Lucha contra el trabajo infantil en Tanzania.

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Sophia acaba de cumplir 18 años y colabora eventualmente en un centro de rehabilitación de niñas. "Llegué aquí hace tres años. Cuando tenía 14, murió mi madre, de SIDA, según me dijeron. Llevé una vida de miseria y esclavitud, porque mi madrastra me maltrataba". Sophia huyó de su aldea y se trasladó a Dar es Salaam, donde encontró trabajo como asistenta. Cuando su empleador comenzó a abusar sexualmente de ella, dejó el trabajo, pero no encontró otra salida más que arrastrar una mísera vida de prostitución callejera. Gracias a los programas de extensión del IPEC en colaboración con los centros locales de rehabilitación, Sophia pudo recibir una formación profesional e iniciar una nueva vida.

"Cuando estaba en la calle, una persona del centro de rehabilitación se me acercó y me aconsejó que incorporase a su programa. Me dijo que me exponía a contraer SIDA y a otros riesgos. Agradezco que existan programas de este tipo, porque mi vida ha cambiado totalmente".

El maltrato y la pobreza, la falta de un entorno familiar armonioso y los conflictos domésticos, han impulsado a muchos menores a dejar el hogar para buscar trabajo, exponiéndose a situaciones peligrosas para su salud mental, física y psíquica.

"El problema del trabajo infantil empeora rápidamente en este país" asegura William Mallya, Coordinador Nacional en Tanzania del OIT/IPEC. El IPEC desarrolla, junto con el gobierno y los agentes sociales, unos proyectos sostenibles orientados a ayudar a los menores a cambiar el trabajo infantil por la escuela y los centros de rehabilitación.

El IPEC se implantó en Tanzania después de que la OIT firmase, en 1994, un Convenio con el Gobierno de ese país. Observa el Sr. Mallya que el convenio "constituyó un importantísimo punto de inflexión en la lucha contra el trabajo infantil". Desde entonces, el IPEC ha promovido los esfuerzos destinados a combatir el trabajo infantil aportando y apoyando diferentes programas de actuación. Tanzania es un buen exponente del éxito del IPEC en el desarrollo de la conciencia en todos los niveles.

Educación: difícil de costear y de bajo nivel

Para muchos padres, una educación que no prepare a sus hijos para obtener ingresos tiene muy poca utilidad, así que el treinta por ciento de los niños de entre 10 y 14 años no van a la escuela. El nivel de matricula en la escuela elemental se ha reducido, de más del 90 por ciento en 1980, al 77,8 por ciento en 1996. Las tasas de abandono y de absentismo escolar se han incrementado, en parte por la implantación de un sistema de cotizaciones directas e indirectas a cargo de los padres de los escolares y, en parte también, por la pobreza de la infraestructura escolar y por la decaída moral de los profesores.

Se estima que en las zonas rurales hay más de 25.000 niños que han abandonado la escuela para trabajar en condiciones peligrosas, bien en la agricultura comercial, bien en la minería o las canteras. Un número creciente de niñas de las aldeas rurales se emplean como domésticas o son captadas para ejercer la prostitución en los centros urbanos.

Algunas de las peores formas de trabajo infantil se producen en los sectores de la minería, la industria y las plantaciones, en los que los pequeños trabajan largas jornadas expuestos a los efectos de los productos químicos, las máquinas y el trabajo físico ingente. La inmensa minoría de los niños trabajadores se dedica a la agricultura de subsistencia o a las labores domésticas. Más visibles son los que pueblan las calles de los centros urbanos, dedicados a diversas tareas y actividades. Se estima que, sólo en Dar es Salam, hay más de 4.500 niños de la calle.

La agricultura de plantación

Se estima que en el distrito rural de Iringa, a unos 600 km de Dar es Salaam, entre 1.200 y 1.500 niños de ambos sexos en edades comprendidas entre los 10 y los 15 años se emplean por temporadas en las plantaciones de tabaco, en las que laboran en condiciones peligrosas a cambio de una paga reducida. En el distrito de Mufindi, situado en la misma región, los plantadores de té han estado empleando a decenas de niños de entre 12 y 15 años en la realización de tareas que van desde la limpieza de las lindes de la plantación hasta la recogida de las hojas, si bien se han adoptado medidas positivas para prevenir el trabajo infantil.

