Desarrollo de cooperativas en el Sahel. Expertos nacionales formados por la OIT toman las riendas de la acción internacional.

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DIANTAKAYE, Níger - Mama Traoré endereza las puntas del turbante azul de complicados dobleces que le enmarca el rostro. En cuanto llega, lo rodean multitud de aldeanos que le llaman por su nombre y le dan la mano. En Diantakaye, como en Kotoka, su anterior parada, y en las aproximadamente veinte aldeas de esta parte del delta interior del río Níger en las que ha ayudado a establecer pequeñas parcelas de arroz en régimen de regadío, Mama es muy conocido. Cuando surgen dudas o problemas, es a él a quien acuden. Trátese de nivelar el terreno o de regar las parcelas, de elegir las semillas, trasplantar los plantones o recolectar el arroz, él es quien ha enseñado el ciclo completo a estos aldeanos empobrecidos y golpeados por la sequía. Desde que apareció en escena, han renovado su confianza en el futuro organizándose con el fin de producir más y mejores cosechas.

Nacido en San, a unos 180 kilómetros al sur, Mama se ha formado como experto en agricultura. Empezó en 1968 en Timbuktú, en el Ministerio de Agricultura de Malí, gestionando 650 hectáreas de arrozales con un sistema de riego con agua de lluvia. Pero la sequía de principios de la década de 1970 obligó a implantar un suministro continuo de agua del río. Se pusieron en marcha varios proyectos de ayuda internacional, tanto para restaurar los canales de riego como para ayudar a los campesinos y a otras personas que acudían desde el norte, empujados por el hambre, a dominar las nuevas técnicas de regadío. Mama participó en estos proyectos y, con los años, se convirtió en un experto reconocido.

"Nuestro primer gran éxito lo obtuvimos en Diré, al sur de Timbuktú, donde logramos producir una cosecha en la estación cálida", dijo. "Los agricultores eran inexpertos, antiguos nómadas que se habían refugiado en la región. Todo el mundo dijo que fracasaríamos. Pero demostraron estar muy abiertos a nuestros consejos".

"Se nos ocurrió la idea de combinar tres plantaciones con el cultivo del arroz", continuó. "Al principio, había que proteger los campos de las abrasadoras tormentas de arena rodeándolos con haces de ramas. A continuación plantamos hileras de eucaliptos. Observamos que mantenían cierto grado de humedad en el suelo. Y como crecen deprisa, dedujimos que la reforestación con estos árboles sería un complemento excelente al cultivo de arroz y complementaría las rentas de los agricultores…"

Cuando Mama Traoré abandonó Diré en 1991 para iniciar un nuevo proyecto en la región de Mopti, ya había alrededor de 50 hectáreas plantadas con árboles. Desde entonces, la técnica ha ganado aceptación en todas las regiones del Sahel en las que se practica la agricultura de regadío, desde Mauritania hasta Senegal. El caso de Mama no es sólo el del viaje profesional de un hombre. Junto con las trayectorias similares seguidas por otros, ilustra el éxito del programa de cooperación técnica de la OIT, aplicado durante más de veinte años en seis países del Sahel (Burkina Faso, Cabo Verde, Malí, Mauritania, Níger y Senegal).

La herramienta: un planteamiento de participación

El proyecto ACOPAM empezó en 1978 como instrumento destinado a completar y continuar la ayuda alimentaria prestada a las víctimas de la sequía por el Programa Mundial de Alimentos (PMA). Varios años más tarde se transformó en un vasto programa llamado "Organizational and Cooperative Support to Grassroots Initiatives in the Sahel". A lo largo de sus cinco fases en los seis países de la zona de destino se han realizado, en el marco del proyecto, más de treinta proyectos nacionales, con un coste total directo de 50 millones de dólares de Estados Unidos, cubierto por el Gobierno de Noruega. Además, se realizaron diversas actividades en colaboración con otros participantes y donantes.

De estos proyectos se beneficiaron más de 85.000 grupos rurales de más de 2.000 organizaciones campesinas de base, en su mayor parte asociadas con federaciones de alto nivel responsables de coordinar sus actividades. Pero el éxito de ACOPAM en la lucha contra la pobreza rural no se mide tanto por las toneladas de cereal producidas, consumidas o comercializadas, como por el número y la efectividad de los hombres y mujeres formados sobre el terreno y capaces de transmitir a otros sus conocimientos.

