Relaciones triangulares. de la revolución rioplatense al reconocimiento de la República Argentina
Author | Marcela Ternavasio |
Pages | 435-460 |
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RELACIONES TRIANGULARES.
DE LA REVOLUCIÓN RIOPLATENSE
AL RECONOCIMIENTO DE LA REPÚBLICA
ARGENTINA
Marcela TERNAVASIO
Universidad Nacional de Rosario
INTRODUCCIÓN
A comienzos de 1850, Justo José de Urquiza —por entonces gobernador de la
provincia de Entre Ríos— recibía desde Madrid una misiva de su sobrino, anun-
ciando que «felizmente ha llegado el tiempo de que las dos Naciones se conozcan
oficialmente». El autor de la carta se refería a España y la Confederación Argen-
tina y se interrogaba sobre las dificultades que durante cuatro décadas signaron
las relaciones oficiales entre la exmetrópoli y los territorios que quedaron bajo la
órbita de Buenos Aires después del colapso del imperio:
¿Por qué, me preguntaba siempre, no hemos de hacer con la República Argentina lo
que con éxito tan feliz se ha llevado a cabo en Chile, en Venezuela, en Méjico y en otras de
las Repúblicas hispanoamericanas? ¿Nos unen por ventura menos lazos, tenemos menos
simpatías, menor número de intereses en Buenos Aires que en las demás ciudades de la
antigua América española? 1.
A esa altura, los territorios que habían integrado el Virreinato del Río de
la Plata conformaban cuatro comunidades políticas diferentes: Bolivia, Para-
guay, Uruguay y la Confederación Argentina, que reunía a catorce provincias.
En este último caso, la aspiración de crear un Estado nacional unificado bajo
una misma constitución era todavía un proyecto de futuro para quienes lo pro-
movían, como lo era el formal reconocimiento de España. Ambas asignaturas
pendientes comenzarían a encaminarse a partir de 1853, cuando la situación
1 Citado en Isidoro RUIZ MORENO, España, p. 29.
MARCELA TERNAVASIO
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local apuntó a superar la fragmentación política imperante desde 1820 y se
iniciaron las tratativas diplomáticas con Madrid, que se resolverán una década
después, una vez que quedó zanjada la disputa interna por la soberanía. El
tratado firmado en 1863 estableció el definitivo reconocimiento de España de
la recién unificada y constituida República Argentina, luego de transcurrir se-
senta y siete años de la declaración de independencia de las Provincias Unidas
en Sudamérica.
El caso argentino no fue, por cierto, una excepción en el prolongado proceso
de reconocimiento que, con diversas cronologías, afectó a todos los países de la
región 2. Algunos de los factores habitualmente invocados para explicar esa dila-
tada cronología son el conocido rechazo de Fernando VII a admitir el nuevo esta-
tus de Estados soberanos proclamado por sus antiguos dominios ultramarinos y
las inestables políticas internacionales adoptadas por los gobiernos peninsulares
que le sucedieron. Pero este derrotero común responde también a las extendi-
das disputas internas para resolver el problema del nuevo sujeto de imputación
soberana de las flamantes comunidades políticas, como asimismo a la novedad
que trajo consigo el repertorio independentista en el tablero internacional, según
viene señalando la historiografía más renovada sobre el tema 3.
A diferencia de las colonias británicas y de Brasil, que obtuvieron el recono-
cimiento de sus independencias a través de tratados bilaterales que celebraron
con sus exmetrópolis en 1783 y 1825 respectivamente, el caso español presen-
taba un mapa plural de cuerpos territoriales con cambiantes fronteras. En ese
complejo mapa, donde se mantenía en suspenso la renuncia expresa de la corona
española a toda pretensión de soberanía para poner punto final a la guerra de
independencia, la improvisada diplomacia criolla se convirtió en la punta de lan-
za de una nueva práctica que fue tanto política como jurídica 4. Si la celebrada
victoria patriota de Ayacucho en 1824 puso fin a la guerra en el terreno de las
armas, la batalla continuaría por muchos años en el terreno de las negociaciones.
Daniel Gutiérrez Ardila destaca al respecto «la importancia cardinal que posee el
caso hispanoamericano en la creación de una doctrina acerca del reconocimiento
diplomático» 5. El hecho de que los primeros tratados se concertaran con otras
potencias, y no con la que fuera cabeza del imperio, mostraba las transformacio-
nes producidas a escala transatlántica que obligaron a la diplomacia internacio-
nal a ampliar el universo de interlocutores y a definir nuevos procedimientos para
lidiar con la explosión de repúblicas en el concierto de naciones.
En el marco de esas transformaciones globales, el presente ensayo se ocupa de
trazar de manera estilizada los «momentos» que atravesaron las relaciones oficia-
2 Entre muchas otras contribuciones generales sobre el tema véanse Jerónimo BÉCKER, La inde-
pendencia; Jorge CASTEL, El restablecimiento; Juan Carlos PEREIRA y Ángel CERVANTES, Las relaciones;
Carlos MALAMUD, Ruptura.
3 Véanse David ARMITAGE, Las declaraciones; Alfredo ÁVILA, Jordana DYM y Érika PANI, Las de-
claraciones.
4 Pilar GONZÁLEZ BERNALDO, «De colonias», p. 118.
5 Daniel GUTIÉRREZ ARDILA, El reconocimiento, p. 22.
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