Se han realizado esfuerzos coordinados con la Federación de Sindicatos Libres de Tanzania (TFTU) para formar a los dirigentes sindicales en diversas materias. Entre ellas: la negociación de mejores condiciones de trabajo y más seguridad laboral para los niños empleados en determinadas plantaciones, la concienciación de los propietarios de las plantaciones sobre los aspectos negativos del trabajo infantil, la defensa de los puestos de trabajo de los adultos y la reducción gradual del número de menores empleados en las plantaciones.

La Asociación de Empresarios de Tanzania (ATE), actuando en el marco del IPEC, ha comprometido la colaboración de los propietarios y directores de las plantaciones de té y de sisal en los esfuerzos dirigidos a la protección de los menores y a la erradicación gradual del trabajo infantil en las plantaciones. Afirma el Sr. Mark Mfunguo, de la ATE: "Nuestro mayor problema y nuestro obstáculo principal consistió en convencer a los empleadores que la ATE no pretendía debilitar a sus propios miembros, sino involucrarlos en la búsqueda de soluciones prácticas al problema del trabajo infantil".

"Todo este esfuerzo constituyó, en realidad, una empresa tripartita", afirma Mfunguo. "Hemos avanzado mucho en la erradicación del trabajo infantil en las plantaciones, y los sindicatos han prestado una valiosa colaboración al incluir en sus convenios colectivos una cláusula de prohibición del trabajo infantil."

Los propios empleadores están colaborando con sus trabajadores adultos en la creación de pequeñas explotaciones que contribuyan a reducir el nivel de pobreza y de penuria económica que los fuerza a depender del ingreso de sus hijos, mediante la cesión de pequeñas parcelas de tierra dedicadas al cultivo de hortalizas, además de cooperar con los programas de crédito y microahorro.

Además, muchos empleadores han reducido la pesada carga de trabajo que forzaba a los trabajadores a procurarse la ayuda de los niños. Mwanaidi, una trabajadora agrícola que ha sido el sostén de su familia desde que su polígamo marido la abandonó, asegura: "No podía manipular sola una montaña de sisal, y sólo me pagaban cuando finalizaba la tarea, de modo que tuve que recurrir a mis hijos para finalizar el trabajo a tiempo". Algunas empresas ofrecen servicios de atención a los menores en el lugar de trabajo. Otras, inducen a los trabajadores a enviar a sus hijos a la escuela y, como incentivo, ofrecen abonar hasta el 75 por ciento de los gastos de escolarización de los niños que llegan a la enseñanza secundaria. Asimismo, esas empresas, en colaboración con los sindicatos, los dirigentes comunitarios y el IPEC, colaboran en la creación de escuelas primarias y centros de formación profesional para los niños de la localidad.

Sin embargo, el trabajo infantil subsiste en el sector de las pequeñas plantaciones. En efecto, hay explotadores que "seducen" a los pequeños aldeanos prometiéndoles ingresos y los llevan a las plantaciones de sisal, tabaco y caña de azúcar. Los jóvenes escapan de los pueblos atraídos por la promesa de una vida mejor. Una vez recogida la cosecha, los traficantes llevan a los niños a otras áreas en las que se precisa fuerza de trabajo. Esta es una forma de trabajo infantil bajo contrata, en la que los propietarios no se "comprometen". Se paga al contratista por la realización del trabajo. Finalizada la última tarea, se abandona a los niños donde se encuentren, sin facilitarles el regreso a sus pueblos de origen. Los menores deben optar entre dedicarse a tareas menores o dirigirse a la vía férrea más cercana que los lleve a la ciudad.

Rick Ghaui, director de la plantación de té de Mufindi, asegura: "Nuestra política es no utilizar trabajo infantil. Tanzania posee un excedente de trabajadores adultos físicamente aptos, por lo que no tiene sentido emplear a niños para que hagan el trabajo". El Sr. Ghaui aseguró que colaborarían estrechamente con la ATE y el IPEC en la erradicación total del trabajo infantil.

