El modelo francés de la industria de la alimentación. Salarios relativos altos y trabajo intenso

AuthorJérôme GAUTIÉ,Ève CAROLI,Annie LAMANTHE
Date01 December 2009
Published date01 December 2009
DOIhttp://doi.org/10.1111/j.1564-9148.2009.00069.x
Revista Internacional del Trabajo, vol. 128 (2009), núm. 4
Derechos reservados © Los autores, 2009
Compilación de la revista y traducción del artículo al español © Organización Internacional del Trabajo, 2009
El modelo francés de la industria
de la alimentación.
Salarios relativos altos y trabajo intenso
Ève CAROLI*, Jérôme GAUTIÉ** y Annie LAMANTHE***
Resumen. Las industrias cárnica y pastelera de Francia proporcionan empleos poco
cualificados con salarios y condiciones de trabajo mediocres. Pero la situación es más
compleja y positiva de lo que cabía esperar gracias a dos elementos del «modelo fran-
cés»: el salario mínimo nacional y la ampliación de la eficacia de los salarios pactados
en convenio colectivo a todos los trabajadores del sector. Con todo, las presiones para
que se rebajen los costos laborales obligan a las empresas a proseguir la automatiza-
ción y a ser más productivas y flexibles. Las cadenas minoristas también están tratan-
do de bajar los precios y de imponer la producción «justo a tiempo».
l sector de elaboración y transformación de alimentos de Francia es el pri-
Emero de la industria manufacturera en facturación y el tercero en empleo
(unos 600.000 puestos de trabajo a mediados de este decenio). Se caracteriza por
una gran densidad de mano de obra poco cualificada y poco remunerada: unas
dos terceras partes del total son obreros y más del 40 por ciento desempeña fun-
ciones que se tienen por no cualificadas. No obstante, la proporción de quienes
perciben salarios bajos en el sentido estricto de la expresión (salarios por hora
inferiores a dos tercios de la mediana salarial nacional por hora) es bastante pe-
queña, alrededor del 7 por ciento, y muy inferior a la de otros países europeos
comparables como el Reino Unido o Alemania, en donde los trabajadores con
salarios bajos representan aproximadamente una tercera parte del total, o inclu-
so hasta el 50 por ciento en algunos ramos como el de los productos cárnicos de
Alemania (Grunert, James y Moss, 2010).
* Universidad París Oeste-Nanterre, EconomiX y Escuela de Economía de París; dirección
electrónica: caroli@pse.ens.fr. ** Universidad Panteón-Sorbona (París I), Instituto de Ciencias
Sociales y Centro de Economía de la Sorbona; dirección electrónica: Jerome.Gautie@univ-paris1.fr.
*** Universidad del Mediterráneo y Laboratorio de Economía y Sociología del Trabajo (LEST),
centro regional asociado al Centro de Estudios y de Investigación sobre las Cualificaciones
(CEREQ); dirección electrónica: annie.lamanthe@univmed.fr.
La responsabilidad de las opiniones expresadas en los artículos sólo incumbe a sus autores, y
su publicación en la Revista Internacional del Trabajo no significa que la OIT las suscriba.
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La industria de la alimentación es, en muchos aspectos, bastante represen-
tativa del «modelo francés», caracterizado por una incidencia relativa bastante
moderada de los salarios bajos (alrededor del 10 por ciento en 2005; véase
Askénazy, Caroli y Gautié, 2009). El marco institucional francés posee algunos
elementos fundamentales sin los que sería difícil entender cómo funciona el
mercado laboral en ese estrato de poca cualificación y salarios bajos (Caroli y
Gautié, 2008).
El sistema institucional francés es muy incluyente (Gautié, Schmitt y otros,
2010), y las normas fijadas por la legislación de ámbito nacional son de la máxima
importancia, más que en ningún otro país comparable. La existencia de un sala-
rio mínimo obligatorio no es una peculiaridad de Francia, desde luego, pero sí es-
tablece una diferencia esencial con Alemania, en donde el empleo de baja
remuneración ha podido crecer en los últimos quince años debido a su ausencia
(Bosch y Weinkopf, 2008). Además, el salario mínimo tiene un efecto más vin-
culante que en otros lugares como el Reino Unido y los Países Bajos, pues es
superior en términos relativos (es decir, en comparación con el promedio y la me-
diana salariales) 1. La normativa nacional regula la fijación de los salarios y mu-
chas otras cuestiones como la protección de la relación de trabajo —la legislación
de protección del empleo (LPE) es, según un índice internacional2, notablemen-
te más estricta que, por ejemplo, la británica o la danesa— o el tiempo de trabajo.
Así, la llamada «Ley de las 35 horas» ha tenido efectos considerables sobre la or-
ganización de la jornada laboral en muchos sectores, entre ellos el de la alimen-
tación. Una de las consecuencias de estas leyes ha sido que se hiciera un mayor
hincapié en la flexibilidad interna y, más concretamente, funcional que en el Rei-
no Unido y otros países (véase Caroli y otros, en prensa).
La negociación colectiva a nivel nacional, de sector y de ramo desempeña,
asimismo, un papel importante en Francia, al igual que en otras de las llamadas
«economías de mercado coordinadas» como Dinamarca, Alemania y Países Ba-
jos, en flagrante contraste con el Reino Unido y otras economías de mercado li-
berales, en donde la negociación (cuando existe) se celebra sobre todo —aunque
no exclusivamente— en el ámbito de la empresa. El caso francés es paradójico al
respecto: a mediados del presente decenio, la tasa de afiliación sindical estaba si-
tuada en torno al 8 por ciento (y sólo en torno al 5 en el sector privado), la cifra
más baja de toda la OCDE, inferior incluso a la de los Estados Unidos. Sin em-
bargo, más del 90 por ciento de la población asalariada está cubierta por un con-
venio colectivo o por un «estatuto» especial de la función pública (Francia ocupa
1En 2006 la relación entre salario mínimo y salario medio era de más o menos el 47 por ciento
en Francia, frente a alrededor del 43 por ciento en los Países Bajos (46 por ciento entre los trabaja-
dores de 23 años o más) y alrededor del 35 por ciento en el Reino Unido (Immervol, 2007).
2Nos referimos al índice de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos
(OCDE) sobre el rigor de la protección de la LPE para los trabajadores ordinarios, que arrojaba una
puntuación de 2,5 en Francia en 2003, frente a 2,7 en Alemania y 3,1 en los Países Bajos, y sólo 1,5
en Dinamarca y 1,1 en el Reino Unido. La LPE francesa impone condiciones especialmente estrictas
al trabajo temporal: en ese mismo año, el índice a este respecto era en Francia de 3,6, frente a 1,8 en
Alemania (antes de las reformas que introdujeron las «leyes Hartz», pues hoy es más bajo), 1,4
en Dinamarca, 1,2 en los Países Bajos y 0,4 en el Reino Unido.

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