CHAPPUZZEAU, Charles; El Deber General del Hombre de toda Condición, hacia Dios, el Rey, el Público, su Prójimo & sí mismo, 1617

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De su vida, de su muerte corporal, espiritual, temporal, eterna. Dividido en seis libros,

París, à la Fleur de Lys, Rüe Betzy.

(1577?-1644?)

[162] [Libro I], Capítulo I, de los reyes.

En este lugar es el propósito hablar de los reyes y príncipes soberanos, de sus imperios y Monarquías, por qué son establecidos y ordenados y también de la obediencia que les es debida. [...] [163]. Lo que nos hace pensar que todos los demás gobiernos deben ceder al Estado monárquico, que nos representa la grandeza, la Majestad de aquél que rige y gobierna este universo, el cual ha colocado el sol en el cielo como signo de su divinidad, nos ha dado en tierra una luz semejante en la persona de los reyes, para relucir aquí abajo, como reluce este astro en el firmamento.

[193] Capítulo VI, Que los reyes deben ser príncipes de fe, guardar inviolablemente su palabra & sus Edictos.

[...] Los reyes por ninguna causa deben revocar su palabra ni su fe, sino guardarla, aunque les condene, si es que quieren entrar en el tabernáculo de Dios, que ha cumplido todo lo que ha prometido y jurado a su pueblo, cuya palabra ha durado siglos siendo oída y acatada.

[194] Y de nuestro Enrique el grande [Enrique IV o Enrique de Navarra], una de sus virtudes (entre un millar de otras) es que era un príncipe de fe. Nuestros reyes muy cristianos nunca hacen, en lo que respecta a sus súbditos, otro juramento más que aquél de su coronación. Después siempre ellos prometen con palabra de rey, que Dios dice deber ser observada y aprobada con verdadera fe. [...] Así como la palabra de los reyes debe ser firme, invariable,

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con más razón deben serlo sus edictos, sus ordenanzas. Incluso aquellas que conciernen la paz pública y el reposo de sus súbditos serán del todo inviolables puesto que, con ella, comprometen su fe asegurando su observación que para ellos son como leyes [195] contractuales: una prenda común, unas arras, una promesa que procuran que sea para el bien y tranquilidad del público. De otra forma, si no las hacen observar y guardar ni las mantienen ellos mismos, no serán leyes sino telas de araña, trampas para atrapar a los simples, decepcionarles, quitarle la sangre de las venas, hacerles languidecer hasta morir. De esta forma, cualquier poder que tengan sobre sus pueblos, estando comprometidos y obligados a cuidarlos, podremos decir lo que ha sido...

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