Un nuevo tipo de tráfico: los niños mendigos de Asia.

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POIPET, Camboya - Los niños habían sido pillados mientras mendigaban ilegalmente en Bangkok y deportados por las autoridades de inmigración tailandesas. Estaban allí, tranquilamente sentados en hilera en el polvoriento suelo, sudando bajo el sol de mediodía, agotados al cabo de cuatro horas de accidentado viaje hasta la frontera de Camboya y aguardando un incierto futuro. Algunos serían reclamados por sus padres, otros serían entregados a los funcionarios e instituciones benéficas, y unos pocos conseguirían escabullirse entre la tupida red, coaccionados o engatusados por agentes para volver a Tailandia.

El más pequeño tenía cuatro años y respondía al nombre de Bon. La mugre que cubría su cuerpo, sus pies deformes y sus piernas retorcidas contrastaban con la amplia sonrisa que iluminaba su rostro. Los traficantes de niños que merodeaban por la frontera se fijaron en él: un niño disminuido consigue más dinero.

Pocos días antes, los ingenuos extranjeros se compadecían del pequeño lisiado y dejaban caer unas monedas en la latita que sostenía en la mano extendida, creyendo que su pequeño óbolo serviría para comprar comida. Se equivocaban. El dinero termina en el bolsillo de un traficante, confirmando la ecuación según la cual turistas ricos y niños pobres es igual a dinero.

Hasta época reciente, el número de mendigos infantiles se mantenía reducido por la explotación de la prostitución de unas 80.000 mujeres y niños, iniciada en 1980. Sin embargo, los expertos han detectado un incremento del tráfico de menores destinados a la prostitución infantil en la región del Mekong. Desde 1997, el número de menores ilegales en Bangkok - el 95 por ciento de los cuales son camboyanos - se ha duplicado con creces y se ha situado en la cifra de 1.060.

Reflejo de la tragedia camboyana

No debe sorprender que se trate de niños camboyanos, como tampoco resulta insólito que hayan venido a parar a Tailandia, que sigue siendo el emporio económico de la región a pesar de la actual crisis asiática.

Camboya se recupera penosamente de un largo período de guerra civil que ha dejado a los camboyanos un legado de malnutrición, enfermedad, pobreza profunda y desesperanza respecto al futuro. La esperanza de vida se sitúa en 53 años; el índice de alfabetización, en el 35 por ciento; y las nueve décimas partes de la población vive aún en una campiña plagada de minas terrestres. Camboya ocupa el puesto 153 entre los 175 países incluidos en el Indice de Desarrollo Humano elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (UNDP), en el que se clasifican los niveles de vida.

Según Claudia Coenjaerts, Coordinadora Subregional del Programa de la Oficina Regional para Asia de la OIT para el Programa Internacional para la Erradicación del Trabajo Infantil (IPEC): "Antes llegaban algunos, pero ahora se está convirtiendo en un gran negocio. Es un incentivo para un número creciente de delincuentes y a las autoridades no les importa. Es un modo fácil de hacer dinero y hay gente en la frontera aguardando a los niños para llevárselos. Es una de las formas más horribles de trabajo forzoso."

Por abominable que sea cualquier tráfico infantil, la explotación de mendigos puede ser aún más siniestra que lo que en un principio se creía.

La doctora Dominica García, del Servicio al Refugiado de los Jesuitas, trabaja con los niños del centro de inmigración de Bangkok. Recientemente ha atendido a dos niños de cuatro y ocho años que presentaban deformaciones anómalas.

"Confiaba en haberme equivocado", asegura, "pero daba la impresión de que los niños habían sido mutilados deliberadamente." Tenían los pies inflamados, varios dedos de las manos parecían haber sido amputados de mala manera y la piel presentaba una marca muy visible que podía haber sido causada por una cuerda apretada.

Bajo la mirada de los funcionarios de fronteras que patrullan entre las filas de niños silenciosos, Veng, un jovencito de 15 años y aspecto robusto, pasea su mirada despreocupada en torno suyo. Es ya un veterano entre los inmigrantes en Tailandia, pues tenía 10 años la primera vez que dejó Camboya.

"Cuando nadaba en el río, un vietnamita adulto se metió en el agua y me sacó de allí", asegura Veng. "Me colocó algo sobre el rostro que me hizo sentir mal, y luego me metió en un taxi que me trajo a Bangkok."

"El hombre me enseñó a mendigar, a colocar el bote y a pedir limosna. Tenía miedo, pero él me pegaba si no llevaba dinero. El hombre se lo quedaba todo y me daba algo de comida, pero nunca suficiente. Siempre tenía hambre."

Actualmente, Veng cruza la frontera voluntariamente. Libre de su explotador, el chico prefiere mendigar en Bangkok a morirse de hambre en Phnom Penh.

Veng es un menor explotado. Según un informe recién publicado por la OIT, un menor explotado es el que "se capta y se transporta de un lugar a otro a través de las fronteras internacionales, legal o ilegalmente, con o sin el consentimiento del menor, por regla general, aunque no siempre, por iniciativa de un intermediario: padres, familiar, profesor, captador o funcionario local. En el punto de destino, se obliga o se presiona al menor (mediante información engañosa) a realizar su actividad en condiciones de maltrato y explotación."

Mantenido en cautividad, el niño no recibe a veces más de 25 centavos de dólar para sus gastos. En cambio, puede llegar a entregar al traficante más de 20 dólares al día.

Algunos, como Veng, adquieren experiencia y se fugan para trabajar por cuenta propia. Aprenden a sustraerse a la policía e, incluso, pueden llegar a convertirse en traficantes que trillan la ruta de Bangkok a la frontera y obtienen beneficios del tráfico. Duermen bajo los puentes, en los parques públicos y en las cunetas, en compañía de otros marginados. Por su condición de ilegales, se ven obligados a una conducta más itinerante y muchos terminan en el tráfico de drogas o la prostitución.

