?Tiene Mexico viabilidad sin los Estados Unidos? *.

AuthorPortales, Carlos

De la frase atribuida a Porfirio Díaz --¡Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos!-- a la práctica de una relación centrada en temas que para México y Estados Unidos constituyen al mismo tiempo asuntos de política interna y externa, o agenda "interméstica", según el léxico de los politólogos contemporáneos, hay un cambio profundo en las vinculaciones entre ambos países. Un incisivo periodista norteamericano las caracterizó hace sólo algunas décadas como "de vecinos distantes".

Examinar la relación entre la nación azteca y el país más importante del mundo en los albores del siglo XXI, nos lleva también hacia un cambio de mirada en las relaciones hemisféricas dentro del nuevo contexto internacional. Sin duda, el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA, en su conocida sigla en idioma inglés) constituye un hito político comercial de la mayor relevancia no sólo en las relaciones entre Estados Unidos y México, sino también entre esa potencia y América Latina. No pocos hablan de un verdadero punto de quiebre en una larga historia de encuentros y desencuentros, un hito que no debe ni puede circunscribirse a un análisis meramente comercial. En esta perspectiva, se trata de un acto de audacia política consistente en un cambio de visión de nuestras relaciones con Estados Unidos. La integración comercial marcó la caída de la óptica asistencialista en la cual se asentaban los vínculos entre ambos, transformándola en otra de naturaleza más cooperativa.

El giro radicó justamente en esta señal, en la intrepidez de transgredir esa especie de mito que estigmatizó durante largas décadas la propia visión de nuestros países respecto de Estados Unidos y que divisó en su política hemisférica la causa permanente y casi exclusiva de nuestro subdesarrollo. Si bien es cierto el NAFTA --repito-- es un acuerdo comercial, significa ante todo un cambio de perspectiva en las complejas relaciones entre Estados Unidos y Latinoamérica. Para otros, en cambio --y utilizo las palabras de un brillante diplomático sudamericano--, con el NAFTA se habría consumado un "divorcio" entre México y América Latina. Desde ese punto de vista, dicho acuerdo comercial representada el fin de la integración latinoamericana, la renuncia a una proyección independiente en el nuevo mundo de la post Guerra Fría.

Es en este contexto que se plantea la interrogante de si México tiene viabilidad sin los Estados Unidos. Se trata de una pregunta aparentemente simple, pero que encierra una respuesta bastante compleja. Podría entenderse, por ejemplo, que se refiere a la viabilidad económica, es decir, a la posibilidad de generar una alternativa de desarrollo que corte los vínculos con los Estados Unidos. La pregunta también podría referirse a la capacidad de supervivencia de una cultura rica y milenaria como la forjada en México, expuesta a la interacción con la dinámica científico tecnológica y el desarrollo en las comunicaciones del coloso estadounidense. Por último, la interrogante apunta tal vez a la posibilidad de separar la existencia de dos naciones que aparecen profundamente imbricadas, no sólo en términos de intercambio comercial y de inversiones, sino por la presencia de nacionales de una en otra, sea como migrantes legales o ilegales o como intensas corrientes de turismo, y a través de la interconexión transnacional de actos ilícitos como el tráfico de drogas.

Sin embargo, cualquier análisis que pretenda descifrar el multifacético panorama de las relaciones entre México y Estados Unidos, debe integrar necesariamente una diversidad de factores. Y cuando me refiero a una amplia gama de factores, estoy pensando en las complejidades propias que encierran los vínculos entre dos naciones unidas no sólo por una larga frontera, sino por una conjunción de factores históricos, políticos, económicos y sociales que no se repiten en las relaciones que mantienen otros países del planeta.

Ahora bien, si quisiéramos enfocar la pregunta desde una perspectiva puramente económica, no me parece descabellado plantear también la duda desde otro ángulo: ¿podemos entender a Estados Unidos sin México?, ¿la gran potencia tiene viabilidad sin el resto de la comunidad internacional y, particularmente, sin sus vecinos? No se trata de un ejercicio de tipo teórico o académico, sino más bien de reformular o complementar la interrogante original, incluyendo la realidad de un mundo interdependiente y de un ecosistema global tan interrelacionado y tan complejo, que ni siquiera en el caso de la superpotencia se vislumbra la posibilidad de tomar caminos solitarios o autónomos. Porque hoy día, viabilidad es sinónimo de convivencia, no de experiencias aisladas. Los graves ataques que el terrorismo infringió el 11 de septiembre pasado a Nueva York y Washington constituyen el ejemplo más vivo de que ningún país puede enfrentar por sí solo todos los desafíos a los cuales se ve sometido en la actualidad.

