La industria del sexo: los incentivos económicos y la penuria alimentan el crecimiento.

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El informe se basa en estudios detallados de la prostitución y el comercio del sexo en cuatro países: Indonesia, Malasia, Filipinas y Tailandia. Los autores del informe de la OIT ponen cuidado en advertir que la elección del sector del sexo en esos cuatro países no significa en absoluto que destaquen por tener un problema particularmente grave con la prostitución ni que sus valores sociales, morales o económicos sean especialmente aberrantes. Por el contrario, los estudios nacionales en los que se basa el informe "son ilustrativos de la situación existente en muchos países", puesto que la prostitución y sus problemas concomitantes son un fenómeno universal.

Según Lin Lim, la funcionaria de la OIT que realizó el estudio, "si lo ocurrido desde la recesión de mediados de los años ochenta sirve de orientación, es sumamente probable que las mujeres que pierden sus empleos en el sector industrial y de servicios y cuyas familias viven del dinero que ellas les envían, se estén viendo inducidas a entrar en el sector del sexo".

En cuanto a la perspectiva de que la disminución, generalizada en toda la zona, de los ingresos personales provocara una caída de la demanda comercial de servicios sexuales, el informe de la OIT observa que "la pobreza jamás ha impedido a los hombres que frecuentaran a las prostitutas, cuyos honorarios están en función del poder adquisitivo de sus clientes". Es más, tras décadas de interacción con otras economías, la industria del sexo en Asia está eficazmente internacionalizada: no es probable que la demanda exterior se vea alterada por las circunstancias internas e, incluso, puede cobrar mayor impulso en la medida en que los diferenciales de cambio hagan del turismo sexual un aliciente más barato para los consumidores de otras regiones.

Aunque se realizó con anterioridad a la actual crisis, el presente estudio de la OIT denuncia que la escalada de prostitución en Asia, combinada con su creciente significación económica e internacional, tiene serias implicaciones en el ámbito de la moral pública, el bienestar social, la transmisión del VIH/SIDA, la delincuencia, las violaciones de los derechos humanos fundamentales de las personas que trabajan en el sector, y en el de la explotación comercial de la sexualidad, especialmente en el caso de los niños que son víctimas de la prostitución.

A pesar de ello, ninguno de los países afectados cuenta con una legislación clara, ni con políticas públicas eficaces, ni con programas para abordar el problema de la prostitución.

"El sector del sexo no aparece reconocido como tal sector económico en las estadísticas oficiales, en los planes de desarrollo ni en los presupuestos de los gobiernos".

Los gobiernos tienen dificultades para intervenir en este sector, no sólo por tratarse de temas delicados y complejos, sino también por las diferentes circunstancias de quienes comercian con el sexo, que pueden ir desde el trabajo libremente elegido y remunerador hasta el trabajo forzoso exigido en razón de una deuda y una virtual esclavitud. Los países, con todo, han emprendido acciones para erradicar la prostitución infantil, una actividad que el informe de la OIT caracteriza como "grave violación de los derechos humanos y una forma intolerable de trabajo infantil". Se corre el riesgo de que la prostitución infantil aumente con la penuria de los ingresos familiares provocada por la pobreza y el paro, que contribuyen a engrosar las cada vez más numerosas legiones de niños callejeros que son ya un espectáculo común en las calles de las ciudades de todo el mundo.

Importante generador de empleo y de ingresos

El informe afirma que, aunque resulta imposible calcular el número exacto de prostitutas que trabajan en esos países por el carácter de ilegalidad o clandestinidad que rodea este oficio, el total de mujeres implicadas en la prostitución se sitúa entre el 0,25 y el 1,5 por ciento de la población.

Estimaciones hechas en 1993/1994 en Indonesia calculaban entre 140.000 y 230.000 el número de prostitutas que trabajaban allí. En Malasia, los cálculos hablan de 43.000 a 142.000, pero la última cifra es la que más parece aproximarse a la realidad, según el análisis de la OIT. En Filipinas, las estimaciones van de 100.000 a 600.000, pero lo más probable es que la cifra real se sitúe en casi medio millón de prostitutas en todo el país. En Tailandia, el Ministerio de Sanidad Pública registraba 65.000 prostitutas en 1997, aunque fuentes no oficiales mencionan de 200.000 a 300.000. Hay también decenas de miles de prostitutas tailandesas y filipinas trabajando fuera de sus respectivos países. Las personas que se prostituyen son mujeres en su mayoría, pero también hay hombres, travestidos y niños.