De hecho, la herencia más importante de este programa internacional para los países beneficiarios es un nuevo instrumento de formación y unas personas capaces de aplicarlo eficazmente.

"Si tuviese que señalar un único aspecto particular de lo que ACOPAM nos ha proporcionado, sería la calidad y la coherencia del método de formación", afirma Latsoukabé Fall, ingeniero agrícola y Director de Agricultura del Ministerio de Agricultura de Dakar, Senegal. "En todos nuestros países, donde la mayor parte de la población es rural, es esencial asegurarse de que las personas tienen los conocimientos mínimos necesarios para analizar la situación en que se encuentran, para desarrollarse individual y colectivamente y para poder tomar la decisión de permanecer en sus aldeas en lugar de emigrar a la ciudad o a otro país. ACOPAM ha sido una máquina poderosa que ha transmitido su experiencia práctica a las poblaciones rurales y fomentado su organización."

Los beneficiarios directos del programa no se muestran menos agradecidos. "He aprendido a leer y escribir en mi lengua, el pulaar, gracias a los cursos del ACOPAM", dice un funcionario local elegido, miembro del nuevo Comité Rural de la aldea de Madina Niattbé, en Senegal. "Jamás hubiera aspirado a desempeñar las funciones que ahora desempeño sin los debates, el reciclaje y los programas de continuación de los que me he beneficiado", reconoce Issaka Ouandaogo, jefe de los Servicios de producción de la sede de la UCOBAM (Unión Nacional de Cooperativas Agrícolas y Hortícolas de Burkina Faso) en Uagadugú.

La característica exclusiva del método de enseñanza desarrollado por ACOPAM es el planteamiento participativo. "El programa básico, cuyo objeto es hacer a los agricultores plenamente conscientes de sus responsabilidades en la gestión de sus actividades, está estrechamente vinculado con su trabajo cotidiano", señala un documento de ACOPAM. "La metodología propuesta", continúa el documento, "se basa en el principio de que la formación proporcionada debe servir para superar un obstáculo mental o para complementar un conocimiento que la experiencia ha revelado insuficiente. Este planteamiento participativo está muy alejado de la idea según la cual todo conocimiento se adquiere a partir de un formador y siguiendo un programa predefinido; por el contrario, aquí se transforma al formador en facilitador".

El Programa de Alfabetización Funcional (PAAP), desarrollado inicialmente como instrumento para la gestión de planes de regadío a pequeña escala, es un buen ejemplo de lo dicho anteriormente. Su objetivo es permitir a los organismos competentes y a los agricultores de las asociaciones dominar los aspectos de la lectura y la escritura y las operaciones aritméticas necesarios para mantener los documentos de gestión. A su vez, este conocimiento básico les proporciona acceso a las destrezas necesarias para asegurar el seguimiento diario de sus actividades: contabilidad, cálculo de impuestos, seguimiento de la situación financiera, mantenimiento de un balance y una contabilidad general de la explotación de la granja.

Más tarde, PAAP se generalizó a otros ámbitos. El tema y el contenido de la formación básica se han adaptado continuamente a la naturaleza de la actividad económica de los participantes, a su lengua y a su entorno sociocultural. ACOPAM desarrolló de este modo más de veinte programas dirigidos a pequeños empresarios, así como a agricultores de planes de regadío a pequeña escala, miembros de bancos de cereales, artesanos, pescadores, horticultores, etc.

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Dos décadas de promoción de cooperativas

Las principales áreas de intervención de ACOPAM entre 1978 y 1999 han sido las siguientes:

• Mercados del algodón autogestionados (una forma descentralizada de recolección en las zonas productoras). Actualmente estos mercados comercializan casi el 80 % de la producción algodonera del Sahel.

• Bancos de cereales en las aldeas: se han creado más de 300 instalaciones de este tipo, de las que se benefician casi 20.000 personas en Senegal, Burkina Faso y Níger. Los intercambios de cereales entre zonas excedentarias y deficitarias permiten a las primeras movilizar sus excedentes y a las segundas abastecerse a precios no especulativos.