"En esta plantación tenemos una escuela y un centro de cuidados de día. No podemos forzar a nuestros trabajadores a que manden a sus hijos a la escuela, pero los alentamos a hacerlo", concluye el Sr. Ghaui.

La situación es similar en la plantación de té de Brooke Bond, en la que trabajan unas 4.000 personas. "Hemos aplicado conscientemente la política de no contratar niños y ni tampoco emplear adolescentes menores de 18 años...", asegura el director general, Norman Kelly, "porque no siempre resulta fácil determinar la edad de los jóvenes y queremos evitar riesgos." La plantación dispone de escuelas para los niños, instalaciones médicas y centros de cuidados de día.

"La llamada de la mina"

En las pequeñas explotaciones mineras, los niños se encuentran expuestos a riesgos medioambientales y a sufrir abusos sexuales y contagiarse de SIDA y de otras enfermedades de transmisión sexual. La tasa de abandono de la enseñanza primaria se sitúa entre el 30 y el 40 por ciento en las aldeas del entorno de las minas, a las que los niños acuden cuando dejan la escuela.

El trabajo en la mina es especialmente peligroso para los niños. "Su corta estatura les permite flexionarse y desplazarse a lo largo de los traicioneros túneles, específicamente para colocar las cargas de dinamita destinada a las explosiones", afirma Birgite Poulsen, del OIT/IPEC de Tanzania. Por lo general, trabajan sin equipo ni ropa protectores. Se agazapan en los túneles en espera de la explosión, para ser los primeros en encontrar "la gorda", esto es, la piedra preciosa proyectada por la explosión. Añade que los pequeños viven "entre las vibraciones, el calor y el polvo, además del constante riesgo de las explosiones".

En el amplio sector de la minería, el trabajo infantil es muy escaso. Aunque los niños han sido retirados de algunas minas, muchos permanecen en su entorno y se dedican a realizar tareas menores de pastoreo, labores agrícolas y tareas domésticas. Se encuentran alejados de un hogar del que han huido "para buscar fortuna". También hay huérfanos. Al igual que los que trabajan en las plantaciones, muchos se dirigen a las ciudades, en las que se suman a la población de niños vagabundos, se emplean en trabajos domésticos o se dedican a una u otra modalidad de prostitución.

La pobreza y las malas condiciones

sanitarias "producen" trabajadores infantiles

La aldea de Tanangozi está enclavada en un "área de captación" que es fuente de suministro de futuras empleadas del hogar y de prostitutas. Después de que los proyectos coordinados por el IPEC permitieran establecer estadísticas sobre el número de niños desvinculados del sistema escolar, se creó un comité integrado por educadores, asesores, profesores, notables locales y representantes del gobierno, que trabajan en estrecha colaboración con los agentes sociales y las agencias internacionales de ayuda. Muchos de los niños sin escolarizar son víctimas de la violencia o han quedado huérfanos por causa del SIDA.

El SIDA es un grave peligro en éste y otros lugares. Se ha informado de que en la cercana aldea de Kiponcero, no menos del 40 por ciento de los adultos padecen enfermedades asociadas al SIDA. Las proyecciones apuntan a que, si no se invierte la actual tendencia, en el año 2010 habrá en Tanzania cuatro millones de huérfanos que contribuirán a incrementar el éxodo rural.

Asegura Norman Kelly, director gerente de la plantación de té Brooke Bond: "La población activa adulta disminuye rápidamente como resultado de la elevada inicencia del VIH y el SIDA entre los trabajadores". Añade que cerca de un 30 por ciento de los pacientes ingresados en el hospital de la plantación lo fueron por patologías asociadas al SIDA. Las pobres condiciones sanitarias y la mortalidad entre la población adulta puede contribuir a incrementar, tanto el número de menores en busca de empleo, como el de adultos empleadores de niños.

Devolver los niños al hogar

...y retenerlos

Algunos niños huyen a las ciudades empujados por la presión de otros niños. "Intentamos sensibiizar a los padres, a los profesores y la comunidad para que nos ayuden a diseñar estrategias orientadas a recuperar y reintegrar a los niños que han huido", asegura el Sr. Muzee, Director de la Unidad de Trabajo Infantil del Ministerio de Trabajo y Desarrollo Juvenil.

