J.L. López Aranguren (1909-1996) y el problema de nuestro tiempo

AuthorJosé Manuel Panea Márquez
PositionUniversidad de Sevilla
Pages273-289
Revista inteRnacional de Pensamiento Político - i ÉPoca - vol. 10 - 2015 - [273-289] - issn 1885-589X
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J.L. LÓPEZ ARANGUREN (1909-1996) Y EL
PROBLEMA DE NUESTRO TIEMPO
J.L. LÓPEZ ARANGUREN(1909-1996) AND THE PROBLEM OF
OUR TIME
José Manuel Panea Márquez
Universidad de Sevilla
jmpanea@us.es
Recibido: noviembre de 2015
Aceptado: diciembre de 2015
Palabras clave: Aranguren, Ortega, Unamuno, Cervantes, intelectual, crisis moral, educación, ética y política.
Keywords: Keywords: Aranguren, Ortega, Unamuno, Cervantes, intellectual, moral crisis, education, ethics
and politics.
Resumen: El objeto de este artículo es analizar la concepción que tiene
J.L. Aranguren del intelectual y su compromiso no sólo socio-económico y
político sino también moral y cultural con la sociedad. Unamuno y Ortega,
pero también Cervantes, jugarán un papel fundamental en el pensamiento
de Aranguren sobre el problema de nuestro tiempo, la educación, y las
difíciles relaciones entre ética y política. Y todo ello, sin sucumbir al desáni-
mo en unos tiempos de profunda crisis moral como los de Aranguren y los
nuestros.
Abstract: The aim of this essay is to analyze J. L. Aranguren’s conception
of the intellectual and his moral and political commitment to society. Not
only Unamuno and Ortega, but also Cervantes will play a fundamental role
on Aranguren’s thinking about the problem of our time, education and the
difcult relations between ethics and politics. And all this, without succum-
bing to despondence at times of deep moral crisis like that of Aranguren
and ours.
“Sin duda, todos vivimos dentro de sociedades injustas. Denunciar esta
injusticia es un deber” (Aranguren, VI, 228).
1. Unamuno, Ortega y la idea del intelectual en J.L. Aranguren
Aranguren (1909-1996), como dijera Elías Díaz, ha sido uno de “los grandes maestros
de la Universidad española durante, bajo y contra el régimen franquista; y también
después, en la construcción de la actual democracia” (Díaz, 1996, 109). Tras una di-
latada carrera como lósofo, obtuvo el tardío, pero justo reconocimiento a su meritoria
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labor, obteniendo la Creu de Sant Jordi y
el Premio de Ciencias Sociales “Francisco
Giner de los Ríos” (1982), la Gran Cruz
de la Orden de Alfonso X el Sabio (1985),
el Premio Nacional de Ensayo por su li-
bro Ética de la felicidad y otros lenguajes
(1989), y ha sido investido Doctor Honoris
Causa por la Universidad Carlos III de Ma-
drid, obteniendo, como colofón de honor,
el Premio Príncipe de Asturias de Comu-
nicación y Humanidades en 1995.
A lo largo de los años, en su incansable
búsqueda, Aranguren protagonizó una in-
teresante evolución personal e intelectual,
transitando desde un primer intimismo
existencial, de carácter religioso, centra-
do en la gura de San Juan de la Cruz,
que prolongaría en una reexión sobre el
cristianismo, en sus formulaciones cató-
lica y protestante, a un cada vez mayor
compromiso por las cuestiones éticas, po-
líticas, económicas y culturales. Su labor
de intelectual comprometido, semejante a
la del faro que en la noche sirve de refe-
rencia y guía al navegante, ha sido cons-
tante en toda su vida y obra, contra viento
y marea. A lo largo de sus libros, entre
los que cabría citar, Crítica y meditación
(1957), Ética (1958); La ética de Ortega
(1958), Ética y política (1963); Memorias
y esperanzas españolas (1969), pero tam-
bién en su vasta obra periodística, desde
comienzos de los setenta, siempre se
planteó el problema de la vocación, de la
misión del intelectual y de su ethos, frente
al desánimo y la crisis, que permanente-
mente atenaza al hombre contemporáneo
bajo distintos ropajes. Por ello, en este
trabajo queremos rendir un homenaje a
Aranguren, por su labor y por su ejemplo.
Nos interesa hacer un recorrido por su
obra para comprender sus ideas, como
lósofo, como pensador, pero siempre de-
jando traslucir al hombre de carne y hue-
so, su insobornable afán de imparcialidad
y su esperanza, contra la tentación del
desánimo, en una realidad como la de la
España de entonces, en la que sabremos
reconocer también, mutatis mundandis, a
la España de ahora.
Precisamente ahora que se cumplen
veinte años de la muerte de Aranguren,.
con la perspectiva que da el tiempo, po-
dríamos formularnos la pregunta que él
mismo se hacía en 1964 sobre la actua-
lidad de Unamuno, e interrogarnos por
la actualidad de Aranguren, veinte años
después. Pero la referencia a Unamuno,
como también será la que hagamos a Or-
tega, no es baladí. No sólo pretendemos
actualizar una pregunta, sino plantear
otras tantas, y bosquejar una semblanza
del intelectual que fue J.L. Aranguren.
Dotado de una extraordinaria receptivi-
dad, Aranguren tuvo muchos e importan-
tes referentes, de los que fue tomando
aquello que, en cada momento, mejor le
aprovechaba. Sin embargo, creemos que
tanto Unamuno como Ortega son dos pi-
lares esenciales para comprender su idea
del intelectual tal y como el propio Aran-
guren la concibió y la encarnó a lo largo
de su vida y obra.
Se preguntaba Aranguren qué tenía que
decirles Unamuno a los hombres de
1964, convencido de que Unamuno es,
verdaderamente, un clásico, y ello por-
que “(…) tiene palabras importantes que
decir a hombres de muy distintas épo-
cas, sumidos en circunstancias diversas,
apoyados en diferentes y aun contrarias
concepciones de la vida. Así ha sido y
continuará siendo Miguel de Unamuno:
hombre capaz de hablarnos a cada uno
de los hombres; y repito, incluso a hom-
bres contrapuestos –por la época o la
situación-entre sí”. (Aranguren, VI, 457).
Pero Unamuno, a diferencia de Ortega,

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