• Los sistemas de crédito y ahorro han movilizado más de 400 millones de francos CFA en beneficio de 7.000 miembros de grupos de mujeres, lo que a su vez ha permitido lanzar actividades económicas rentables y, de este modo, estimular el desarrollo local sostenible. Se han llevado a cabo por países otras actividades de apoyo a favor de organizaciones de mujeres en cooperación con los servicios nacionales competentes.

• Planes de regadío de pueblos a pequeña escala: se han desarrollado más de 3.000 hectáreas en Senegal, Malí y Mauritania, y sus beneficiarios (unos 25.000 campesinos) han recibido formación sobre cultivo de arroz y autogestión de sus parcelas, en las que también se han establecido más de 150.000 metros de protección de plantaciones arbóreas y producción.

• Gestión de la tierra: se han constituido comités de gestión en las aldeas para evitar la degradación del suelo en determinadas zonas pobladas (en las orillas de los embalses formados por presas, por ejemplo); los miembros de estos comités han aprendido a dominar modernos instrumentos de análisis y previsión. Ahora participan en debates regionales de problemas relativos al desarrollo y el uso del suelo.

Además, la atención especial prestada a las cuestiones relacionadas con la salud ha llevado a muchas organizaciones de base a constituir sociedades mutuas de salud con el fin de proporcionar a sus miembros dispensarios de atención primaria y de crear y gestionar farmacias de aldea.

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La gente: experiencia nacional

Pocas actividades de cooperación técnica han integrado tan rápida y completamente el desarrollo y el uso de la experiencia nacional en su planteamiento. Se han asociado con la acción internacional numerosos ingenieros, profesores y técnicos agrónomos de los países destinatarios. Convencidos de que lo que habían adquirido en el programa debía fructificar y de que debían utilizar los instrumentos que ahora tenían en sus manos, cuando ACOPAM se retiró ellos consideraron lo más natural hacerse cargo del programa.

"La decisión de crear nuestra ONG se adoptó en febrero de 1995", recuerda Amadou Cissé, Director Ejecutivo de la organización AFAR en Malí, de la que es miembro activo Mama Traoré. "Hasta diciembre de ese mismo año éramos tres empleados nacionales de ACOPAM, lo que nos dio un período de transición de varios meses para hacernos cargo de las actividades del programa en la región".

Desde enero de 1996, la nueva "Asociación para la formación rural y el progreso autónomo" ha mantenido un contrato de asociación con el Fondo Europeo de Desarrollo (FED), el mayor cliente de la zona, con diferencia, y que interviene en un proyecto de desarrollo de recursos hídricos de superficie. Hasta esa fecha, ACOPAM era responsable de todas las actividades de formación del proyecto. "Este contrato, por valor de 200 millones de francos CFA al año, es el mejor regalo de partida que ACOPAM podía hacernos", reconoció A. Cissé.

Pero AFAR no ha confiado únicamente en este golpe de suerte. "Nos interesa diversificar nuestros servicios (formación, apoyo y asesoramiento, estudios técnicos y financieros) y nuestros socios… De hecho, desempeñamos la función de una empresa de consultoría". Los socios o clientes actuales de AFAR, además del FED, incluyen organismos internacionales, como el Banco Mundial, la FAO, el UNCDF (Fondo de las Naciones Unidas para el Desarrollo del Capital), la ONUDI (Organización de las Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial) y el IFAD (Fondo Internacional para el Desarrollo Agrícola), así como varias ONG de otros países y diversas instituciones públicas o semipúblicas de Malí. En la actualidad, AFAR emplea a una media de cuarenta colaboradores, de los que alrededor de una decena son permanentes. La ONG acaba de comprar el edificio que le sirve de sede en Sévaré, cerca de Mopti, y está construyendo un anexo para alojar un centro de formación.

