE LA MINORIDAD DE ISABEL II,
1834-1843
Agustín SÁNCHEZ ANDRÉS
Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo
LA NUEVA POLÍTICA AMERICANA DE LA REGENCIA DE MARÍA
CRISTINA DE BORBÓN
El inicio del reinado de Isabel II supuso el principio del lento proceso de
reconciliación entre España y sus antiguos territorios americanos, que se había
mantenido bloqueado por la obstinada negativa de Fernando VII a reconocer la
independencia de aquellos. Los primeros pasos de la regencia de María Cristina
de Borbón-Dos Sicilias fueron seguidos con sumo interés por las nuevas naciones
americanas. El inicio de las negociaciones se vio sin embargo demorado por las
dif‌icultades producidas por el progresivo establecimiento del régimen liberal en
España y por el estallido de una guerra civil entre los partidarios del Antiguo Régi-
men y la alianza establecida por los sectores reformistas de la monarquía con los li-
berales moderados, pronto convertidos en el principal sostén del trono de Isabel II.
Las primeras voces a favor de un cambio radical en la política americana de
la Regencia provinieron de la burguesía comercial andaluza, interesada en reanu-
dar cuanto antes el tráf‌ico comercial con el continente americano. No es extraño
que fuera el gobierno de transición presidido por el malagueño Francisco Cea
Bermúdez el que, ya en diciembre de 1833, planteara revisar la negativa a reco-
nocer las independencias americanas impuesta por Fernando VII 1. Las primeras
gestiones diplomáticas no se iniciarían, sin embargo, hasta la formación de un
1 La propuesta partió de Pedro Girón y Moctezuma, marqués de las Amarillas y miembro del
Consejo de la Regencia nombrado por Fernando VII, véase Agustín SÁNCHEZ ANDRÉS, «De la indepen-
dencia», p. 43.
AGUSTÍN SÁNCHEZ ANDRÉS
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gabinete liberal bajo la presidencia de Francisco Martínez de la Rosa en enero de
1834. El nuevo gobierno puso en marcha un programa reformista dirigido a la
instauración en España de un régimen liberal inspirado en el liberalismo doctri-
nario de Guizot, al tiempo que se aproximaba a Francia e Inglaterra ante el apoyo
brindado por las potencias absolutistas al levantamiento carlista 2. La necesidad
de f‌inanciar la guerra contra el carlismo contribuyó, sin duda, a f‌lexibilizar la
actitud del gabinete liberal, que vio en el reconocimiento de las nuevas repúblicas
americanas una oportunidad para conseguir que estas asumieran una parte de la
agobiante deuda externa española 3.
Esta situación movió a Martínez de la Rosa a encargar el 20 de febrero a
su embajador en Londres, Manuel Pando, marqués de Miraf‌lores, que sondea-
ra conf‌idencialmente a los representantes hispanoamericanos acreditados ante
la corte de St. James sobre la predisposición de sus gobiernos para llegar a un
acuerdo. El ejecutivo español comenzó al mismo tiempo a preparar un proyecto
de ley que le autorizaba a reconocer la independencia de las repúblicas hispanoa-
mericanas. Esta iniciativa fue desvelada por la prensa madrileña en agosto, antes
de que hubiera podido ser presentada a las Cortes. La noticia provocó que Ángel
Saavedra y Baquedano, duque de Rivas, interpelara el 6 de agosto al gobierno
en el Estamento de Procuradores, en demanda del rápido reconocimiento de las
nuevas naciones americanas. Ello llevó a Martínez de la Rosa a reconocer públi-
camente que su gobierno había realizado gestiones conf‌idenciales, pero que era
demasiado pronto aún para hacer públicos los resultados 4.
Estas iniciativas llevaron a varios gobiernos hispanoamericanos a conf‌iar en
el pronto reconocimiento de la antigua metrópoli. El ejecutivo venezolano de
José Antonio Páez fue el primero en actuar, enviando al general Mariano Mon-
tilla, primero a Londres y luego a Madrid, con la misión de negociar un tratado
de paz y amistad con España 5. Más cautas, otras cancillerías hispanoamericanas
ordenarían a sus representantes en Londres y París prepararse para el momento
en que se clarif‌icara la posición española.
Estas expectativas pronto se verían defraudadas. Enfrentado a un tiempo a
los carlistas y presionado por los liberales progresistas, que comenzaban a re-
tornar masivamente del exilio, Martínez de la Rosa no estaba dispuesto a tomar
ninguna iniciativa sin contar con el respaldo del Consejo Real de España e Indias.