Si incluimos a los propietarios, gerentes, proxenetas y otros empleados de los establecimientos dedicados al sexo, la industria del espectáculo relacionada con él y algunos segmentos de la industria turística, el número de trabajadores que se ganan la vida directa o indirectamente mediante la prostitución podría ascender a varios millones. Un estudio realizado en 1997 por el Ministerio de Sanidad Pública de Tailandia concluyó que, de un total de 104.262 trabajadores empleados en unos 7.759 establecimientos en que podían obtenerse servicios sexuales, sólo 64.886 vendían su cuerpo; el resto eran personal de apoyo, incluidas limpiadoras, camareras, cajeras, aparcacoches y guardias de seguridad.

Un estudio malayo da una relación de las ocupaciones vinculadas al sector del sexo, que incluye a médicos (quienes se encargan de examinar regularmente el estado de salud de las prostitutas), vendedores de tenderetes de alimentación en las proximidades de los establecimientos dedicados al sexo, vendedores de cigarrillos y licores, y propietarios que alquilan cuartos a las personas proveedoras de servicios sexuales. En Filipinas, entre los establecimientos que se sabe están implicados en el sector sexual figuran agencias turísticas especializadas, servicios de acompañantes, servicio de habitaciones en hoteles, saunas e instalaciones para el desarrollo del bienestar físico, casas de citas o burdeles, bares, cervecerías, salones de cóctel, cabarets y clubes especiales.

En los cuatro países mencionados, se supone que el sector del sexo supone entre el 2 y el 14 por ciento del Producto Interior Bruto (PIB), y los ingresos que genera son de la máxima importancia para el sustento y los potenciales recursos de millones de trabajadores, además de las propias prostitutas. También las autoridades gubernamentales obtienen importantes sumas en las zonas donde florece la prostitución: unas ilegales, procedentes de sobornos y corrupción; otras legales, derivadas de las licencias y los impuestos con que gravan los muchos hoteles, bares, restaurantes y casas de juego surgidos a la sombra de esa actividad.

En Tailandia, por ejemplo, las mujeres que trabajan en el sector del sexo en las zonas urbanas transfieren anualmente a sus familias de las zonas rurales una suma próxima a los 300 millones de dólares, cifra que en muchos casos supera los recursos financieros destinados por los gobiernos a los programas de desarrollo para esas zonas. Para el período 1993-1995, se ha calculado que la prostitución supuso unos ingresos anuales de entre 22.500 y 27.000 millones de dólares.

En Indonesia, el volumen de negocios del sector del sexo se calcula entre 1.200 y 3.300 millones de dólares anuales, esto es, entre el 0,8 y el 2,4 por ciento del PIB, transfiriendo las prostitutas gran parte de los ingresos que obtienen en los burdeles urbanos donde trabajan a las aldeas en que viven sus familiares. Tan sólo en el área de Yakarta, se calcula que las actividades relacionadas con la venta de sexo producen un volumen de negocios de 91 millones de dólares anuales.

Los incentivos económicos que mueven la industria

Mientras que muchos estudios insisten hoy en destacar las trágicas historias individuales de las prostitutas y, en especial, de las mujeres y niños engañados u obligados a entrar en ese mundo, el estudio de la OIT subraya que muchas de las personas que trabajan en este sector entraron en él por razones prácticas y con cierta conciencia de lo que implicaba, en líneas generales, la elección que estaban haciendo. Alrededor de la mitad de las prostitutas malayas entrevistadas para el estudio respondieron que fueron "sus amigas quienes les mostraron la forma de ganar dinero fácilmente"; lo mismo sucede en los demás países objeto del estudio.

Lo cierto es que, a pesar del estigma social y de los peligros que conlleva, el trabajo sexual suele estar mejor retribuido que la mayoría de las otras opciones de trabajo asequibles para unas mujeres jóvenes y, a menudo, sin educación. En los cuatro países estudiados, proporcionaba ingresos significativamente mayores que las demás formas de trabajo no calificado.

En muchos casos, además, ese trabajo sexual es la única alternativa viable para que las mujeres de comunidades en donde faltan casi por completo programas de desarrollo del bienestar social hagan frente a la pobreza, el desempleo, los matrimonios fracasados y las obligaciones familiares. Para las madres solteras, representa a menudo una opción más flexible, remuneradora y menos exigente en cuanto al tiempo que el trabajo en una fábrica o en el sector de los servicios.

