Contribuciones desde la crítica al desarrollo para su incorporación a la crítica del desarrollo sostenible y los ODS

AuthorVicente de Jesús Fernández Mora
Pages11-34
CONTRIBUCIONES DESDE LA CRÍTICA AL
DESARROLLO PARA SU INCORPORACIÓN A LA
CRÍTICA DEL DESARROLLO SOSTENIBLE Y LOS ODS
CONTRIBUCIONES DESDE LA CRÍTICA AL DESARROLLO PARA SU INCORPORACIÓN...
VICENTE DE JESÚS FERNÁNDEZ MORA
Universidad de Huelva (España)
Lo que cada ser es, después de cumplirse el desarrollo,
eso decimos que es su naturaleza
Aristóteles
PREGUNTAR POR UNA ONTOLOGÍA DEL DESARROLLO
Si el desarrollo ha de ser sostenible, la condición de sosteniblidad del
desarrollo parece presentársenos como atribución de una cualidad que
predica sobre el sujeto, es decir, la centralidad del sintagma como objeto
o cosa sobre la que el predicado af‌irma algo corresponde al desarrollo, y
la categoría de sostenibilidad que incorpora el adjetivo es una propiedad
externa o secundaria al núcleo de identidad del sustantivo. De alguna
manera la sostenibilidad no puede ser la condición fundamental o de-
terminada de alguna cosa pues no parece poder existir separada de una
sustancia de la cual sea atributo, rasgo o propiedad. Aunque en muchas
ocasiones escribiendo “sostenibilidad del desarrollo”, y sustantivizando
el adjetivo, el término sostenibilidad parece querer sustituir progresiva-
mente –adquiriendo a la vez una laxitud semántica quizá sintomática de
su proceso histórico de consolidación mundial– a la expresión completa
de “desarrollo sostenible”, habríamos de seguir preguntándonos qué es
aquello que la sostenibilidad sostiene: es decir, qué es lo que la sostenibi-
lidad quiere sustentar o hacer proseguir como continuidad en el tiempo
y perpetuar y mantener en sus rasgos de identidad. Evidentemente lo que
pretende sostener la sostenibilidad es el desarrollo. Y no es que pensemos
que la adjetivación como sostenible del desarrollo no haya añadido nada
relevante al concepto y praxis del desarrollo, respondiendo de hecho al
surgimiento y auge internacional del movimiento ambiental, y sobre todo
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si lo pensamos en términos de su penetración social y su colocación es-
tratégica, como cláusula legitimadora, en el campo político y mediático.
Más bien al contrario, pues parecería indicar que el sostenible es algún
tipo de desarrollo específ‌ico –o algún rasgo o componente del mismo–,
frente a otros posibles (económico, humano, social, político…, incluso
anti o post), pero que a día de hoy cuenta con el aval generalizado de las
instituciones. Sin embargo, en tanto cualidad o accidente de una sustancia,
es decir, en su carácter de secundariedad respecto del sujeto sobre el que
predica, la sostenibilidad no puede existir independientemente de aquello
que sea lo a sostener, ya que su determinación, es decir, los límites de su
propia consistencia y signif‌icado, depende siempre en última instancia
de la entidad primera de la que es un atributo. Completar el sentido de la
sostenibilidad remite necesariamente a preguntarnos antes por lo que haya
de ser sostenido. Distintamente, en el caso de la realidad primaria o sujeto,
esta es ya “algo determinado independientemente de las otras atribucio-
nes, realizadas a través de la predicación de atributos categoriales” (Mié,
2003, p. 9). Es decir, si nos preguntamos por la determinación del sentido
del desarrollo, que, siguiendo este razonamiento, no dependería de si es
o no sostenible (o de otro tipo) para poder conocer sus rasgos esenciales,
sabremos ya algo más sobre el sentido de su sostenibilidad (por la ya dicha
dependencia metafísica y semántica de esta, como predicado, respecto del
sujeto), y quizá también, y esto no es asunto menor, sobre la función de su
aparición y consagración histórica y política como nueva acuñación, con
bastante éxito, de la retórica desarrollista. La sostenibilidad es una de las
maneras de presentarse el desarrollo, pero por sí misma no sería nada sin
la noción, lógica y ontológicamente previa, del desarrollo, que la soporta.
Dicho en lenguaje axiológico, “la sostenibilidad no es en sí misma un valor”
(Marcos, 2018, p. 1) que, como propiedad de una cosa, convierta a esta en
un bien, y como tal bien pueda orientar acciones y juicios de la vida ética
o política, es decir, que sea “fuente de motivación de la conducta humana,
por la cual se convierte en eje [del] comportamiento del hombre” (Quin-
tana, 2001, p. 14). Por esto, preguntarnos, como brevemente pretendemos
hacer este texto, por el desarrollo sostenible, no elude la pregunta por el
desarrollo; antes bien, si precisamente quiere tratar de ser auténticamente
una pregunta por el “qué es” del desarrollo sostenible, o una pegunta por su
posición en una jerarquía de valores, todo intento de respuesta ha de seguir
tratando de responder necesariamente a una pregunta por el desarrollo.
INCORPORACIONES CRÍTICAS
Si de algo nos han de servir estas nociones que aprovechan de forma
libre y aproximativa el leguaje de la metafísica clásica pudiera ser para
poner la atención sobre la pregunta acerca de qué pudiera haber implicado
para el estudio y la crítica del desarrollo la transición desde una “era del
desarrollo” (Esteva, 1996, p. 52), cuyos inicios los comentaristas están de
acuerdo en situar en los años 50 del siglo XX, a esta otra era del desarrollo

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