De pronunciamientos, cortes, constituciones, planes y tratados. España y México en los albores de las revoluciones liberales hispanas, 1820-1821

AuthorManuel Chust y Joaquín E. Espinosa
Pages41-58
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DE PRONUNCIAMIENTOS, CORTES,
CONSTITUCIONES, PLANES Y TRATADOS.
ESPAÑA Y MÉXICO EN LOS ALBORES
DE LAS REVOLUCIONES LIBERALES HISPANAS,
1820-1821
Manuel CHUST
Universidad Jaume I de Castellón
Joaquín E. ESPINOSA
Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo
Entre 1808 y 1848 el mundo «occidental» cambió. Al menos en su concep-
ción e interpretación euroamericano-céntrica. En cien años, se derrumbaron los
cimientos de mil años de feudalismo peninsular y de trescientos de colonialis-
mo, si bien no en todo, ni en todas sus partes. Los nuevos Estados-naciones
surgidos a f‌ines del siglo XVIII y en la primera mitad del siglo XIX calif‌icaron de
antiguos regímenes a las monarquías absolutas en su dimensión metropolitana
y colonial. Si bien la centuria revolucionaria estuvo marcada en sus inicios por
el eje anglosajón y francés entre 1763 y 1804 —revolución industrial inglesa,
independencia de las colonias británicas y una revolución en la monarquía fran-
cesa, incluida Saint Domingue—, la centralidad del periodo revolucionario entre
1808-1830 correspondió al mundo hispano. No obstante, la «ola» revolucionaria
liberal abarcó hasta 1848 cuando, con la suma de parte de las clases populares
y de un incipiente movimiento obrero, el primer liberalismo empezó a cuestio-
narse desde plataformas ideológicas y políticas demócratas y de enunciados pri-
migenios socialistas. Con ello, y a partir de esta fecha, el abordaje al mundo de
Antiguo Régimen sumó diversas fuerzas sociales, así como propuestas políticas
e, incluso, económicas.
De esta forma, durante décadas, la caracterización e interpretación de la na-
turaleza de las revoluciones en la primera mitad del siglo XIX en Europa y Améri-
MANUEL CHUST / JOAQUÍN E. ESPINOSA
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ca estuvo subordinada a la inf‌luencia ideológica y política que decían ejercer los
casos norteamericano y francés sobre los demás procesos revolucionarios, tanto
europeos como americanos. La visión post Segunda Guerra Mundial de un po-
tente y desarrollado mundo atlántico frente a un «arcaico» y «atrasado» mundo
hispano, incluso mediterráneo, ganó más terreno historiográf‌ico. Se habló, y se
habla, de las revoluciones atlánticas para explicar los cambios acontecidos en un
siglo. Se ensombreció, hasta las últimas décadas, la potencialidad de las revolu-
ciones hispánicas, para explicar per se las transformaciones en estos territorios
en poco más de dos décadas, además de la estela que dejaron en las siguientes.
Unos procesos revolucionarios hispanos que no se limitaron en su afectación a
los territorios de la monarquía hispana, los peninsulares y los americanos, sino
que su estela se extendió en los años veinte del Ochocientos por el mundo ibé-
rico y mediterráneo, llegando incluso al ruso. Revoluciones liberales hispanas
que, en su interpretación anticolonial, ganó la versión nacional del proceso y
no la social, al destacar, por encima de este, las interpretaciones nacionalistas
—Independencias— e inmovilistas. Su resultado interpretativo es conocido: no
hubo ni cambios ni rupturas. Interpretación especialmente mediatizada por una
visión presentista de las imponentes ciencias sociales que dominaron la renova-
ción de la historia social y económica desde los años sesenta, a la cual se unió
la acción comparativa de las revoluciones acontecidas en el siglo XX, especial-
mente la mexicana de 1910 y la cubana de 1959, que marcaron tendencia entre
lo que fue, o era, una «verdadera» revolución y, en este caso, las revoluciones
de Independencia del mundo iberoamericano de las décadas de los años diez y
veinte del Ochocientos.
UNOS BICENTENARIOS MENGUADOS: LOS AÑOS VEINTE
DEL OCHOCIENTOS
La centralidad de los años veinte del siglo XIX para explicar las transforma-
ciones experimentadas en el mundo hispano superó incluso a la década ante-
rior, que si bien puso las bases constitucionales y revolucionarias, acabo siendo
derrotada por la reacción absolutista. Otra cosa fue cuándo y de qué forma se
construyeron y su razón, en cuanto a las fechas señaladas para celebrar la asun-
ción de la nación encarnada en las Fiestas Patrias, en especial para los casos
americanos.
En este sentido, y concretado en el caso de México y España, el saldo de las
conmemoraciones estatales de los orígenes de sus Estados-naciones parlamen-
tarios y constitucionales se ha solventado, al menos de momento, con parecidos
resultados, aunque por disímiles razones. Otra cosa ha sido, porque están aún en
curso, los réditos historiográf‌icos. Pocas conmemoraciones, ninguna celebración,
podríamos concluir de estos años cruciales de principios de la década de los vein-
te, para la historia de los nacientes Estados-naciones, en este caso singularizados
en el caso del español y del mexicano. Tanto el bicentenario del Trienio Liberal
como el de la «consumación» de la Independencia mexicana han registrado algu-
nos actos académicos, ciertas iniciativas municipales, y aislados y puntuales ho-

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