Las encuestas hechas en los establecimientos del sector revelaron que, si bien una proporción significativa de trabajadoras implicadas en él afirmaban que desearían cambiar de ocupación si pudieran, muchas expresaban su preocupación por la eventual pérdida de ingresos a que se arriesgarían si lo hicieran.

Aun así, los estudios indican que, para la mayoría de las mujeres interrogadas, la prostitución es una de las formas de trabajo más alienantes. Cerca del 50 por ciento de las mujeres entrevistadas en los salones de masaje filipinos respondieron que desempeñaban su trabajo "con gran pesar de su corazón", y un 20 por ciento afirmaron sentir "atormentada su conciencia porque aún consideraban pecaminosas las relaciones con sus clientes." De las entrevistas con las mujeres que trabajan en los bares filipinos se desprende que más de la mitad de ellas no sentían "nada" cuando practicaban el sexo con un cliente, mientras que, para el resto, esas relaciones las entristecían.

El 34 por ciento de las mujeres que trabajaban en casas de masajes justificó su elección de aquel trabajo como necesario para el mantenimiento de unos padres que vivían en la pobreza, el 8 por ciento, para ayudar a sus hermanos, y el 28 por ciento, para ayudar a su marido o su pareja. Más del 20 por ciento reconoció que era un trabajo bien pagado, pero sólo el 2 por ciento lo veía fácil, y otro 2 por ciento decía que le agradaba hacerlo. Más de un tercio informaron haber sido sometidas a violencia o acoso, por la policía comúnmente, pero también por los empleados municipales y por individuos integrados en bandas de delincuentes.

Una encuesta realizada entre las trabajadoras de casas de masajes y burdeles tailandeses reveló que "la mayoría de las mujeres entraban en la industria del sexo por razones económicas". Las trabajadoras de los burdeles eran más proclives a afirmar que se habían dedicado a la prostitución para mantener a sus hijos, mientras que entre las masajistas se repetía más como motivación la oportunidad de obtener ingresos elevados para ayudar a sus padres. Casi todas las entrevistadas afirmaron que conocían el tipo de trabajo a que se iban a dedicar antes de elegirlo. Casi la mitad de las trabajadoras de los burdeles y la cuarta parte de las masajistas habían trabajado anteriormente en la agricultura. Otro 17 por ciento de las masajistas dijeron haber estado ocupadas en el hogar o en industrias domésticas, y un 11 por ciento habían sido empleadas de hogar.

La justificación aducida en Tailandia y en los demás países, es que, a cambio de desempeñar una ocupación mal vista por la mayor parte de la sociedad y que implica riesgos ciertos para la salud, "los trabajadores esperaban unos ingresos mayores que los que podían obtener en otras ocupaciones". En casi todos los segmentos del comercio del sexo, esa expectación se ve cumplida, y las remesas de las mujeres que trabajan en la industria del sexo proporcionan a muchas familias campesinas un nivel de vida relativamente alto. Los ingresos de las trabajadoras sexuales tailandesas variaban ampliamente según el sector y el número de transacciones efectuadas, pero los estudios indicaban una media de 800 dólares mensuales, en general, con 1.400 dólares de promedio para las empleadas en casas de masajes y de 240 dólares para las trabajadoras de los burdeles.

Los estudios sobre la prostitución en Indonesia coinciden en indicar ingresos relativamente altos comparados con los de otras ocupaciones en las que pueden encontrar trabajo las mujeres con niveles bajos de educación. Los ingresos personales de esas mujeres en el sector más alto de las grandes ciudades (por ejemplo, prostitutas que trabajan en discotecas y en clubes nocturnos selectos), pueden ser de hasta 2.500 dólares al mes; una cifra que supera con mucho el sueldo de un funcionario medio o el de empleados en otras ocupaciones que exigen un alto nivel de educación. Los ingresos del sector en su nivel medio se estimaron en unos 600 dólares mensuales de media, y en 100 dólares los del nivel bajo. (Todo ello considerando una cotización del dólar de 2.000 rupias.)

En contraste, los ingresos y las condiciones laborales en el ínfimo escalón del sector son miserables. Las transacciones sexuales en los burdeles más baratos pueden no superar el precio de 1,5 dólares y todavía menos en las calles de los suburbios pobres, en los alrededores de mercados y a lo largo de las estaciones del tendido ferroviario, donde los riesgos para la salud personal son comparativamente mayores por la posibilidad de contraer alguna enfermedad de transmisión sexual y el SIDA/VIH.

