Sudáfrica: posibilidades y límites de la cooperación sindical internacional. Las representaciones de trabajadores a escala internacional necesitan el apoyo de las organizaciones locales.

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A través de las ventanas de su oficina, Phumele S. Ndoni contempla la plaza del mercado, presidida por unos árboles de triste aspecto. Hoy, el acceso a la plaza ha quedado suspendido, como indica la presencia de una cinta de plástico instalada a su alrededor. Un centenar de hombres rodean la plaza cantando rítmicamente, ondeando banderas e invitando a las personas que les observan a unirse al grupo. La visión de los congregados, con sus pancartas y lemas de protesta incomodan al alcalde de la ciudad sudafricana de Uitenhage, conocido por todos como "Bicks", un sobrenombre adquirido en los tiempos de la lucha contra el apartheid. Un grupo de sindicalistas de NUMSA (acrónimo inglés de National Union of Metalworkers of South Africa, Sindicato Nacional de Trabajadores Metalúrgicos de Sudáfrica), situados a corta distancia de los manifestantes, y algunos delegados sindicales de la fábrica de Volkswagen en Uitenhage esperan con impaciencia que el ayuntamiento abra sus puertas.

Cuando por fin llega la hora, todos se agolpan a la entrada del edificio. El ayuntamiento cuenta con una barrera electrónica y numerosos guardias de seguridad para garantizar que no pasen armas al salón de plenos, con capacidad para 450 personas. Todos los asientos se encuentran ocupados cuando, a las 10.30 de la mañana del 15 de mayo de 2000 el juez Brandt declara abierta la sesión de la Comisión de Mediación de Conflicto, constituida de conformidad con el derecho laboral sudafricano. Debe dictaminar si, en enero de 2000, Volkswagen Sudáfrica tenía derecho reconocido por la legislación a despedir a 1.300 trabajadores que, después de dos semanas de huelga, habían pasado por alto un ultimátum en el que se les instaba a volver a sus puestos de trabajo. La mayoría de los presentes están del lado de los despedidos. Sin embargo, el alcalde "Bicks" Ndoni, los sindicalistas del NUMSA y los delegados sindicales de Volkswagen esperan que los despidos sean declarados legítimos.

Varios miles de kilómetros al norte, en la sede central del grupo de compañías Volkswagen en Wolfsburg, Hans-Juergen Uhl, Secretario General del Comité de Empresa Mundial del grupo espera las noticias sobre los resultados del proceso iniciado en Uitenhage. Como el resto de los interesados, lleva meses esperando. El juez Brandt pospuso el proceso sine die después de una sola semana. A finales de agosto, no se había adoptado aún ninguna decisión. Uhl, representante de los trabajadores a escala mundial, también espera que Volkswagen gane el caso. Teme que la fábrica se vea asolada por una agitación laboral continuada si el proceso se demora hasta las elecciones municipales previstas para el otoño.

En la época del apartheidUhl y otros sindicalistas alemanes hicieron campaña a favor del respeto de los derechos sindicales en Sudáfrica y pusieron todo su empeño en promover el desarrollo de la representación de los trabajadores en la fábrica de Volkswagen en Uitenhage. Su apoyo a la lucha de los sindicatos contra el sistema racista delapartheid no obedecía únicamente a razones idealistas; por el contrario, fueron conscientes desde un primer momento de que una red mundial de representaciones de trabajadores constituía la única respuesta adecuada a la mundialización de las actividades de Volkswagen.

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GLOBALIZACION DE LAS ACTIVIDADES DE LOS COMITÉS DE EMPRESA

Las tareas preliminares que dieron lugar a la internacionalización de las actividades de los representantes de los trabajadores de Volkswagen fueron llevadas a cabo en la década de 1980 por los comités de empresa y delegados sindicales activos en la sede central de Wolfsburg. La tradición de cooperación entre trabajadores y dirección, consolidada en el grupo Volkswagen durante décadas, constituía un marco favorable para el desarrollo de órganos transfronterizos de estructura similar a la de un comité de empresa. El de ámbito europeo se constituyó en una fecha tan temprana como 1990, cinco años antes de la adopción de la Directiva de la Comisión Europea que convirtió la constitución de tales entidades en obligatoria. A esta iniciativa le siguió el acuerdo de crear un Comité de Empresa Mundial en 1999, como consecuencia lógica del desarrollo de Volkswagen en un grupo mundial de empresas.