En los países vecinos se han formado otras estructuras organizativas del mismo tipo: Wekré ("incubar ideas", en la lengua moré) en Burkina Faso; GAMA (Asociación para el Apoyo al Movimiento Organizativo) en Níger; el Centro de Formación Cooperativa de Bogué, en Mauritania; el FSD y el Grupo PRODEL (Estrategias para el Desarrollo de Base y Local), en Senegal, entre otras. Dentro de cada país, se han agrupado todos los actuales agentes del desarrollo rural -proveedores de servicios y organizaciones representantes de los beneficiarios- con el propósito de crear un marco para el diálogo, el intercambio de experiencias y la armonización de esfuerzos. Y, con el fin de ampliar las posibilidades de intercambiar información y tecnología y para consolidar algunas estructuras más débiles o insuficientemente equipadas, ha surgido la idea de crear una "red de redes" transfronteriza, que se está constituyendo en este momento.

Huir de la dependencia

El objetivo inicial de ACOPAM se ha mantenido: ayudar a alcanzar la autonomía alimentaria y luchar contra la pobreza en el campo formando y organizando a las poblaciones rurales y ayudando a los países destinatarios a pasar de una situación de dependencia de la ayuda internacional en las áreas rurales a una autonomía cada vez mayor, tanto en destrezas como en recursos materiales.

Las destrezas han surgido y se han difundido gracias, sobre todo, a un esfuerzo considerable por formar a los formadores y por difundir una metodología probada. La disposición de los formadores a ayudar es impresionante, y el mercado es enorme; las comunidades rurales de los países destinatarios todavía necesitan alfabetización, formación técnica, asesoramiento, ayuda para organizarse, etc. Además, en la región empieza a despuntar la democracia y hay esperanza de que se constituya una sociedad más igualitaria (especialmente en el ámbito de las relaciones entre hombres y mujeres). Este movimiento debe estimularse. La dificultad estriba en vincular las destrezas existentes con la base potencial de clientes. Las comunidades rurales son todavía muy pobres y, en gran parte, insolventes, aunque su supervivencia no corre peligro inminente. ¿Quién les ayudará a sufragar los costes de formación y de progreso?. ¿Y qué les deparará el futuro cuando las estructuras de apoyo y asesoramiento creadas lleguen a su fin?.

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Se estima que los distintos tipos de cooperativas a través del mundo, que abarcan desde pequeñas asociaciones hasta empresas multimillonarias en dólares, emplean a más de 100 millones de mujeres y hombres, y cuentan con más de 800 millones de miembros.

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Se trata de preguntas decisivas. La respuesta a la primera es, por desgracia, obvia: la ayuda internacional en todas sus formas seguirá siendo necesaria durante muchos años. El ejemplo de AFAR y de estructuras nacionales similares demuestra que los primeros usuarios de las destrezas en el mercado de la formación y el apoyo y asesoramiento son los proyectos puestos en marcha por operadores extranjeros. Pero las fuerzas que impulsan AFAR señalan que "Los servicios prestados a las poblaciones están un tanto dispersos y a merced de la buena voluntad de las instituciones que les ofrecen contratos… Es difícil responder a ciertas necesidades básicas de poblaciones limitadas por los mismos beneficios sectoriales realizados por los asociados". A este respecto, sería esperanzador que hubiera al menos una coherencia mínima entre las actividades de las distintas organizaciones que intervienen y que, como ACOPAM, se esforzasen mucho en alejarse poco a poco cuando llegue el momento de la retirada.

La respuesta a la segunda pregunta afecta a la función de los organismos competentes de los países destinatarios. El Estado debería ser capaz de diseñar una auténtica política de desarrollo rural orientada a:

• Hacer la formación accesible a sus poblaciones rurales, respetando al mismo tiempo sus prioridades y fomentando su libertad de expresión.

• Insuflar orden y coherencia en el sistema; unificar y simplificar en lugar de multiplicar las instituciones y los procedimientos.

• Mejorar las destrezas y la credibilidad de sus representantes sobre el terreno, así como su dominio de los problemas que deben resolver.

• Estimular las estructuras de formación y la supervisión nacional privada sin recurrir al adoctrinamiento, y garantizar el uso de sus servicios por parte de las instituciones públicas que trabajen a favor del desarrollo.

- Michel Fromont es funcionario jubilado de la OIT y director de Trabajo.

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