En Malasia, los ingresos del sector del sexo superan a los derivados de los demás tipos de empleo no cualificados. En la industria manufacturera, por ejemplo, los salarios medios anuales en 1990 fueron de 2.852 dólares para los trabajadores cualificados y de 1.711 dólares para los no cualificados. En comparación, una trabajadora del sexo a tiempo parcial en el más barato de los hoteles, que cobró 4 dólares por cliente, tuvo unos diez clientes durante una jornada de 12 horas, y trabajó sólo un día por semana, ganó 2.080 dólares ese año.

Una de estas mujeres se expresaba así: "Puedo ganar lo suficiente para sacar adelante a mis dos hijos pequeños. ¡Es tan difícil conseguir que alguien los cuide cuando trabajas en otro sitio! Aquí sólo vengo cuando necesito el dinero, y no tengo problemas en encontrar una canguro para un sólo día".

En los estudios de los cuatro países se hace constar, con todo, que la información contenida se obtuvo de establecimientos y de prostitutas individuales que aceptaron responder a las encuestas. El cuadro es incompleto, por consiguiente, puesto que faltan aquellos establecimientos, burdeles en particular, que tienen virtualmente esclavizadas a sus trabajadoras, así como las respuestas que hubieran podido dar mujeres y niños que son víctimas de graves abusos y explotaciones.

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* The Sex Sector: The economic and social bases of prostitution in Southeast Asia, editado por Lin Lean Lim, Oficina Internacional del Trabajo, Ginebra, 1998, ISBN 92-2-109522-3. Precio: 35 francos suizos.

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Los niños víctimas de la prostitución

La OIT subraya que, si bien los adultos pueden elegir como ocupación el trabajo sexual, los niños son siempre y en todo caso víctimas de la prostitución. "La prostitución infantil se diferencia de la de los adultos y debería ser considerada un problema mucho más grave que ésta". En contraste con los adultos, los niños "son claramente mucho más vulnerables y están más indefensos contra las estructuras montadas y los intereses implicados en el sector del sexo, por lo que es mucho más probable que sean víctimas del trabajo forzoso para redimir deudas, objeto de tráfico, violencia física o tortura. La explotación comercial de la sexualidad es una forma de violencia tan grave contra la infancia que amenaza la vida del niño y le deja para siempre una serie de secuelas."

Como ocurre con la prostitución de los adultos, no tenemos datos exactos sobre la prostitución infantil. Un informe de 1997 calculó en 75.000 el número de niños víctimas de este abuso en Filipinas. En 1993, una estimación para Tailandia hablaba de entre 30.000 y 35.000 niños prostituidos. En Indonesia, en 1992, otro estudio determinó que la décima parte de las prostitutas tenían menos de 17 años y que, entre las mayores, más de una quinta parte afirmaba haber comenzado a trabajar antes de esa edad. En Malasia, más de la mitad de las personas "rescatadas" de diversos establecimientos dedicados al sexo tenía menos de 18 años.

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Prostitución y feminización de las migraciones

De forma significativa, los estudios por países que venimos citando apenas encontraron mujeres, por no decir que no hallaron ninguna, que estuvieran trabajando como prostitutas en las poblaciones o aldeas en que habían crecido. Las prostitutas, en efecto, son reclutadas para las ciudades de las zonas rurales, de pequeñas poblaciones o entre las jóvenes que, recién llegadas a las áreas urbanas en busca de su primer trabajo, son más vulnerables y susceptibles de ser atraídas al sector del sexo.

El informe de la OIT cita también la existencia de pruebas que sugieren que ha habido un aumento del tráfico internacional de mujeres y niños para el sector del sexo. Existen organizaciones clandestinas que dirigen con "implacable eficacia" y, a menudo, con conexiones oficiales, redes para reclutar, transportar y vender mujeres y niños fuera de las fronteras nacionales.

De 20.000 a 30.000 mujeres birmanas trabajan en el sector del sexo en Tailandia, según las estimaciones; casi todas son inmigrantes ilegales que corren constantemente el riesgo de ser detenidas y deportadas, y se calcula que el 50 por ciento son seropositivas al VIH. En la India trabajan como prostitutas unas 100.000 mujeres nepalesas, y otras 5.000 son introducidas ilegalmente en el país cada año. Los cálculos hablan de una trata que, en la pasada década, ha transportado a Pakistán unas 200.000 mujeres de Bangladesh, y varios miles más a la India.