Los comités locales procuran ofrecer a los padres unas fuentes alternativas de ingresos que contribuyan a aliviar su extrema pobreza. Se esfuerzan por lograr que los pequeños asistan a la escuela elemental, y se encauza a los mayores hacia los oficios y los centros de formación profesional.

Los jóvenes que han finalizado el ciclo de escolarización obligatoria y desean convertirse en trabajadores autónomos carecen de los medios necesarios y no les queda más opción que seguir dedicándose al pastoreo y otras actividades similares. Si contasen con un apoyo adecuado, podían independizarse. El IPEC trabaja en estrecho contacto con los comités locales en la búsqueda de soluciones viables a través de un conjunto de miniprogramas de actuación.

En torno a la estación de autobuses de Dodoma (más de 150.000 habitantes), reverberan al sol las chozas de barro cocido y techo de planchas de hierro corrugado donde muchas jóvenes se ocupan de cocinar para los viajeros en tránsito. Los niños más pequeños realizan diversas faenas domésticas, como acarrear pesados recipientes con agua, traer alimentos, buscar leña, cortar carne y levantar pesadas ollas de agua hirviendo.

Las niñas ayudan en lo que pueden o, si hace falta, se prostituyen, porque necesitan los ingresos suplementarios para sobrevivir.

Estos y otros niños dedicados a la venta de cacahuetes, huevos, caramelos y otros artículos, suelen proceder de las aldeas que han abandonado. Este se ha convertido en su modo de vida.

Problemas específicos de las niñas

El IPEC colabora con la TAMWA (Asociación de Mujeres de los Medios de Comunicación de Tanzania), que se esfuerza por apartar a los menores, especialmente a las niñas, de estos patrones de conducta y de conducirlas hacia los centros de rehabilitación.

"Las niñas se encuentran en una situación desventajosa desde el principio mismo. Como futuras madres, comienzan a trabajar y a realizar labores desde la más temprana edad, con frecuencia, a costa de su educación. Carecen de oportunidades, a menos que modifiquemos la situación prevalente en los pueblos", asegura Rose Haji, periodista afiliada a la TAMWA. Muchas chicas en edad casadera son "recluidas" en espera de un pretendiente. Si éste no llega y las jóvenes pierden algunos años esperando, ya es demasiado tarde para regresar a la escuela y se convierten en una carga para la familia. Es frecuente que se queden embarazadas, lo que supone un estigma social que induce a la familia a presionarlas para que abandonen el hogar y se dediquen al trabajo doméstico o la prostitución. Añade la Sra. Haji: "Es un problema muy complejo, que se complica por efecto de las prácticas tribales y los valores culturales como la mutilación genital, los abusos sexuales y los matrimonios infantiles, de los que tratan de escapar."

"La pobreza es el principal problema", afirma Leila Sheik, directora de la TAMWA. La asociación propugna unos presupuestos sensibles a las necesidades de la mujer, la educación en temas jurídicos, económicos y sanitarios, la planificación familiar, los préstamos y otros incentivos a la promoción de la mujer, y la movilidad vertical. "El crecimiento económico de nuestro país es muy reducido. La economía se encuentra en una fase de transición...El presupuesto actual ofrece pocas esperanzas a los trabajadores y a los grupos más vulnerables, como niños, mujeres, discapacitados y ancianos".

Rehabilitación

Un pequeño centro local de rehabilitación ha logrado reintegrar a la escuela a las jóvenes trabajadoras. Algunas de estas niñas son huérfanas, otras, son víctimas de un entorno familiar difícil, y algunas viven acogidas por familiares que las maltratan.

"Mi infancia fue muy dura. Mis padres murieron y tuve que vivir con unos familiares. No había dinero para ir a la escuela, así que tuve que dejarla y ganarme la vida", asegura Mariamsum, de 14 años de edad, que ahora puede asistir a la escuela de Dodoma.

