Prólogo

AuthorEduardo Valpuesta Gastaminza
Pages15-17
Prólogo
Fernando Echegaray, excelente profesional y persona, me pide que redacte un
Prólogo para la publicación de su monografía sobre una propuesta de legislación
para el Derecho de competencia desleal puertorriqueño. Es una de esas invitacio-
nes que, parafraseando la conocida frase de cierta película, «no se pueden recha-
zar», porque parten del afecto y del agradecimiento y porque se enmarcan en la
tradición universitaria de que el director de una tesis redacte el Prólogo de la
monografía que recoge lo central de dicha tesis.
En esta tesitura, no puedo sino acordarme de la persona de mi maestro, el
prof. José María de la Cuesta Rute, que fue quien inicialmente conoció a Fernando
Echegaray en Puerto Rico, en los cursos de máster que dictó en la Universidad
Interamericana de Puerto Rico allá por el año 2011. Esos cursos se dictaban gracias
al acuerdo existente entre aquella Universidad y el Instituto de Derecho Comparado
de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), y Dn. José María acudía con la
misma ilusión del primer día de clase, porque su pasión era la enseñanza y la for-
mación de juristas. Allí, deslumbrado como quedó Fernando por las enseñanzas del
prof. De la Cuesta y por esa vehemencia con la que defendía la aplicación de los
principios generales del derecho heredados de los grandes juristas clásicos, le soli-
citó que fuera su director de tesis. Mi querido maestro con mucho ánimo y com-
promiso aceptó encaminar y revisar esta nueva tesis, y Fernando fue admitido al
Doctorado en la UCM. Pero ese espíritu batallador no podía apagar el desgaste
físico propio de la edad, y llegó un punto en que el prof. De la Cuesta tuvo que
declinar la dirección de la tesis, y me la encomendó a mí. Falleció poco antes de la
defensa del trabajo, reconfortado —en cuanto a lo que a dicho trabajo concernía—
por la noticia del depósito de la tesis. Así vio acabada esa última dirección bajo mis
manos, y siempre he lamentado que el prof. De la Cuesta no pudiera otorgar más
luz y brillo a la investigación de Fernando Echegaray.
Cuando acepté aquella petición de mi maestro, otra invitación que no se puede
rechazar, me encontré con un trabajo bien encaminado y una persona experimen-
tada y estudiosa. La labor fue todo lo fácil que constituye continuar la iniciación de
una persona en la investigación jurídica, pero encontró la gratitud y las ganas de
trabajar de Fernando Echegaray. Un abogado está acostumbrado a trabajar entre
leyes y jurisprudencia y lo de acudir a la «doctrina de los autores» le parece, a
menudo, bien pura erudición, bien algo inútil. Pero cuando se adentra con humil-
dad intelectual en ese estudio, descubre que la buena doctrina abre claridad, siste-

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