El informe identifica la feminización de la migración laboral como uno de los principales factores que alimentan el crecimiento del sector del sexo. Dice que alrededor de un 80 por ciento de las trabajadoras asiáticas que inmigraron legalmente en el Japón en los años noventa eran "artistas de variedades", eufemismo común para designar a las prostitutas. La mayoría de ellas proceden de Filipinas y de Tailandia. Mujeres tailandesas trabajan como prostitutas por toda Asia, así como en Australia, Europa y Estados Unidos. Los flujos de prostitutas que recorren el Sur y el Sudeste de Asia se describen, por su regularidad y complejidad, como algo semejante a las idas y venidas cotidianas de los habitantes de los suburbios de las grandes ciudades para iniciar y al concluir su jornada laboral.

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¿Qué se debe hacer?

Un obstáculo importante en la formulación de políticas eficaces y de programas para abordar la prostitución ha sido que "los diseñadores de esas políticas han rehuido tratar directamente el problema de la prostitución como un sector económico."

El informe afirma categóricamente que está fuera de las competencias de la OIT definirse sobre si los países deberían o no legalizar la prostitución. No obstante, reconociendo plenamente la complejidad de atajar por entre la maraña de percepciones equivalentes, inconsistentes y contradictorias que envuelve el tema de la prostitución, ofrece algunas recomendaciones para el desarrollo de una toma de posición política:

Proponerse la erradicación de la prostitución infantil

Reconocer la variedad de circunstancias que se dan entre las prostitutas y eliminar las abusivas.

Centrarse en las estructuras que mantienen la prostitución, no en las prostitutas.

Realizar análisis macroeconómicos oficiales para evaluar, por ejemplo, la problemática sanitaria del sector, decidir el alcance y la magnitud de las políticas de mercado necesarias para tratar con quienes trabajan en él y estudiar las posibilidades de extender la fiscalidad a muchas de las lucrativas actividades asociadas al sector del sexo.

Examinar el aspecto sanitario, no sólo entre las prostitutas, sino también entre los clientes, teniendo en cuenta que la cadena de transmisión desde el sector del sexo a la población incluye personas que practican el sexo sin protección alguna con sus esposas o con otras personas.

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Entrevista realizada a la Dra. Lin Lean Lim, editora de

"The Sex Sector: The economic and social bases

of prostitution en Southeast Asia"

Trabajo: ¿Se ha convertido el comercio del sexo en Asia en un sector económico? ¿Cómo se desarrolla?

Sra. Lin Lim: La prostitución en Asia parece haber crecido hasta un punto en el que se puede hablar de un sector económico que genera un importante volumen de empleo y produce ingresos para un gran número de personas directa o indirectamente vinculadas al sector. Asimismo, parece haber evolucionado en respuesta tanto a los gustos y al refinamiento variables de los clientes como a la promulgación de medidas legislativas, y por la existencia de unos crecientes intereses económicos, tanto nacionales, como internacionales, asociados al sector del sexo.

Trabajo: ¿Constituye esto una especie de "mundialización" de la prostitución?

Sra. Lin Lim: Sí, y se puede hablar de mundialización desde dos ángulos. El primero es que parece existir un creciente tráfico internacional de mujeres y niños destinados al sector del sexo. El segundo es, obviamente, que el creciente turismo sexual atrae clientes de otros países, en este caso, hacia los países del sudeste asiático.

Trabajo: ¿Qué dimensión tiene el sector del sexo y cómo se asocia a otros sectores?

Sra. Lin Lim: La denominación "sector del sexo" implica que, lejos de tomar en consideración únicamente a las prostitutas y a las personas que se prostituyen, debemos ser conscientes de que se trata de un sector altamente estructurado y vinculado a determinados segmentos de las industrias turísticas y hotelera, la venta de cigarrillos y licores y otros intereses muy poderosos y arraigados. Ponemos el acento en el sustrato económico de la prostitución con objeto de llamar la atención sobre la circunstancia de que, para abordar el problema, es preciso actuar sobre las estructuras organizativas del sector. Debemos ser igualmente conscientes de que las políticas macroeconómicas de desarrollo impulsadas por los gobiernos pueden contribuir indirectamente a su crecimiento.

Trabajo: ¿Cuáles son estas políticas macroeconómicas?

