FLURANCE, Rivault; Los Estados, 1595

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donde se diserta del príncipe, de la nobleza & del tercer estado, de acuerdo con nuestro tiempo ,

Lyon, Benoist Rigaud.

(1571-1616)

[7] Si consideramos el régimen de la masa total de este mundo, así como de cada una de sus partes, se verá cómo todas las cosas se reportan a una sola. Porque, en primer lugar, el autor de todas las maravillas es el Monarca de los Reyes [Dios] quien se ha reservado la suprema intendencia sobre todas las cosas de este mundo infe-

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rior y es al que se le reportan, como centro de toda bondad, los ministros de los espíritus ejecutores de su voluntad. Tras él, el hombre es erigido como jefe de los animales, los cuales dispone a su discreción. Incluso las mismas bestias, obedecen más a uno que a varios. En resumen, todas las cosas tienden a la unidad por naturaleza y tratan, en tanto que pueden, huir del laberinto de la multitud.

[13] Esta breve revisión de toda la tierra nos muestra claramente que de forma natural los hombres desean ser mandados por uno, en vez de por varios. Y aunque algunos se han alejado del curso de la naturaleza, para darle el mando a varios [14], o al pueblo, [se ve que] todos, en caso de urgente necesidad en un asunto tan propio del Estado como es la guerra, le dan la intendencia a un solo jefe según los estatutos de la República. Se da así a conocer, que el poder se acomoda mejor y es más estable en la mano de uno que en la de muchos ya que, si el mando de uno solo restablece un Estado inestable y en necesidad, ¿quién podría negar que no sea un factor de crecimiento en paz y prosperidad? De forma que, el jefe que es elegido en tiempos de guerra, es conocido como hombre de bien. Porque de no serlo, se le deja la puerta abierta a la tiranía. Siendo, pues, capaz de mandar, es decir, justo y valeroso, su mismo mérito acusa a los ciudadanos de injusticia si no se le deja simple y llanamente gobernar como si él fuera un súbdito más, o de no dejarle emplear su virtud con la que podría darle al país una gloria eterna [15]. A eso se le añade que de acuerdo con la naturaleza el más fuerte y el más virtuoso debe dominar [...].

[16] Y aun cuando las repúblicas puedan tener esta ventaja, que el Estado sea partícipe de la virtud de todos, que a su vez mandan, no se priva del trabajo de ninguno. Ello no le es más propio que a la monarquía, en la que al hombre virtuoso nunca le es impedido el contribuir al bien público [17] dentro de sus capacidades, sin importar el empleo que sea...

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