El acuerdo referido garantiza la libertad de las actividades sindicales, así como la libre elección de representantes de los trabajadores en todos los centros pertenecientes al grupo Volkswagen, y regula la financiación de las operación del Comité de Empresa Mundial con cargo a fondos de la compañía. Todas las marcas de automóvil importantes (Volkswagen, Audi, Skoda, Seat, etc.), así como los centros principales, se encuentran representados en el comité, con la excepción de las fábricas de Shangai y Changchun en China (cuya plantilla conjunta está constituida por unos 16.000 empleados).

Los representantes de los trabajadores son 27 (11 alemanes y 16 de otras nacionalidades), además de un dirigente sindical. Se reúnen una vez al año en sedes diferentes para celebrar una conferencia de varios días de duración. Su objetivo es promover el intercambio de información sobre la evolución y las estrategias del grupo en su conjunto, y garantizar que los intereses de cada sede se tengan en cuenta de una manera equilibrada y conforme a un espíritu de solidaridad.

El grupo concede amplios derechos de información a los representantes de los trabajadores, tanto en el ámbito local como en el internacional. El Comité de Empresa Mundial no cuenta con derechos de participación, de acuerdo con la Ley alemana de comités de empresa. No obstante, la Ley alemana de participación de los trabajadores sí brinda a los miembros locales la posibilidad de ejercer influencia en las operaciones estratégicas que trasciendan los límites de un centro específico, ya que tales operaciones suelen afectar a todos los centros en Alemania.

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En enero de 2000, cuando el conflicto en el seno del sindicato sudafricano se encontraba en su cenit, Uhl voló a Sudáfrica acompañado de Helmuth Schuster, jefe del servicio central de personal de Volkswagen, con la esperanza de mediar entre las partes. Sin embargo, los esfuerzos de estos dos emisarios procedentes de Wolfsburg resultaron infructuosos. Las diferencias fundamentales en cuanto a planteamiento existentes entre los delegados sindicales en la planta sudafricana de Volkswagen, consolidadas lentamente a lo largo de los años, se habían radicalizado en lo que respecta a la negociación con la dirección centrada en las jornadas de trabajo flexibles y otros cambios concebidos para elevar la productividad. Volkswagen había solicitado la adopción de tales medidas para lograr que la fábrica de Uitenhage, que registraba pérdidas, recuperase su nivel mundial en cuanto a calidad y productividad. Simultáneamente, a Uitenhage se le asignó la producción de un nuevo vehículo de clase media destinado a la exportación al Reino Unido. Este proyecto debía crear unos 1.000 nuevos puestos de trabajo en el área de Port Elisabeth / Uitenhage, en la que los niveles de desempleo se acercaban al 50 %.

Debido al empleo recién creado, así como al interés en garantizar las perspectivas de futuro a largo plazo de los trabajadores, la mayoría de los 32 delegados sindicales elegidos estaban dispuestos a negociar. No obstante, una minoría no podía aceptar tal "traición de los derechos arduamente ganados por los trabajadores" y convocó huelgas "espontáneas" con el fin de movilizar el estado de opinión en la fábrica contra la decisión mayoritaria. Cuando, en enero de 2000, NUMSA expulso a los trece delegados opuestos a las medidas, se produjeron violentos enfrentamientos en los lugares de trabajo, y la producción se interrumpió durante un período aproximado de quince días.

Los delegados sindicales de NUMSA afirman que la mayoría de los trabajadores eran contrarios a la huelga, y que ésta se concretó mediante la intimidación y las amenazas violentas. El alcalde "Bicks" Ndoni y otros interlocutores advirtieron de que el lugar "avanzaba hacia una situación de descontrol". La huelga de dos semanas finalizó con un ultimátum de la dirección, que desembocó finalmente en el despido de unos 1.300 trabajadores que decidieron no regresar a sus puestos de trabajo. Entretanto, la plantilla se ha repuesto mediante nuevas contrataciones. La producción registrada en los últimos meses se ha ajustado al plan establecido.