El IPEC colabora también con el centro Tumaini de educación y rehabilitación de niños vagabundos, que, junto con antiguos trabajadores domésticos y prostitutas reciben educación y formación profesional en destrezas como el corte y confección, cocina y artes y oficios.

El Centro de Bienestar Social de Morogoro, a tres horas por carretera de Dar es Salaam, se ocupa de los niños "rescatados" de la calle y del trabajo doméstico. "Ahora van a asistir a la escuela gracias a este proyecto, que su organización (IPEC) ha puesto en marcha. Esperamos conseguir ayuda local para proseguir este esfuerzo en el futuro", manifiesta el jefe de los trabajadores sociales sanitarios, integrado en el equipo responsable del trabajo infantil. "Además, procuramos orientar a los niños mayores hacia la formación profesional, pero nos faltan medios, como las máquinas de coser para la confección, las herramientas de mecánica, etc. Han localizado algunas empresas locales dispuestas a aceptar a los jóvenes como aprendices en formación.

La Asociación de Abogadas de Tanzania (TAWLA) colabora con el IPEC prestando asistencia jurídica gratuita a prostitutas y trabajadoras del hogar. La TAWLA desarrolla un trabajo de concienciación y de tutela de los derecho de estas menores. "Recientemente, conseguimos una indemnización para una joven trabajadora que tuvo un hijo de su empleador, que la abandonó", comenta Janet Chambo, abogada que trabaja con jóvenes asistentas y prostitutas. "Se trata de trabajadoras clandestinas, difíciles de descubrir; para protegerlas, se precisa toda una cadena de agentes: leyes, policías, abogados, magistrados, etc. El sistema adolece de disfunciones y hemos de concertarnos con otras organizaciones. Esto, junto con el esfuerzo abnegado, constituyen la única salida".

El centro Kwetu colabora íntimamente con el IPEC en la rehabilitación de las jóvenes prostitutas. Feddy Tesha ha estado coordinando el proyecto desde 1994. "Cuando (las niñas) llegan aquí, utilizamos diversas actividades para establecer una relación, y luego las orientamos en la toma de las decisiones correctas", asegura. Desarrollamos diversos programas a distancia en guetos y burdeles, y recurrimos a algunas de las niñas para que nos guíen a esos sitios. Realizamos recorridos nocturnos por las calles para establecer contacto con nuestras "clientes" sobre el terreno. Las localizamos en los puntos de acceso a la urbe, donde los agentes realizan redadas para detenerlas por ejercer la prostitución y otros cargos similares. Visitamos la prisión a la que van a parar muchas de ellas por vagabundas. Presionamos en favor de sus derechos. Cuando las liberan, vienen a vernos." Algunas de estas niñas son adictas a sustancias como cannabis, pegamento, etc. Muchas de las que llegan al centro se encuentran muy enfermas, frecuentemente de VIH/SIDA.

"Desde 1994, varios centenares de niñas han pasado por nuestro centro". Algunas han sido orientadas hacia las actividades generadoras de ingresos, mientras otras se han reintegrado a sus respectivas familias. "También hemos "perdido" algunas niñas, principalmente por culpa del SIDA, así como algunos hijos recién nacidos", manifiesta la Sra. Tesha, señalando la placa conmemorativa de la pared. El Ministerio de Bienestar Social nos ayuda y nos facilita algunos materiales didácticos y medios sanitarios."

"A muchas niñas las traen de las aldeas para trabajar como asistentas durante largas horas, con escasa o ninguna paga. Cuidan niños, cocinan, trasladan pesados barreños de agua desde el pozo, limpian y realizan otras labores. No tienen opción a la escolarización y algunas trabajan en condiciones sumamente difíciles, siendo a veces objeto de abusos físicos y sexuales.

El centro de Dogodogo

El IPEC colabora estrechamente con el centro de Dogodogo, dedicado a prestar diversos servicios a los niños de entre 6 y 17 años de edad. "La estabilidad familiar ha desaparecido, especialmente en las aldeas, por lo que los niños buscan sus propias vías de supervivencia", dice Nicholaus Shemsanga, coordinador del centro. "Los sacamos de la calle y les facilitamos alimentos, ropa, actividades recreativas y servicios de salud, educación, formación informal, servicios de reunificación familiar y refugios a cuantos podemos acoger", añade.

