Época Republicana (s. III - II ac.)

AuthorRosalía Rodríguez López
Pages49-82

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Un dato importante ha tener en cuenta en este periodo se produce en el 299 ac., cuando los ediles aumentan el suministro de trigo con el fin de bajar su precio, lo que se considera como la primera intervención pública sobre los precios de los alimentos93. Roma ha vencido en la tercera guerra contra los samnitas, pero durante este siglo aún ha de derrotar a las ciudades griegas de Italia. Y como trasfondo está la situación del campo que siempre sufre los efectos devastadores de las guerras. Sin embargo, la nueva realidad económica viene determinada concretamente por las guerras púnicas, que provocan, tanto fenómenos de urbanización y densificación de la población94, como la asignación de lotes más extensos95; situación ésta que induce a sustituir una agricultura de mera subsistencia de agricultores (propietarios y colonos), por otra orientada al intercambio de productos y al abastecimiento de las ciudades. Se asientan, pues, las premisas de una agricultura de venta de productos a gran escala.

Quizá, por ello, en este estado de contínua conquista y de desgaste, se requiere reforzar la identidad romana. Varias narraciones nos recuerdan la mentalidad que aún primaba en los personajes dePage 50 mayor dignidad de la sociedad romana, en la línea que se ha expuesto en el epígrafe anterior como representativa de la personalidad del vir bonus. Un ejemplo de este código ético, se sitúa en torno al 280 ac., cuando el embajador romano Fabricio rehúsa el ofrecimiento de riquezas que le promete Pirro con los argumentos que seguidamente se exponen, algunos de los cuales han sido referidos con anterioridad como praecepta; sólo por ello los recojo traducidos, a modo casi de cita: 'Pero más todavía, incluso en mis asuntos privados estoy tan lejos de la desdicha, que creo ser uno de los pocos afortunados si me comparo con los ricos; y de eso estoy muy orgulloso. Y es que mi pobre terrenito me basta para procurarme lo necesario si soy laborioso y buen administrador, y la naturaleza no me empuja a buscar lo que no es imprescindible, ya que cualquier alimento que el hambre me depare me resulta grato, toda bebida es dulce cuando la sed te la envía, y el sueño es agradable cuando lo trae la fatiga; en cuanto a ropa, es más que suficiente la que me proteja del frío, y el utensilio más barato de los que pueden ofrecerme los mismos servicios es el más apropiado. Por lo tanto, tampoco sería justo que yo acusara de esto a la fortuna, que me procuró todos los bienes que la naturaleza quería que yo tuviera. Por otra parte, ni me infundió anhelo de cosas superfluas ni me dio posibilidad de conseguirlas; pero no me queda nada para socorrer a mis vecinos, ni la divinidad me dotó de una inteligencia superior o adivinatoria con la que yo pudiera ayudar a los necesitados, ni tampoco de otras muchas cosas. Pero de lo que tengo, hago partícipe tanto a la ciudad como a mis amigos, y aquello con lo que puedo beneficiar a algunos lo pongo a disposición de quienes lo necesitan, y en eso no me consideraría falto de medios'. Y unos párrafos más adelante, siguiendo el hilo discursivo, expresa: 'Estás deshonrando a tus antepasados, ninguno de los cuales se apartó de las costumbres tradicionales ni cambió la pobreza honesta por una riqueza vergonzosa, sino que todos permanecieron en la misma pequeña heredad, que tú, después de recibirla, consideraste inferior a tu rango'96.

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También, el ejemplo de Manio Curio Dentato (general plebeyo, cónsul en el 290 ac. y después dos veces más, y vencedor en el 275 ac. de Pirro en Benevento), merece destacarse en tanto modelo de bonus agricola. Así, al acusarle algunos de que repartía una pequeña porción de la tierra conquistada a cada uno (siete yugadas), y de que convertía la mayor parte de ella en público, dijo con énfasis 'que no había ningún romano que considerase pequeña la tierra que lo alimentaba'97.

Esta actitud es coherente con el modus vivendi romano, cuyas raíces arrancan del hortus. En este sentido, algún autor ha llegado incluso a afirmar que los romanos mantenían en gran estima la horticultura por el hecho de que familias muy ilustres, como los Fabios, los Lentulos y los Cicerón, debían su cognomen a especies de legumbres que ellos destacadamente cultivaban98. Los gustos suntuarios, como la pimienta de la India y los productos de ultramar, aún no se han siquiera insinuado en la mente de los romanos, lo que significa que el empleo de ciertos condimentos hortícolas es una práctica general. No hay que olvidar que el estudio de los hábitos alimenticios no puede ser separado del estudio de la producción, pues a los cambios en la dieta siguen modificaciones en el sistema agrario99. Consecuentemente, aunque los días de notoriedad de este modo de abastecimiento están contados, no sería exacto afirmar que la horticultura esté en vías de decadencia.