Boninsile Mzeku, uno de los portavoces de los trabajadores despedidos, mantiene una opinión radicalmente distinta de la situación en su conjunto. "Volkswagen quiere desembarazarse de los que nos oponemos a las negociaciones", afirma en la conferencia de prensa anterior al inicio de la actuación de la comisión de mediación. Acusa al sindicato de hacer causa común. "NUMSA ha vendido los trabajadores a la dirección" podía leerse en las pancartas de un grupo disidente no afiliado a ningún sindicato y al que numerosos miembros de la "oposición" se han incorporado a lo largo del proceso.

Es poco probable que la comisión de mediación encabezada por el juez Brandt convenza a las partes en conflicto para alcanzar un compromiso. Ni la dirección local ni el comité de empresa mundial consideran posible que los trabajadores despedidos sean readmitidos, ya que esta solución obligaría a prescindir de los servicios de los recién contratados. En cualquier caso, la incertidumbre respecto a la evolución de la fábrica y de la comunidad en el futuro perjudica las actividades de los sindicatos y la cooperación entre los trabajadores y la dirección.

Hans-Juergen Uhl prevé la llegada de una época de dificultades para los sindicatos en Sudáfrica, y en especial para los representantes de NUMSA en la fábrica de Uitenhage. Señala que, tras las primeras elecciones democráticas en el país, muchos sindicalistas capacitados se pasaron a la política. "Las estructuras sindicales se debilitaron por esta fuga de talentos". El bagaje de cultura democrática de los sindicatos, al igual que el del resto de la sociedad sudafricana, es escaso. Esta carencia hizo posible que el conflicto quedase al margen de todo tipo de control.

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REPRESENTAR CON ÉXITO INTERESES INTERNACIONALES: EL EJEMPLO DE BRASIL

Cuando, a finales de la década de 1990, la crisis financiera de Asia y América del sur amenazó con provocar una destrucción masiva de puestos de trabajo en Anchieta/Sao Bernardo, la sede central del grupo Volkswagen en Brasil (con una plantilla de unos 18.000 trabajadores), el presidente del Comité de Empresa Mundial, Klaus Volkert, de la sede central de Wolfsburg, prestó su apoyo a sus colegas brasileños en sus negociaciones con la dirección local. Estas conversaciones dieron lugar a la adopción de un acuerdo similar a la "Alianza para el Trabajo" de Wolfsburg, consistente en un paquete de medidas que incluían la reducción de la jornada de trabajo con disminución salarial, la flexibilización y futuras garantías de empleo.

Mario Barbosa, representante sindical brasileño responsable de las cuestiones relacionadas con Volkswagen y coordinador para América del sur del Comité de Empresa Mundial, admite que algunos de sus compañeros se opusieron inicialmente al acuerdo referido y, en especial, al limitado alcance del ajuste salarial que se había convenido. Finalmente, sin embargo, primó la consideración de la seguridad en el empleo. "Ni un solo empleado brasileño de Volkswagen perdió su puesto de trabajo durante la crisis", declara Barbosa.

Está convencido de que los asalariados cuentan con una sola respuesta posible a la globalización de la industria, y no es otra que una globalización de las bases a través de la creación de redes internacionales de representación de los trabajadores. "Debemos erradicar la competencia entre trabajadores de distintos países", señala Barbosa, cuyos esfuerzos personales a favor de un movimiento sindical libre en Brasil se remontan a la época de la lucha contra la dictadura militar que regía el país.

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Kelly Forest, de la reputada publicación periódica "South African Labour Bulletin", se refiere a las "nefastas" características del grupo de oposición. Sus portavoces ejercieron en su tiempo como pioneros del movimiento sindical sudafricano. Hoy en día, transmiten la insatisfacción que sienten las bases de trabajadores por el lento ritmo de la reforma en el país. En el ámbito industrial, no han conseguido comprender el cambio de situación posterior a la era del apartheid, debido a la promulgación de una legislación laboral avanzada, la expansión de las posibilidades de participación de los trabajadores, etc. Su estilo político se encuentra aún determinado por la confrontación; a sus ojos, cooperar con la dirección equivale a una traición.

Hans-Juergen Uhl espera asistir en los próximos meses a una estabilización de las estructuras sindicales en la fábrica de Volkswagen en Sudáfrica. Asegura que esta evolución es importante, no sólo para el centro de Uitenhage, sino también para la futura labor del Comité de Empresa Mundial del gigante alemán, puesto que este órgano también depende de la existencia de una base local bien organizada capaz de actuar con eficacia.

Martin Kempe

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