Los modelos de empleo europeos, agitados por vientos de cambio

Date01 September 2007
DOIhttp://doi.org/10.1111/j.1564-9148.2007.00015.x
Published date01 September 2007
AuthorGerhard BOSCH,Jill RUBERY,Steffen LEHNDORFF
Revista Internacional del Trabajo,
vol. 126 (2007), núm. 3-4
Copyright © Organización Internacional del Trabajo 2007
Los modelos de empleo europeos,
agitados por vientos de cambio
Gerhard BOSCH
*
, Jill RUBERY
**
y Steffen LEHNDORFF
***
Resumen.
Los «modelos nacionales de empleo» comprenden toda la gama de ins-
tituciones que influyen en la oferta, el uso y la demanda de fuerza de trabajo. A par-
tir de un estudio sobre las tipologías al respecto, los autores averiguan cómo
funcionan estos modelos en varios países y su capacidad respectiva de perdurar
frente a las fuerzas que impulsan el cambio. Comparan la eficacia de los modelos
en la salvaguardia de las condiciones de trabajo decentes, que se ven alteradas por
la desreglamentación de los mercados de productos, el envejecimiento de la pobla-
ción y el progreso de las tasas de empleo de la mujer. A los Estados-nación euro-
peos cada vez les resulta más difícil reformar desde dentro sus modelos de empleo,
por lo que hará falta fomentar unas políticas dinámicas en el plano de la Unión
Europea.
n mercado completamente libre y capaz de funcionar al margen de las ins-
U
tituciones es una ficción teórica. Como ha señalado recientemente
Stiglitz (2003, pág. 13): «una de las razones de que la mano de obra invisible sea
invisible es que, sencillamente, no existe». El intercambio de bienes en las socie-
dades estructuradas en torno a una división del trabajo requiere normas e insti-
tuciones que garanticen el derecho de propiedad y el flujo de información y que
reflejen el equilibrio de intereses entre los distintos actores en un momento
determinado (Gadrey, 2005). De ello se deduce que incluso las decisiones toma-
das individualmente por actores que persiguen sus propios intereses se inscriben
*
Profesor de Sociología en la Universidad de Duisburg-Essen y director del Instituto de
Trabajo, Cualificaciones y Formación (Institut Arbeit und Qualifikation, IAQ) de Gelsenkirchen;
dirección electrónica: gerhard.bosch@uni-due.de. **
Miembro de la Academia Británica
(FBA); vicedirector de Recursos Humanos y jefe de la División de Población, Dirección y Orga-
nizaciones de la Escuela Empresarial de Manchester; y codirector del Centro de Investigación del
Trabajo y el Empleo Europeos de la Universidad de Manchester; dirección electrónica:
jill.rubery@mbs.ac.uk. ***
Director del Departamento de Investigación en Jornada Laboral y
Organización del Trabajo del Instituto de Trabajo, Cualificaciones y Formación (Institut Arbeit
und Qualifikation, IAQ) de Gelsenkirchen; dirección electrónica: steffen.lehndorff@uni-due.de.
La responsabilidad de las opiniones expresadas en los artículos sólo incumbe a sus autores,
y su publicación en la
Revista Internacional del Trabajo
no significa que la OIT las suscriba.
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en el marco de las instituciones y el entorno social, y están conformadas por
él. Por este motivo, Etzioni califica la competencia de «conflicto circunscrito»
(Eztioni, 1988, capítulo 12).
Las instituciones han sido definidas como los componentes fundamenta-
les del orden social, tanto para dirigir el comportamiento social como para le-
gitimarlo (Streeck y Thelen, 2005, pág. 10). En cuanto tales, las instituciones
no solamente encarnan valores sociales, sino que son el reflejo de acuerdos his-
tóricos entre los distintos agentes. Así pues, no puede sorprendernos que los
mecanismos institucionales de las sociedades capitalistas contemporáneas di-
fieran tanto unos de otros. Esta expectativa de diferencia entre dichos meca-
nismos se refiere sobre todo a los sistemas de empleo, en los cuales el objeto
de intercambio es el trabajo humano. Los contratos de trabajo son de por sí in-
completos, puesto que, en realidad, el rendimiento que se exige y la remunera-
ción que se da a cambio están subordinados constantemente a nuevas decisio-
nes tomadas después de la firma. Con el fin de limitar esta incertidumbre, las
instituciones, tanto las de carácter formal como las informales, influyen no so-
lamente sobre las disposiciones contractuales, sino sobre los derechos de los
trabajadores y de sus representantes a participar en el establecimiento de las
condiciones de trabajo y en la organización del propio trabajo. Estos acuerdos
intrínsecamente políticos e históricos dan lugar a una variedad de regímenes y
condiciones de empleo. Sin embargo, el origen de las diferencias en la relación
de trabajo desborda el marco de las relaciones laborales y los sistemas de pro-
ducción, pues se extiende a las instituciones sociales que producen y reprodu-
cen el propio trabajo, la familia y la educación, la formación profesional y los
sistemas de seguridad social. Las diversas instituciones que influyen en la ofer-
ta, el uso y la demanda de mano de obra en un país determinado constituyen
lo que denominamos el modelo de empleo.
Una pregunta crucial que cabe formularse al respecto es si ha de conside-
rarse que estos mecanismos institucionales constituyen un punto de apoyo po-
tencial de las sociedades productivas o si, por el contrario, entorpecen la efi-
ciencia del mercado. Para los economistas neoclásicos, cualesquiera otras
instituciones que no sean las imprescindibles para mantener el Estado de de-
recho y salvaguardar los derechos de propiedad obstaculizan la eficiencia del
mercado y deberían ser suprimidas. No quieren decir que no se puedan fomen-
tar las instituciones sociales o la política redistributiva, sino que sólo debe ha-
cerse con el fin de corregir tal o cual resultado económico inaceptable, no para
configurar el mercado. Sin embargo, los analistas de las instituciones han pues-
to en tela de juicio esta concepción desde varios puntos de vista. En primer lu-
gar, la escuela de las variedades del capitalismo sostiene que una serie de me-
canismos y configuraciones institucionales bien asentados pueden favorecer la
eficiencia productiva, sobre todo en el largo plazo, una vez que las condiciones
que propician la innovación y la ventaja comparativa consolidada logran supe-
rar con creces los beneficios y el crecimiento económico que depara una estra-
tegia de corto plazo (Hall y Soskice, 2001). En segundo lugar, no solamente no
abundan las pruebas de que exista una correlación clara y constante entre el

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