Perspectivas inciertas: en el nuevo informe de la OIT se describe un panorama sombrío del empleo en el mundo

El informe de la OIT Tendencias mundiales del empleo 1 señala que, según las estimaciones, el número de personas desempleadas aumentó en 20 millones desde 2000, situándose en 180 millones a finales de 2002 2. Si no se produce una fuerte recuperación económica en 2003, las perspectivas de inversión de esta tendencia parecen poco probables.

GINEBRA - Tras dos años de desaceleración de la actividad económica, el número de desempleados ha experimentado un acusado aumento en todo el mundo. En el nuevo informe de la OIT, publicado en enero, se afirma que, paralelamente, estas pérdidas de empleo han engrosado las filas de los trabajadores pobres, obligando a un mayor número de personas a aceptar trabajos precarios y deficientemente remunerados en el sector no estructurado, en el que la ausencia de cobertura del desempleo y de seguridad social es casi absoluta.

Como señala Juan Somavia, Director General de la OIT, 'Este deterioro de la situación mundial del empleo y las perspectivas de una recuperación ligera o tardía son muy perturbadoras. Si continúan estas tendencias, aumentará espectacularmente el número de desempleados y de trabajadores pobres. Una recesión global a gran escala podría tener graves consecuencias para la estabilidad social y política de importantes partes del mundo'.

La caída del empleo ha compensado gran parte de los avances alcanzados en el campo de la atenuación de la pobreza a finales de la década de 1990, y amenaza con poner en peligro los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) de las Naciones Unidas, con los que se pretende reducir en un 50% el nivel de pobreza en el mundo para 2015. La OIT estima que, a finales de 2002, es muy posible que el número de trabajadores que no ingresan lo suficiente para mantenerse a sí mismos y a sus familias y no perciben una renta superior al umbral de pobreza de un dólar al día haya vuelto a situarse en 550 millones, un nivel equivalente al registrado en 1998.

Los grupos más afectados fueron el de las mujeres y el de las personas que buscan su primer empleo, que tienden a trabajar en sectores particularmente vulnerables a las crisis económicas. En el informe se advierte que, en un contexto de escasas perspectivas de sólido crecimiento en 2003, es necesario formular políticas que propicien la toma de iniciativas encaminadas a potenciar el empleo y luchar contra el agravamiento de la pobreza.

Aún se acusan los efectos de 2001

El desempleo comenzó a crecer poco después de que estallara la burbuja de la expansión del sector de las tecnologías de la comunicación y la información (TCI) en la primavera de 2001, lo que desencadenó una desaceleración de la actividad económica. Las secuelas de los ataques del 11 de septiembre en Nueva York y Washington, D.C. provocaron nuevas crisis y agravaron la contracción económica.

La caída del comercio mundial, combinada con la desaceleración del crecimiento económico en los países industrializados, se tradujo en la pérdida de puestos de trabajo en los sectores de los países en desarrollo orientados a la exportación. Los más afectados fueron aquellos sectores en los que se utiliza mano de obra de manera intensiva, como el del vestido, en el que trabaja una elevada proporción de mujeres. A mediados de 2002 se observaron ciertos signos de recuperación del comercio mundial, con una modesta previsión de crecimiento del 1% para el conjunto del ejercicio. Puesto que la demanda de los países industrializados sigue siendo débil, es poco probable que la situación del empleo en los países que dependen en gran medida de las exportaciones experimente una mejora significativa a largo plazo.

Además, el debilitamiento de la confianza de los inversores puso de relieve la cruda realidad de la fragilidad financiera de ciertos países en varias regiones, y las crisis generadas dejaron a muchas personas sin empleo. En Argentina, por ejemplo, el desempleo se disparó por encima del 20% en 2002, provocando una reacción en cadena en los países vecinos. Los conflictos armados y la violencia contribuyeron igualmente al agravamiento del desempleo y la pobreza en países tan alejados entre sí como Colombia y Nepal. En Oriente Medio, el desempleo aumentó de manera vertiginosa en Cisjordania y la Franja de Gaza, mientras que, en Israel, continuó la recesión.

