Los deberes y el diálogo intercultural

AuthorEmilia Bea
Pages251-284
251
VI. LOS DEBERES Y EL DIÁLOGO
INTERCULTURAL
1. LA DECLARACIÓN UNIVERSAL DE
RESPONSABILIDADES HUMANAS
DEL INTERACTION COUNCIL
La Declaración Universal de Responsabilidades Humanas
del InterAction Council es el más fiel reflejo de una exigente
dinámica intercultural. El documento veía la luz en 1997, cin-
cuenta años después de la consulta de la Unesco a personalida-
des de todo el mundo sobre las bases de la Declaración Univer-
sal de los Derechos Humanos, cuyos resultados, como bien
sabemos, fueron una importante manifestación de diversidad
cultural, mostrando la preocupación por integrar el diálogo
entre diferentes cosmovisiones en el nuevo orden internacio-
nal; un propósito que, como hemos ido señalando desde el ini-
cio del libro, resulta esencial a la hora de abordar la comple-
mentariedad entre el lenguaje de los derechos y el lenguaje de
los deberes, y abrir las puertas a consensos renovados cada vez
más inclusivos y plurales.
El principal promotor de la Declaración de Responsabilida-
des fue el teólogo suizo Hans Küng, quien tanto ha contribuido
Emilia Bea
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a abrir vías hacia una ética mundial en la que todas las religio-
nes y culturas puedan reconocerse y reconciliarse. Él fue tam-
bién el redactor de la Declaración del II Parlamento de las Reli-
giones del Mundo (Chicago, 1993), precedente de indudable
valor a la hora de «reforzar éticamente la Declaración Univer-
sal de Derechos Humanos» a través de la proclamación de una
«declaración de deberes», para tratar de evitar que «las nacio-
nes y culturas orientales» puedan seguir pensando que «este es
un asunto típicamente “occidental”» 484. Un espíritu que nos
remonta a la Jornada Mundial de Oración por la Paz, celebrada
el 27 de octubre de 1986 en Asís, cuyo Decálogo ha quedado en
la memoria colectiva como un gran signo de encuentro dialo-
gante entre representantes de las Iglesias cristianas y de las
diversas religiones de todo el mundo, y de confianza en la capa-
cidad pacificadora del diálogo ecuménico e interreligioso. Este
espíritu se ha visto reforzado, entre otros, por el importante
Documento sobre la fraternidad humana para la paz mundial
y la convivencia (Abu Dabi, 4 de febrero de 2019), suscrito por
el Papa Francisco y por el Gran Imán de Al-Azhar, Ahmad
Al-Tayyeb, en el que «declaran asumir la cultura del diálogo
como camino; la colaboración común como conducta; el cono-
cimiento recíproco como método y criterio».
Con este objetivo, según Hans Küng, la formulación de una
ética mundial requiere adecuarse a una serie de criterios for-
males: tener sentido de la realidad; discurrir sobre el plano éti-
co más profundo, que es el de los valores vinculantes, las pau-
tas inalterables y las actitudes internas fundamentales; ser
comprensible para todos, gracias a un lenguaje accesible y tra-
ducible; y ser capaz de concitar el consenso, en el sentido de
concordia moral 485. La Declaración del II Parlamento de las
Religiones del Mundo fue refrendada en Chicago por «repre-
sentantes de las más variadas religiones grandes y pequeñas»
484 H. KÜNG, Existencia cristiana, Trotta, Madrid, 2012, p. 277.
485 H. KÜNG, «Historia, sentido y método de la Declaración en pro de
una ética mundial», Isegoría, n.º 10, 1994, (pp. 22-42), p. 31.
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sin menoscabo de sus innegables diferencias. Evidentemente,
se trata solo del punto de partida de un proceso de discusión y
aceptación que ha de ser cada vez más inclusivo. El diálogo
constructivo entre las culturas es una tarea colectiva inacaba-
ble, ya que cada cultura está en perpetua transformación y
debe autosuperarse de algún modo en la interacción mutua.
Andrés García Inda subraya la especial dificultad de la funda-
mentación y especificación de los llamados «deberes naturales
universales» y se apoya en este proyecto de ética mundial como
ejemplo de búsqueda intercultural de compromisos para la
acción basados en preceptos morales compartidos, con la
intención de evitar tanto el relativismo como el imperialismo
de los valores 486.
Es importante subrayar que la iniciativa de Chicago es del
mismo año que la Conferencia Mundial de Derechos Humanos
de Viena, con más de 7.000 participantes, cuyo documento
final, la Declaración y Programa de Acción, es un hito en la
lucha de la humanidad por los derechos humanos universales,
indivisibles e interdependientes, y en el movimiento de reivin-
dicación de la diversidad cultural, pues «debe tenerse en cuen-
ta la importancia de las particularidades nacionales y regiona-
les, así como de los diversos patrimonios históricos, culturales
y religiosos» 487. Mary Ann Glendon señala que con ello se con-
serva el espíritu de los arquitectos de la DUDH que
esperaban que sus fértiles principios pudieran germinar en
una múltiple y legítima variedad. Pensaban que cada tradición
jurídica se enriquecería al poner en práctica los principios de la
486 A. GARCÍA INDA, Como un Buen Samaritano. Los deberes, entre la
ética y el derecho, Sibirana, Zaragoza, 2021, pp. 60-61.
487 Conferencia Mundial de Derechos Humanos, Declaración y programa
de acción de Viena, § 5, 1993. Entre las recomendaciones de la Conferencia
figuraba «la rápida finalización y aprobación del proyecto de declaración
sobre el derecho y el deber de los individuos, los grupos y las instituciones de
promover y proteger los derechos humanos y las libertades fundamentales
universalmente reconocidos.», § 94.

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