Este no se pronunció hasta diciembre de 1834. Su dictamen era favorable al
reconocimiento de la independencia de los nuevos Estados americanos, pero su-
peditaba cualquier negociación a que sus gobiernos asumieran una parte propor-
cional de la deuda virreinal, así como a que indemnizaran a los realistas por los
bienes expropiados durante el proceso de independencia 6. Pese a estas difíciles
2 Sobre el carácter del liberalismo doctrinario español, véanse Juan DÍEZ DEL CORRAL, El liberalis-
mo doctrinario; Juan PRO RUIZ, El Estatuto Real.
3 Agustín SÁNCHEZ ANDRÉS, El Tratado de Paz, p. 17.
4 Gaceta de Madrid, 7 de agosto de 1834.
5 María Teresa ROMERO, «Venezuela», pp. 98-99.
6 Jerónimo BECKER, La independencia, pp. 123-124.
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condiciones, el gobierno envió a Londres en enero de 1835 al general Ricardo de
Álava, con la misión de comunicar of‌icialmente a los representantes hispanoa-
mericanos su disposición a iniciar las negociaciones tendentes al reconocimiento
sin ningún tipo de condición previa e invitarles a desplazarse para ello a Madrid.
Poco después, varios procuradores liberales presentaban una propuesta en la
Cámara Baja para que el gobierno f‌irmara tratados de comercio con varias repú-
blicas hispanoamericanas mientras tenían lugar las conversaciones dirigidas al
reconocimiento 7. Ello acabó de decidir a varios gobiernos hispanoamericanos,
que se apresuraron a instruir en ese sentido a sus representantes en Londres y
París, sin saber que las condiciones f‌ijadas por el Consejo Real bloqueaban de
hecho el desarrollo de las conversaciones, como no dejaba de reconocer el propio
Álava en un despacho reservado en junio de 1835 8.
La situación no comenzaría a aclararse hasta septiembre de 1835, cuando el
Consejo Real autorizó al nuevo gobierno de José María Queipo de Llano, conde
de Toreno, a negociar las independencias hispanoamericanas sin otra condición
que el reconocimiento por los nuevos países de la deuda emitida por las autorida-
des virreinales 9. Esta condición hizo descarrilar las negociaciones con Venezuela,
pero abrió la puerta al restablecimiento de las relaciones entre España y Méxi-
co, ya que este país había reconocido como propia la deuda virreinal en mayo
de 1826 10. Las negociaciones se vieron ralentizadas todavía por el movimiento
revolucionario que provocó el pleno restablecimiento del régimen liberal en el
verano de 1836. La llegada al poder de los progresistas despejaría el panorama.
En diciembre de ese mismo año, las Cortes autorizaban al ejecutivo de José Ma-
ría Calatrava a reconocer las independencias americanas 11, lo que sería seguido,
pocos días después, por la f‌irma de un tratado entre España y México. El Tratado
Santa María-Calatrava abría el largo proceso de reanudación de las relaciones
entre España y sus antiguas colonias 12.
LA NEGOCIACIÓN DEL TRATADO DE PAZ Y AMISTAD
HISPANO-ECUATORIANO
La República del Ecuador no se conf‌iguró como un Estado independiente
hasta la desintegración de la Gran Colombia en 1830. Heredero de la antigua
Audiencia de Quito, el nuevo país se enfrentó desde un principio al problema
planteado por la indef‌inición de sus fronteras y por las amenazas a su indepen-
7 Agustín SÁNCHEZ ANDRÉS, El Tratado de Paz, pp. 21-22.
8 Álava a Toreno, Londres, 12 de junio de 1835, citado en Jerónimo BECKER, La independencia,
pp. 148-151.
9 Dictamen del Consejo Real de España e Indias, Madrid, 11 de septiembre de 1835, citado en
Jerónimo BECKER, La independencia, pp. 132-133.
10 Las negociaciones entre España y México entre 1834 y 1836 pueden seguirse en Agustín SÁN-
CHEZ ANDRÉS, El Tratado de Paz.
11 Colección de los tratados, p. 109.
12 El Tratado Santa María-Calatrava puede consultarse íntegramente en Agustín SÁNCHEZ ANDRÉS,
El Tratado de Paz, pp. 43-52.

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