UNA HISTORIA COMÚN

Nos han pedido organizar nuestra respuesta en torno a diez sugerencias para entender un proceso histórico --el de la relación México-Estados Unidos-- y su devenir. Y la primera sugerencia para entender ese vínculo es precisamente un acercamiento a través de la historia. Historia fuerte, y por lo tanto presente. Pero como toda historia, proceso modificable hacia el devenir. México y Estados Unidos han vivido una historia común, compartida, de influencias recíprocas. En ese sentido, sería imposible afirmar que las relaciones entre ambos países surcan por canales meramente diplomáticos o intergubernamentales. Se trata de una historia de encuentros e intensidades, marcada también por épocas de fragilidad y distanciamiento entre dos sociedades que se organizaron en forma independiente hace ya dos siglos o más.

Recordemos que buena parte del territorio occidental de la Unión Americana perteneció a México. Desde Texas, en el sudoeste, hasta California, en el oeste, pasando por Nuevo México y Arizona, la expansión territorial de los Estados Unidos durante el siglo XIX se hizo sobre territorios de su vecino del sur. Nicolas Trist, diplomático estadounidense que negoció el Tratado de Guadalupe Hidalgo en 1847, el cual posibilitó una buena parte de esas sesiones, llegó a decir: "Si en ese momento los mexicanos hubieran podido ver dentro de mi corazón, se habrían dado cuenta de que la vergüenza que yo sentía como norteamericano era mucho más fuerte que la de ellos como mexicanos". Más aún, durante esa guerra las tropas estadounidenses llegaron hasta el territorio mexicano. Los Niños Héroes son pequeños caídos en Chapultepec, hoy ubicado en el corazón de la capital azteca y último baluarte frente a los norteamericanos a mediados del siglo XIX.

Más adelante, ya en pleno siglo XX, la revolución mexicana se enfrentó a una nueva invasión en Veracruz. Con el inicio del levantamiento armado de 1910, la sociedad mexicana entra en un período de reafirmación nacionalista que, precisamente a causa del intervencionismo estadounidense, terminó por fraguar el nacionalismo mexicano moderno, fincado en el recelo hacia sus vecinos del norte. México y Estados Unidos fueron limando sus asperezas en forma progresiva, en gran parte por las condiciones internacionales que llevarían a la segunda guerra mundial. La colaboración mexicana en el esfuerzo de la guerra y su condición de aliado permitieron iniciar entre ambos una relación especial que se prolongaría hasta 1970, cuando los factores políticos y económicos internos llevaron al gobierno azteca a instrumentar una política exterior más independiente de la estadounidense.

Durante los años setenta y ochenta, las relaciones bilaterales sufrieron tanto períodos de tensión como intentos de resolver las diferencias en un marco de cooperación. La política exterior hacia Centroamérica, el problema migratorio y el narcotráfico fueron los puntos centrales de desacuerdo en la relación bilateral de la última década. A fines de 1988, el llamado espíritu de Houston mostró el acercamiento entre ambos países, acercamiento anclado en la nueva orientación de la política económica mexicana --apertura comercial, ingreso al GATT--, que llevaría a anunciar formalmente el inicio de las negociaciones para alcanzar un acuerdo de libre comercio en junio de 1990.

Con la adopción del NAFTA, se inició una nueva época en la relación bilateral. Y si bien es cierto ésta pasó su primera prueba de fuego --la crisis financiera mexicana de 1994--, los retos actuales consisten en diseñar un marco de cooperación estable para el tema de los migrantes indocumentados y del narcotráfico. Con el entendimiento entre el nuevo gobierno del presidente Fox, símbolo de la transición democrática mexicana, y el presidente Bush, cuya primera visita al exterior fue precisamente a México, pareció que Washington concentraba su atención en los vínculos con ese país. Pero las secuelas del 11 de septiembre parecen haber disipado tal esperanza.

El devenir de la relación mexicanoestadounidense, entonces, dependerá de la perseverancia con que ambas naciones busquen solucionar los problemas comunes que reseñaremos a continuación, a fin de superar la impronta de una historia difícil.

RELACIONES ASIMÉTRICAS

La segunda sugerencia para entender ese devenir es recordar el carácter asimétrico de las relaciones entre México y Estados Unidos. La asimetría entre ambos países atraviesa y marca todos y cada uno de los temas y actores involucrados en la relación bilateral. Su magnitud se nota muy claramente al observar el tamaño de sus respectivas economías. En 1996, Estados Unidos registró un PIB superior a los siete billones de dólares, mientras el de México alcanzaba solamente 321 mil millones de dólares. Es decir, menos de 5% de la producción estadounidense.

Por otra parte, no obstante la perseverancia de los esfuerzos mexicanos por acercarse al Asia Pacific Economic...

To continue reading

Request your trial

VLEX uses login cookies to provide you with a better browsing experience. If you click on 'Accept' or continue browsing this site we consider that you accept our cookie policy. ACCEPT