Populismo y sociedad: bases y mecanismos sociológicos. La política del regalo y la política del aparato en Argentina

AuthorJuan Fernando Segovia
ProfessionCONICET (Mendoza)
Pages89-121
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POPULISMO Y SOCIEDAD: BASES Y
MECANISMOS SOCIOLÓGICOS
LA POLÍTICA DEL REGALO Y LA POLÍTICA
DEL APARATO EN ARGENTINA
Juan Fernando S
CONICET (Mendoza)
. P
Como lo he expresado en otras ocasiones, el nombre y el
concepto de populismo me parecen equívocos, cuando no meros
rótulos de contiendas políticas 1. Si bien no estoy de acuerdo en
el uso generalizado del término, me valdré de la convención que
se ha impuesto a fuerza de repetirla. En verdad, el populismo es
un no concepto, una conceptualización por la negativa, como «lo
contrario a», de ahí lo difícil de su conceptualización.
Aclaro también que mi aproximación podría decirse intuitiva
por no científica, conforme a los cánones de la ciencia política
1 Remito a Juan Fernando S, «El populismo en Hispanoamérica.
“Todos somos populistas”», en Miguel A (ed.), Pueblo y populismo. Los desafíos po-
líticos contemporáneos, Madrid, Itinerarios, 2017, pp. 157-186; y «Combatiendo el cama-
león populista. Examen de algunos libros recientes que proponen la lucha sin cuar-
tel al monstruo populista», Fuego y Raya (Córdoba de Tucumán), n. 21 (2021), pp.
83-118.
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hodierna. Y en este caso más todavía, porque me he propuesto
hacer una aproximación primaria al populismo y luego analizar el
actual populismo argentino.
Me valgo principalmente de la experiencia argentina, que es
la que conozco mejor y que, hasta un punto, puede decirse para-
digma del populismo. Porque pareciera que la naturaleza del po-
pulismo se devela cuando llega al extremo; y Argentina –no sólo
Venezuela– está en ese extremo, me atrevería a decir en el mo-
mento terminal de un largo proceso.
. A  
Un concepto olvidado: la demagogia
Quisiera comenzar con una breve acotación. ¿Debemos ha-
blar de populismo o de demagogia? Porque tengo la impresión de
que eso que hoy se dice populismo, Platón, Aristóteles o Cicerón
lo hubieran nombrado como demagogia.
Nos hemos olvidado del viejo concepto y por ello abandona-
do: la demagogia es una forma de gobierno, íntimamente ligada
a la democracia. Haberla quitado de las mentes y del camino, esto
es, de la filosofía y de la historia políticas, sólo se explica porque lo
que identificamos hoy como «democracia» no es más que dema-
gogia, pura demagogia. Forma corrupta ya de los gobiernos que
genera otras formas igualmente corruptas en su seno.
Hace falta pedagogía para recuperar la sana filosofía política,
pero me temo que hoy los «nuevos pedagogos» no quieren nada
de filosofía sino de ideología.
Populismo e ideología
Otra breve puntualización. Una cosa es cierta: el populismo
no es una ideología, como lo son el liberalismo o el comunismo.
El populismo se vale de las ideologías, las usa en beneficio pro-
pio. De ahí que haya un populismo de izquierdas (el de Chávez y
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Maduro en Venezuela o los Kirchner en Argentina) y un populis-
mo de derechas (el de Trump en Estados Unidos o el de Menem
en Argentina), incluso un populismo de centro, casi diría conser-
vador (como el de Chantal Delsol 2).
El concepto se ha desfigurado, y, al desfigurarse, la figura mal
formada del populismo cambia también su valuación y se predi-
ca su bondad y su consubstancialidad con la política en la que se
construye un pueblo, es decir, con toda política. Cuando el popu-
lismo se hizo de derechas se lo criticó por su asociación al neoli-
beralismo; cuando se travistió de izquierdas fue alabado por resca-
tar lo nacional y popular en contextos globalizados de pérdida de
identidad de los pueblos.
Lo que me llama la atención es la capacidad de giro ideológi-
co con que se maquillan Estado y partidos, lo mismo que la doci-
lidad de las clientelas de turno y de algunos intelectuales. Porque
frente a la postura clásica del populismo como ideología conso-
lidada, el neopopulismo padece la volátil fragilidad de su conte-
nido ideológico: un mismo partido puede, al comienzo, apoyar
políticas neoliberales para más tarde volverse a medidas de corte
socialista; y el Estado sigue siendo apto para unas y otras, sin que
falte el cortejo de intelectuales que justifiquen ahora lo que an-
tes reprobaban. Y así como cambia la orientación de las políticas,
cambian también las clientelas esclavas.
El contexto histórico del populismo clásico
Me parece que la mejor manera de entender lo dicho es ubi-
car las apreciaciones en su contexto histórico. El siglo XIX fue re-
volucionario, en varios sentidos, por violento (las guerras fratrici-
das) y sangriento; por la intolerancia liberal para con los pueblos
hispanoamericanos; y por la permanente tensión y el constante
choque entre la institucionalidad liberal y la sociedad aún tradi-
2 Chantal D, Populisme. Les demeurés de l’histoire, París-Perpiñán, Ed. du
Rocher, 2015.

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