La mayoría de estos niños trabajan en el sector informal, en la calle, cortando piedras en las canteras, rebuscando en los vertederos de basuras, recogiendo chatarra para su reciclado, extrayendo arena para la construcción en el lecho de los ríos, trabajando en las lonjas de pescado, lavando y cuidando coches o mendigando. "La calle no es un sitio seguro para ellos", continúa el Sr. Shemsanga. "Son objeto de abusos sexuales, corren el riesgo de contraer SIDA, están considerados socialmente como niños difíciles y rateros, marginados y despreciados, lo que a veces los empuja a buscar alivio en el opio y otras drogas. Otras veces, son hostigados por la policía. El centro Dogodogo ha contribuido a sensibilizar a la policía y, en muchos casos, el personal del centro gestiona la libertad de los menores".

"Para hacer posible que un mayor número de niños participen en las actividades y reciban alimentos, gestionamos un centro informal al que procuramos que acudan los menores para incorporarse a las actividades lúdicas y de enseñanza", asegura. "Pronto se acostumbran y cambian de hábitos". Añade que los chicos suelen dejar de cometer hurtos y pequeños delitos para subsistir cuando se enteran de que pueden comer en el centro.

Por la noche, niños vagabundos y prostitutas luchan por la supervivencia en las calles de Dar es Salaam. El trabajo infantil se ha integrado en la vida de Tanzania. Sin embargo, los programas de sensibilización del IPEC han logrado elevar el nivel de concienciación entre los agentes sociales, el Gobierno, las ONG y los trabajadores sociales. Las nuevas normas que la OIT se propone adoptar para la erradicación de las formas extremas de trabajo infantil han conducido al IPEC a reforzar su actuación en las áreas que exponen a los niños a las modalidades de trabajo más peligrosas.

El objetivo del IPEC en Tanzania consiste en centrarse en unas medidas estratégicas tendentes a integrar los problemas del trabajo infantil en los programas y políticas de las instituciones públicas y de los agentes sociales, con el objeto de ayudarles a intervenir contra el trabajo infantil.

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Tanzania es uno de los países menos desarrollados, con una población de alrededor de 30 millones de habitantes en 1997. La tasa de crecimiento demográfico es del 2,8 por ciento, al tiempo que la economía creció un 4 por ciento en 1996. El 47 por ciento de los habitantes del país tienen menos de 14 años de edad, y un 24 por ciento de este grupo son niñas. El 57 por ciento de la población no ha cumplido 19 años. La esperanza de vida al nacer es de 48,9 años para los hombres y de 51,7 años para las mujeres.

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LA LUCHA CONTRA EL TRABAJO INFANTIL

EN TANZANIA

En marzo de 1994, el Gobierno firmó con la OIT un Convenio sobre la realización, en dicho país, de diversas actividades enmarcadas en el programa del IPEC de erradicación del trabajo infantil.

El IPEC colabora en los esfuerzos del Gobierno para regular, limitar y prohibir gradualmente el trabajo infantil, con vista a su erradicación definitiva. Uno de los protagonistas principales de esta campaña es el Ministerio de Trabajo y Desarrollo Juvenil, que colabora estrechamente con el IPEC y ha creado una Unidad de Trabajo Juvenil. El IPEC colabora igualmente con el Ministerio de Desarrollo Comunitario, los Problemas de la Mujer y la Infancia; el Departamento de Servicios de Información de Tanzania; el Ministerio de Educación y Cultura y otros agentes sociales, como la Asociación de Empresarios de Tanzania, los Sindicatos Libres de Tanzania; y con diversas ONG, como la Asociación de Mujeres Comunicadoras de Tanzania, la Asociación de Abogadas de Tanzania y la Red Africana para la Prevención y Protección contra el Abuso y Abandono de los Niños, además de colaborar con organizaciones internacionales como UNICEF, PNUMA, FUNAP, etc. En pueblos y aldeas se han creado comités y grupos de trabajo locales, responsables de la captación y el uso de los recursos destinados a los problemas del trabajo infantil.

Kiran Mehra-Kerpelman

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