El pragmatismo ambiental, una propuesta ética de apoyo para el cumplimiento de los objetivos de desarrollo sustentable (ODS)

AuthorVíctor Hugo Salazar Ortiz
Pages185-202
EL PRAGMATISMO AMBIENTAL, UNA PROPUESTA
ÉTICA DE APOYO PARA EL CUMPLIMIENTO DE LOS
OBJETIVOS DE DESARROLLO SUSTENTABLE (ODS)
EL PRAGMATISMO AMBIENTAL, UNA PROPUESTA ÉTICA DE APOYO PARA EL CUMPLIMIENTO...
VÍCTOR HUGO SALAZAR ORTIZ
Universidad Autónoma de Aguascalientes
INTRODUCCIÓN
Este trabajo está dividido en cuatro apartados. En el primero de ellos se
presentan los motivos que obligaron a la ética a dejar de ser una ref‌lexión
enfocada exclusivamente en las relaciones personales para dar paso a un
análisis más amplio de la conducta humana que involucre también la
relación de nuestra especie con otras especies y el mundo natural. En el
segundo apartado se presentan los criterios axiológicos que validaron la
extensión de la ética para incluir en su ref‌lexión al mundo animal, vegetal
y los ecosistemas, proponiendo para lograrlo el reconocimiento de sus
valores intrínsecos, inherentes o ecosistémicos de la mano de un antian-
tropocentrismo, así como la relación que existe entre estas propuestas con
los objetivos 14 y 15 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). En el
tercer apartado se evalúa y critica porqué los argumentos con que se justi-
f‌icó originalmente la ética ambiental no resultaron viables para conseguir
una defensa real del mundo natural y porqué, en cambio, el pragmatismo
ambiental es una mejor propuesta para conseguirlo. En el último apartado
se establece la relación que existe entre el antropocentrismo moderado y
los ODS, particularmente con los objetivos 11 y 12 de los ODS.
RAZONES PARA TRANSITAR DE LA ÉTICA TRADICIONAL A UNA
ÉTICA AMBIENTAL
Las décadas previas al presente siglo y la primera de éste han sido es-
cenario de importantes cambios en la relación que como seres humanos
hemos establecido con los animales no humanos y la naturaleza en gene-
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ral, pues se empezó a cuestionar nuestra reducida visión moral debido a
que tradicionalmente sólo se juzgaba nuestra conducta en tanto nuestros
actos benef‌iciaban o afectaban a miembros de nuestra especie, pero se
ignoraba por completo el daño que nuestro desarrollo social, industrial y
comercial provocaba a la naturaleza y los seres que en ella habitan; ade-
más, la relación hombre-animales no humanos y hombre-naturaleza era
completamente amoral, por lo tanto, no existía ninguna razón para criticar
éticamente ésta. No obstante, los impactos ambientales, ignorados durante
las primeras décadas del siglo XX, ahora son parte central de práctica-
mente todos los discursos sociales, científ‌icos, tecnológicos, económicos,
políticos, sociológicos, pedagógicos y f‌ilosóf‌icos, mismos que solicitan,
casi de manera unánime como principio básico, un cambio en nuestra
conducta y actitudes ambientales. Esta nueva sensibilidad conlleva tener
una mayor responsabilidad moral en la producción, consumo y desechos
que generamos, así como en nuestra tasa de natalidad, la cual exige cada
vez mayor cantidad de espacio, sea para vivir o para producir recursos para
nuestra especie, razón por la cual se invade, transforma y arrebata a otras
especies los territorios en los que han vivido durante tiempo indef‌inido y
de los cuales dependen necesariamente para subsistir.
La crisis ambiental se nos presenta de esta manera como una exigen-
cia para renovar nuestras teorías éticas tradicionales, ya que muestran
claramente su insuf‌iciencia para responder y proponer soluciones a los
actuales problemas ambientales. Es precisamente de esta insuf‌iciencia
de donde surge la necesidad de extender e incluir en la esfera moral a la
totalidad de los seres con los que cohabitamos este planeta y que histó-
ricamente habían recibido una nula atención ética de nuestra parte, a
pesar de que muchos de ellos, al igual que nosotros, son seres que sienten
y sufren, de manera muy semejante a como nosotros sentimos y sufrimos;
o mejor dicho, experimentamos el dolor y el sufrimiento tal y como ellos
lo han sentido, resultado de un largo proceso de evolución biológico que
los condujo a desarrollar estas capacidades que nosotros simplemente
heredamos, como lo muestra Mosterín (2013) en su libro El reino de los
animales. El reconocimiento de lo anterior parece ser una razón más que
suf‌iciente para integrar en nuestras consideraciones morales a todos los
seres vivos, pero también a sus ecosistemas en los cuales se desarrollan y
de los que dependen para subsistir; y dicho sea de paso, con riesgo de caer
en una visión antropocéntrica, nuestra especie requiere de ellos también,
pues formamos parte de la relación simbiótica que nos une a todo a manera
de rizoma y de la que no deberíamos de sentirnos ajenos, sino integrados
en ella a pesar del aparente distanciamiento que se tiene en las grandes
metrópolis con el mundo natural.
Es por ello que los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODS) hacen
un llamado a dejar de pensar exclusivamente en el bien humano, por lo
que la ética debe ampliar su perspectiva para incluir en ella a seres que no
consideró en el pasado, convertirse en una ética positiva y constructiva
con contenidos que ayuden a dibujar un horizonte planif‌icado y acciones

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