Explotación del trabajo infantil

Según el citado informe de la OIT, los niños migrantes víctimas del tráfico figuran entre las víctimas más seriamente golpeadas por la explotación del trabajo infantil. En el informe, encargado por el IPEC-OIT al Instituto de Población y Estudios Sociales de la Universidad tailandesa de Mahidol, se afirma que los menores que viven en un país extranjero, con idioma y costumbres distintos, son más fáciles de engañar y suelen ser tratados como esclavos. Aislados, no saben a quién pueden dirigirse para pedir ayuda. No tienen acceso a los cauces ordinarios y suelen ser discriminados y acosados.

Aunque algunos son secuestrados o forzados, la mayoría de los menores explotados son vendidos o entregados por su familia. Don, de 14 años, y su hermana de diez fueron enviados a Bangkok por su madre.

"La escuela había terminado y mi vecino me vio y quiso llevarme con él", asegura. "Mis padres me dijeron que tenía que ir, porque necesitaban dinero." Don fue descubierto por la policía tailandesa mientras mendigaba y no podía escapar sin abandonar a su hermanita; por eso los atraparon.

En un esfuerzo por poner fin a este tráfico, la OIT/IPEC ha convocado una reunión de expertos del área del Mekong con el encargo de elaborar un marco de cooperación y actuación.

Actuación de la OIT/IPEC

Según la Sra. Coenjaerts, del IPEC-OIT, "habrá que ver lo que funciona y lo que no funciona. Parte del problema estriba en que estos niños están escondidos y son invisibles, lo que dificulta su identificación. Es preciso intervenir en el nivel nacional y en el subregional con el objeto de prevenir el problema, armonizar la legislación, coordinar la información y concertar acuerdos bilaterales".

Un método consiste en prevenir el trabajo infantil en el ámbito comunitario mostrando a los menores y a sus padres los verdaderos problemas que van a afrontar si emigran a la ciudad y organizando la vigilancia en el marco de la comunidad. Los traficantes suelen engañar a los familiares y las promesas de trabajo y dinero raras veces se materializan. Otro método consiste en la rehabilitación y reintegración de los menores que regresan al hogar. Muchos niños han sido obligados a vivir en la delincuencia, por lo que su reintegración en la vida cotidiana no siempre resulta fácil.

Dada la naturaleza ilegal y evanescente de la actividad, la lucha contra el tráfico de menores tiene que ser un esfuerzo coordinado en el plano internacional por los gobiernos y las ONG. Sin embargo, la experiencia de campo es limitada, debido a que pocas organizaciones trabajan con los niños mendigos, si bien la situación puede modificarse a medida que el problema se agrava.

El trabajo infantil ocupa un lugar destacado en la agenda internacional. Los delegados en la Conferencia celebrada por la OIT en junio reclamaron la promulgación de un nuevo convenio en el que se penalizase las peores formas de trabajo infantil y en cuyo ámbito se incluyesen, entre otras cuestiones, la esclavitud y prácticas similares, como el tráfico y venta de menores, el trabajo forzoso, la servidumbre y el trabajo por deudas.

El nuevo convenio vendría a reforzar el objetivo último del Convenio núm. 138 de la OIT sobre la edad mínima: la erradicación del trabajo infantil. Al centrarse en las formas extremas, el nuevo convenio aportaría una tutela inmediata y desbrozaría el camino hacia el logro de los objetivos más amplios y a más largo plazo del Convenio núm. 138.

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OIT-IPEC

Con el apoyo del gobierno británico, el OIT-IPEC puso en práctica un proyecto de lucha contra el tráfico y la prostitución de menores y demás formas intolerables de trabajo infantil en el Asia meridional y la región del Mekong. Las investigaciones previstas para la fase inicial permitirían concretar los programas concretos de actuación. El proceso subregional de consultas contó con la participación de especialistas de la región del Mekong. En el Asia meridional se desarrolla de forma independiente otra serie de actividades análogas, y se espera iniciar en octubre un proceso de consultas.

El OIT-IPEC ha acumulado una extensa experiencia en la lucha contra el trabajo infantil en Asia y otras regiones del mundo, actuando a través de sus socios locales y de los programas de ámbito nacional. Con objeto de lograr efectos sostenibles, el proyecto se centra en algunos elementos clave: compromiso de los gobiernos, análisis correcto de la situación, trabajo en el marco de un plan nacional de actuación, desarrollo de la capacidad, sensibilización, promulgación y aplicación de normas legislativas, acción directa, reproducción y expansión, y priorización de los programas piloto fructíferos. Las lecciones aprendidas en seis años de actividad del IPEC, especialmente en los programas inicialmente centrados en las formas más intolerables del trabajo infantil, constituirán los pilares sobre los que se asentará un programa coherente de lucha contra el tráfico de menores.

El proceso de consultas ha permitido concretar numerosas actividades, tanto bilaterales como regionales, de ámbito nacional. La estrategia del IPEC consiste en combatir el tráfico de menores en tres frentes: mediante programas de asistencia directa, tanto de prevención como de erradicación; a través de campañas de publicidad, y mediante el desarrollo de la capacidad institucional en los ámbitos de la armonización legislativa y la recogida de datos e información. En el plano subregional se realizarán actividades importantes, como la armonización de diferentes legislaciones nacionales, la aplicación de acuerdos y mecanismos bilaterales de lucha contra este tráfico y de coordinación del regreso de las víctimas de aquél, y la coordinación de tales intervenciones tendrá una importancia inestimable.

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