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No obstante lo anterior, creo necesario incidir en la descripción del nuevo escenario agrario que se está articulando en este periodo. Así, la pequeña propiedad (10-80 yugadas), prevalecerá en la Italia central y del sur durante los s. IV y III ac.; subsistiendo incluso al lado de las grandes propiedades en el s. II ac., y continuará mucho después, ya pleno iure o como arrendamientos de parcelas pertenecientes a grandes propiedades100. Estamos en los albores del latifundio, que se diversifica según el tipo de terreno: En las regiones fértiles la misma bondad natural del suelo compensa los defectos de la nueva organización económica agraria, mientras en la zona de pastos bastan pequeñas inversiones, un número reducido de esclavos y gastos mínimos para garantizar una renta modesta pero segura101. En cuanto a la mediana propiedad (80-500 yugadas), viene descritaPage 53 en el tratado de agronomía de Catón, y se compone de un viñedo de 100 yugadas, junto con 240 yugadas de olivos. Sin embargo, las cosas cambiarán a peor a mitad del s. II ac., cuando las economías cerealistas en el mediterraneo difícilmente lleguen a mantenerse en sus límites, proyectandose más bien hacia la interdependencia102. Ahora bien, resulta curioso que los romanos no analicen los efectos que esta nueva modalidad de explotación agraria ha tenido ya en otras culturas mediterraneas vecinas, lo que es fácilmente verificable; y es que, unos cuantos años después de la publicación del tratado de agronomía de Catón llega a Roma un libro de agronomía cartaginesa, e indirectamente también se recibe la experiencia aportada por obras agronómicas griegas, particularmente ricas en información103. De hecho, el gran tratado de agricultura de Magón de Cartago, traducido después del 146 ac., tal y como subraya Purcell, comienza con un precepto moral que está en la mente romana; así, sorprendemente, el trabajo de ese agrónomo cartaginés presupone un debate sobre la relación entre sociedad urbana y sociedad rural, esto es, entre las actividades política y económica, producción y consumo, características de la tradición helénica, y claramente relevantes para el contexto púnico de principios de la segunda centuria104. Pero desgraciadamente, como se ha indicado, este debate no sirve en Roma para analizar las consecuencias, a nivel alimenticio, de los cambios que se están produciendo en la agricultura. Consecuentemente, los efectos perniciosos del nuevo giro que toma la agricultura romana van a ir percibiéndose en muchos ámbitos de la sociedad, y principalmente en el sector alimenticio. Así, uno de sus efectos es que, a las alturas del 123 ac., el grano será vendido por el Poder público a bajo precio;Page 54 distribución que incluso en la ciudad llegará a ser gratuita siglos más tarde, con Augusto y sus sucesores105. Y todos estos cambios descritos afectan al futuro agrario del huerto.

También desde otro prisma, ha de destacarse del huerto su faceta urbana, en la medida en que puede formar parte de la arquitectura de la vivienda. En este sentido, como señalará un siglo más tarde Vitrubio, la distribución de habitaciones en la casa italica se dispone en términos de axialidad (vestíbulo, fauces, atrio, tablinio), y el espacio abierto entre el perímetro de las habitaciones es marginal; en lo tocante al hortus, se sitúa, o al lado de la casa, o al fondo de ella.

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He aquí nuevamente otra cuestión muy característica del mundo romano en la que urbanismo y huerto convergen, y es la capital importancia que siempre se otorgará al abastecimiento hidráulico de las ciudades y de sus edificaciones. La alta tecnología de los acueductos dirigida fundamentalmente a las necesidades domésticas básicas, también facilitará el mantenimiento de fértiles huertos106. Aún antes de que el primer acueducto romano fuera puesto en funcionamiento en la urbs, dichos huertos habían podido regarse con el agua de lluvia recogida en aljibes mediante el recurso arquitectónico del impluvium / compluvium, sitos en el espacio del atrium.

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Este atrio con impluvium es, según Mckay, probablemente un fenómeno común en las ciudades helenísticas de la región de la Campania en torno a la mitad del s. III ac.. El origen de este plano básico, llamado 'toscano' por Varrón y Vitrubio, ha sido muy problemático; pese a las referencias de estos autores latinos, sólo los investigadores más osados han defendido el origen etrusco de este tipo de casa romana. Sin embargo, Patroni hizo algunas sugerencias atrevidas a este modelo básico, postulando la existencia de una villa arquetípica italiana con una única habitación principal, y con pequeñas habitaciones (alae) orientada al sur con un patio abierto; no obstante, esta hipótesis requerirá de adaptaciones para un contexto urbano.

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