LIBROS

Published date01 March 2006
Date01 March 2006
DOIhttp://doi.org/10.1111/j.1564-913X.2006.tb00362.x
Revista Internacional del Trabajo
, vol. 125 (2006), núm. 1-2
Copyright © Organización Internacional del Trabajo 2006
LIBROS
Reseñas críticas
Monitoring sweatshops: Workers, consumers, and the global apparel industry.
Por Jill ESBENSHADE. Filadelfia, Temple University Press, 2004.
xv + 272 págs. Gráficos, cuadros, apéndices, bibliografía e índice.
ISBN 1-59213-255-3.
Globalization and cross-border labor solidarity in the Americas:
The anti-sweatshop movement and the struggle for social justice.
Por Ralph ARMBRUSTER-SANDOVAL. Nueva York, Routledge, 2005.
xi + 223 págs. Gráficos, cuadros, glosario, notas y bibliografía.
ISBN 0-415-94957-2.
Los talleres y las fábricas en que se explota a los trabajadores siguen siendo
un poderoso símbolo de los inconvenientes de la globalización en nuestra socie-
dad de consumidores. Con la firma del Tratado de Libre Comercio entre la Re-
pública Dominicana, Centroamérica y los Estados Unidos (CAFTA) en agosto
de 2005 y la enorme expansión de la fabricación de prendas de vestir en China,
cada vez son mayores las posibilidades de explotación en las fábricas. En los Es-
tados Unidos, Canadá y Europa, diversos informes públicos han mostrado las de-
gradadas condiciones de trabajo que reinan en las fábricas de esos países y del ex-
tranjero que explotan a sus empleados: horarios de trabajo excesivamente largos,
inexistencia de protección de la salud y de prestaciones laborales, maltrato a los
trabajadores, amenazas y listas negras de militantes sindicalistas y salarios bajísi-
mos. Los consumidores han reaccionado presionando a los minoristas y fabrican-
tes de prendas de vestir de marcas conocidas para que mejoren las condiciones de
trabajo. Al mismo tiempo, quienes trabajan en estas condiciones han reclamado
valientemente que cambien.
Frente a unos dirigentes del mundo que abogan por la «libertad de comer-
cio», aduciendo que es el mejor instrumento para promover los derechos de los
trabajadores y la ecología, los defensores de productos «sin tacha de explota-
ción» han ofrecido resistencia recurriendo a diversas estrategias. En estos dos li-
bros publicados recientemente se describen los beneficios y las desventajas de
dos fuerzas contrarias a la explotación de los trabajadores del sector del vestido:
la inspección de las fábricas y talleres y la constitución de sindicatos. Los dos es-
tudios han sido escritos por antiguos alumnos de la profesora Edna Bonacich, de
la Universidad de California, que ha dirigido las investigaciones de muchísimos
doctorandos. La obra
Monitoring sweatshops
de Jill Esbenshade es la mejor
sinopsis empírica realizada hasta la fecha de lo que puede hacerse y lo que se ha
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logrado con una labor de inspección estricta. En
Globalization and cross-border
labor solidarity in the Americas
Ralph Armbruster-Sandoval describe con luci-
dez los notables logros de mujeres de cuatro países centroamericanos que forma-
ron sindicatos de trabajadoras de prendas de vestir en medio de dificultades in-
creíbles y que, en ocasiones, consiguieron que se firmasen contratos. Estos
autores abordan el tema desplegando un instrumental metodológico muy varia-
do: comparaciones históricas, testimonios y estudios etnográficos de trabaja-
dores, largas entrevistas con personas de círculos muy distintos, observación
participativa, métodos de análisis etnológico y la exposición laboriosa y porme-
norizada de datos cuantitativos y cualitativos con los que constituyen una narra-
ción y un análisis coherentes. Ahora bien, los dos enfoques ponen de manifiesto
que las dinámicas generales de la globalización han puesto en entredicho los
avances de quienes combaten las fábricas que explotan a los trabajadores.
Esbenshade aduce varios argumentos esenciales acerca de los sistemas de
fiscalización creados por las empresas mismas: en primer lugar, cree que, por
muy buenas intenciones que tengan las etiquetas de «producido sin explotación»
y las inspecciones a los subcontratistas, este método es un paso atrás grave res-
pecto del contrato social que regía las relaciones laborales en los Estados Unidos
después de la Segunda Guerra Mundial. A tenor del contrato social, los emplea-
dores, los trabajadores y las autoridades públicas negociaban oficial u oficiosa-
mente unas condiciones laborales y unos salarios justos. Al implantar la fiscaliza-
ción privada (es decir, controlada por las empresas) a principios del decenio de
1990, en buena medida a instigación del Ministerio de Trabajo de los Estados
Unidos, que no tenía recursos bastantes para llevar la cuenta y vigilar a una po-
blación cada vez mayor de trabajadores inmigrantes, las empresas sustituyeron el
contrato social por el «contrato de responsabilidad social». Se trastocó así todo el
planteamiento: las empresas adoptaron un código interno que les obligaba a
cumplir las leyes referentes a la salud y la seguridad, los salarios mínimos y la le-
gislación laboral, pero arrinconaron el principio de negociación colectiva de la
Organización Internacional del Trabajo (OIT) e impidieron que los trabajadores
participaran directamente en la fijación de su situación laboral. Los nuevos árbi-
tros de las condiciones de trabajo pasaron a ser los consumidores.
En segundo lugar, Esbenshade dice que las empresas han conseguido ma-
nipular la fiscalización en beneficio propio, utilizándola como una treta de re-
laciones públicas para promover aún más sus productos. Da el ejemplo elo-
cuente de Guess?, una empresa que se vio obligada a aceptar la fiscalización de
sus fabricantes para evitar sanciones penales por incumplimiento de las leyes
en materia de salarios y duración del trabajo. Guess? promovió, con la aquies-
cencia de las autoridades públicas, sus prendas de vestir «certificadas» y su su-
puesta condición de adelantada de la lucha contra la explotación; pero, simul-
táneamente, constituyó comités antisindicales y amenazó a los trabajadores
activistas. Siguió publicitando esa imagen de entidad responsable que había
creado ella misma, a pesar de haber cerrado repentinamente varias fábricas y
de no haber resuelto varias querellas por infracciones persistentes de las leyes
presentadas por empleados suyos, la Junta Nacional de Relaciones Laborales
de los Estados Unidos y el propio Ministerio de Trabajo.
Monitoring sweatshops
consta de dos partes: los cuatro primeros capítu-
los versan sobre los códigos empresariales y la fiscalización privada de empre-
sas de prendas de vestir y calzado estadounidenses, y los tres capítulos siguien-

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