Sra. Lin Lim: Quisiera puntualizar que ninguno de los gobiernos de los países estudiados tiene intención de promover el crecimiento del sector del sexo. La prostitución es ilegal tanto en Filipinas como en Tailandia. Sin embargo, las políticas de promoción del turismo, la inmigración de trabajadores extranjeros y la "exportación" de mano de obra femenina con objeto de generar ingresos en divisas han contribuido directamente al aumento de la prostitución. Además, al generar una mayor disparidad de rentas entre las áreas rurales y urbanas, las políticas de desarrollo aplicadas en ciertos países han provocado la marginación de ciertos segmentos de su fuerza de trabajo. La falta de oportunidades económicas para las personas con niveles inferiores de educación y, no menos importante, la ausencia de redes de seguridad y protección social de los pobres pueden haber contribuido también al crecimiento de la prostitución hasta transformarse en un sector.

Trabajo: ¿Cómo ha evolucionado la prostitución en los últimos años?

Sra. Lin Lim: El informe se elaboró antes de la actual crisis asiática. Sin embargo, la experiencia derivada de la crisis de mediados del decenio de 1980 indica que se produjo un incremento de la prostitución, en especial entre las mujeres que remitían dinero a sus familiares de las áreas rurales, quienes habían llegado a depender de esas remesas para sobrevivir. Por lo tanto, en ese contexto, existe, evidentemente el riesgo de que, cuando alguien pierde su empleo, se vea forzado a prostituirse, no sólo como medio de supervivencia personal, sino también de la supervivencia de sus familiares. El peligro, evidentemente, estriba en que, no sólo sea la pobreza relativa la que induzca a un número creciente de personas a prostituirse, sino que la pobreza absoluta se incremente con la crisis.

Trabajo: ¿Qué hacen los gobiernos?

Sra. Lin Lim: Para los gobiernos nunca ha sido fácil abordar la cuestión de la prostitución, debido a las complejidades y sensibilidades imbricadas en un problema que, aun siendo de naturaleza económica, tiene igualmente importantes implicaciones para la moral pública, el bienestar social, la delincuencia y la sanidad, en particular por lo que respecta a la transmisión del virus de la inmunodeficiencia humana (VIH), causante del SIDA. La situación se complica igualmente en virtud de la extensa red de intereses creados, de la presencia de factores religiosos y, no menos importante, de las consideraciones relativas a los derechos humanos. Además, está la naturaleza "clandestina" del sector, que constituye un elemento añadido de complejidad. Todas estas dimensiones hacen que resulte más difícil para los gobiernos adoptar una posición legal nítida y aplicar políticas eficaces en relación con el sector del sexo.

Trabajo: ¿Cómo acceden las mujeres al sector del sexo y cuales son sus condiciones de trabajo?

Sra. Lin Lim: Existe una multiplicidad de situaciones. Algunas mujeres acceden libremente, como una forma de liberación sexual; otras "eligen" ese trabajo, por ser la única salida económica para las personas con un nivel educativo muy bajo. En otros casos, las mujeres entran en el sector sexual engañadas, para saldar deudas con el trabajo. Según la forma de acceso al sector, las condiciones de trabajo varían entre un trabajo bien remunerado y unas condiciones laborales relativamente satisfactorias, y una situación de abuso y explotación que implica una virtual esclavitud. Por ello, en el informe se subraya que en los programas y políticas se debe dar un trato diferenciado a las necesidades diversas de los grupos integrantes del sector. Se subraya especialmente que la prostitución de los adultos debe recibir un trato diferenciado de la prostitución infantil. En el caso de la prostitución de los adultos, se puede adoptar el criterio de que, allí donde se permite la prostitución, se deben ofrecer a los trabajadores del sexo unas condiciones de trabajo adecuadas y aplicárseles la legislación laboral igual que al resto de los empleados. En cambio, la posición de la OIT es muy firme respecto a que la prostitución infantil no debe ni puede tratarse como la prostitución adulta. La prostitución infantil constituye una grave violación de los derechos humanos y una forma intolerable de trabajo infantil que se debe erradicar.

Trabajo: ¿Por qué pone usted el acento en el sustrato social de la prostitución?

Sra. Lin Lim: Para llamar la atención sobre la circunstancia de que, además de la existencia de aspectos bien estructurados del sector y de los intereses creados, el sector del sexo se alimenta igualmente de unas fuerzas sociales caracterizadas por las relaciones desiguales entre hombres y mujeres. En muchas de estas sociedades - patriarcales - existen diferentes escalas de valores morales y distintos códigos de conducta para hombres y mujeres. Además, existen códigos de conducta y reglas sociales que dictan las relaciones entre padres e hijos. Algunas hijas se prostituyen para contribuir al sustento de sus familiares como medio de reembolsar a sus padres.

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