SAVARON, Jean; Tratado de la Espada Francesa, 1610

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París, Adrian Perier.

[6] Puesto que nuestros reyes nacen reyes y el mismo día que les ve nacer les ve reyes, en el [mismo] instante en el que nacen bajo la marca de la realeza después de que su padre el rey, con los príncipes de sangre presentes, haya invocado la bendición del cielo sobre él y le haya dado la suya, le pone la espada en el puño diciendo estas palabras: Que puedas, hijo mío, emplearla para la gloria de Dios y para defender la corona y al pueblo.

[25] La espada ha sido característica de la soberanía de los reyes y esta suprema dignidad [26] un gran honor y, una prueba de caballería, el ser ceñido con la espada y, al contrario, una gran infamia el ser [de ella] despojado.

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[41] Para hacer justicia a estos bravos guerreros, ha hecho falta armar el brazo de la justicia con la espada y el brazo del rey con la espada de la justicia. La espada es una prueba de la alta justicia. Por la espada [42] en Francia se ajusticia a los nobles. La justicia real se asienta sobre la tribuna de los juicios con la espada y el escudo. Igualmente nuestros reyes se acomodan sobre sus lechos de justicia con la espada al costado, como Carlo Magno [que] tenía la costumbre de hacer llevar su espada delante de su tribuna.

[45] Mi objetivo, SIRE, es pues el de poner la espada en la mano de vuestra majestad para que la emplee para mayor gloria de Dios, en la defensa de vuestra corona y del pueblo. Dios os ha hecho nacer para ser su viva imagen en la tierra, hacedla vivir largamente y para hacerla reinar, que reine su majestad largos años. Sois ungido por el Señor y más ungido que ningún otro rey, pero puesto que la desesperanza hace levantar la mano parricida contra los ungidos y personas sagradas [46] que son nuestros reyes, librad a la Francia de esta detestable infamia con el cuidado que le debéis a vuestra salvación y a la nuestra, ya que los accidentes deplorables de vuestros predecesores os obligan a ser aun más cuidadoso con vuestra sagrada persona, de la que depende el bien de la Iglesia y el estado...

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