Los partidos políticos y los sistemas de partidos en España

AuthorPaloma Román Marugán, Mada Sukmajati
Pages171-193
© Editorial UOC Capítulo A. Los partidos políticos y los sistemas de partidos en España
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Capítulo A
Los partidos políticos y los sistemas
de partidos en España
A-1. Breves antecedentes históricos
La larga dictadura del general Francisco Franco entre 1936/39 y
1975 ha condicionado la escena política española en un doble aspecto.
En primer lugar, la prohibición del ejercicio de las derechos políticos
y las libertades de los españoles durante un amplio período de tiempo,
que alejó nuestro país de otras naciones europeas con democracias
afianzadas; y, en segundo lugar, esa situación de excepción marca aún
a la sociedad española, y sobre todo a su cultura política, a pesar del
avance en la modernización y en la consolidación de la democracia que
ha experimentado España en los últimos 35 años.
Los partidos políticos son explicados por los expertos como fenó-
menos que nacen en el seno de las sociedades. La existencia de la polí-
tica como actividad reguladora del conflicto social es tan antigua como
el mundo; por ello, se dice que la política es una actividad universal en
el tiempo y en el espacio. Así pues, todas las sociedades –independien-
temente de su nivel de complejidad– han precisado autoordenarse a
través del ensayo de formulas de esta actividad procedimental, que se
conoce con el nombre de política. En definitiva, a la necesidad de regu-
lación del conflicto social, se respondió con la creación de las estruc-
turas políticas. Y dentro de ellas, y a partir del siglo XIX en concreto,
surgen los partidos políticos.
Si bien es cierto que en los estudios clásicos sobre estasiología,
M. Duverger plantea un origen parlamentario y un origen extrapar-
lamentario de los partidos políticos, en el análisis político más al uso
hoy en día se trabaja con las tesis de S. Rokkan y S. M. Lipset, que
vinculan el origen de los partidos a las fracturas sociales, llamadas
analíticamente, sin casi traducción, cleavages. Desde esa perspectiva
metodológica, se aborda este trabajo que pretende presentar una
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panorámica del papel de los partidos políticos en el desarrollo de la
democracia española.
Tradicionalmente la sociedad española ha sido una sociedad des-
articulada y rota en gran medida por el cleavage socioeconómico. Las
desigualdades profundas de un país atrasado y pobre con respecto a
la mayoría de sus vecinos europeos, provocaron una incapacidad de
generar organizaciones políticas fuertes, a pesar de contar con esas
hondas líneas de fractura.
Estas circunstancias van a suponer que, desde la implantación del
liberalismo a principios del siglo XIX, la emergencia y la consolidación
de los partidos políticos fueron débiles; así, el sistema de partidos que
se estableció carecía de pautas claras y definidas. Bien al contrario, los
partidos políticos que se denominan genéricamente «burgueses» fue-
ron mucho más un mecanismo en manos de una alianza entre la oli-
garquía y sectores del ejército que unos representantes de los intereses
genuinos de la sociedad civil.
Por otro lado, la debilidad de la sociedad española también impuso
un modelo lento en el nacimiento, el desarrollo y la implantación de
los partidos obreros. Precisamente, el movimiento obrero español va a
caracterizarse por su lentitud, así como por el influjo no solo del pen-
samiento socialista, sino también del anarquista. En el último cuarto
del siglo XIX, es decir, hace más de cien años, nace el Partido Obrero
Socialista Español (PSOE), convertido hoy en un partido de gobierno
en la España democrática. En la década de 1920, y al hilo de la llama-
da de la III Internacional, aparece en escena el Partido Comunista de
España (PCE).
Anticipando la argumentación principal que se ofrece más adelan-
te, cabe señalar que la política española está atravesada también por
otro cleavage estructural: el problema de la organización territorial de
España, el conocido debate entre el centro y la periferia. Se trata de
un problema secular de la política española, acentuado a principios
del siglo XVIII con la llegada al trono de la dinastía francesa de los
Borbones, exportadora del modelo centralista francés que no cuadraba
bien con el pluralismo y la diversidad de las regiones españolas. Este
aspecto va a alentar una división fuerte y persistente de la sociedad
española, motivo de tensión prácticamente constante; y, como es lógi-

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