La contracción económica mundial afectó a las regiones de manera diferente. A continuación se refiere la evolución en cada caso:

entre 2000 y 2002, los países industrializados experimentaron el incremento de la tasa de desempleo más acusado de todas las regiones como consecuencia de la contracción mundial, pasando del 6,1 al 6,9%. En América del norte, el desempleo creció de manera sustancial, ascendiendo del 4,8 al 5,6% en Estados Unidos. En la Unión Europea, el desempleo se redujo en términos reales entre 2000 y 2001, pasando del 7,8 al 7,4%, pero volvió a aumentar en 2002 hasta el 7,6%;

en América Latina y el Caribe, la crisis financiera, combinada con la desaceleración mundial, dio lugar a una elevación vertiginosa de la tasa de desempleo en muchos países. La caída del crecimiento económico engrosó las cifras del paro en casi toda la región entre 2001 y 2002, acercando dicha tasa al 10% a pesar del menor número de personas que se incorporaron a la población activa. El desempleo entre los jóvenes alcanzó el 16% en 2001, muy por encima del 12% registrado en 1997, y casi todos los nuevos puestos de trabajo para este grupo de población se generaron en el sector no estructurado de la economía;

Asia resultó muy perjudicada por la recesión que afectó al sector de las TCI y que dio lugar al recorte de las exportaciones a los países industrializados. El sudeste asiático tuvo que afrontar la contracción de 2001 justo cuando comenzaba a recuperarse de la crisis financiera de 1997-1998, registrándose una subida del desempleo del 6% en 2000 al 6,8% en 2001, con una ligera disminución al 6,5% prevista para 2002. Las cifras de los distintos países del sudeste asiático variaron de forma considerable. Camboya, la República Democrática Popular Lao y Vietnam mantuvieron tasas de crecimiento elevadas, debido a la ampliación del acceso a los mercados de las economías industriales y a los mejores resultados del sector agrícola;

Asia Oriental registró un crecimiento de la producción considerablemente inferior, así como un deterioro del empleo en el bienio 2000-2002. En China, la cifra oficial de desempleo urbano en 2001 fue del 3,6%, aunque las estimaciones recientes indican que éste podría elevarse al 7,5% actualmente, debido al elevado nivel de subempleo en el sector agrario y de la desaparición de la práctica consistente en mantener a los trabajadores afectados por la supresión de puestos de trabajo empleados en el sector público, a la que se conoce como mantenimiento preventivo de personal;

durante 2001-2002, las economías de Asia meridional demostraron su resistencia, aunque las preocupaciones relativas a la seguridad, las adversas condiciones meteorológicas, la desaceleración de la actividad exportadora y el descenso de los ingresos del turismo provocaron el empeoramiento de la situación del empleo. La pobreza aumentó, al igual que el número de trabajadores pobres. En Pakistán, por ejemplo, las tasas de desempleo se dispararon en los últimos años situándose cerca de un 8%, si bien, en general, el deterioro del empleo en la región apunta a un incremento del número de personas que adolecen de ingresos bajos y condiciones de trabajo deficientes en la economía no estructurada, más que a un aumento acusado de las tasas de desempleo;

la región del África subsahariana consiguió mantener una tasa de crecimiento económica razonablemente constante, aunque, en términos de renta por habitante, se sitúa a menudo por debajo del 1%. Además del trabajo infantil y la pérdida de empleos debida a los conflictos, un problema de importancia creciente para la región es la 'fuga de cerebros' que despoja a la región de un capital humano tan necesario. La situación en materia de salud, y especialmente en lo que se refiere al VIH/SIDA, también repercute con fuerza sobre el capital humano. En Tanzania, por ejemplo, un reciente estudio pone de relieve que la epidemia del VIH/SIDA obliga a que un número cada vez mayor de niños y jóvenes de edades comprendidas entre los 10 y los 19 años se incorporen a la población activa, mientras que disminuye la proporción de adultos de entre 20 y 35 años por razón de fallecimiento o enfermedad 3;

Oriente medio y el norte de África experimentaron un notable empeoramiento de las condiciones económicas generales en los dos últimos años, con una reducción en el crecimiento del PIB, que pasó del 6% en 2000, al 1,5% en 2001. Los despidos y las pérdidas de empleo resultantes de las reducciones del tamaño del sector público dieron lugar al incremento del desempleo, que alcanzó cifras de dos dígitos en algunos países. El desempleo juvenil alcanza cotas angustiosas en ciertos países como Siria, Argelia, Bahrein y Marruecos. Por otra parte, los países del Golfo adoptan cada vez más políticas encaminadas a sustituir los trabajadores migrantes por mano de obra nacional, en lo que constituye una medida que puede reportar consecuencias significativas para el empleo, así como para las remesas dirigidas a los países que suministran tal fuerza de trabajo;

el desempleo en las economías en transición vuelve a elevarse después de disminuir del 13,5% en 2000 al 12,6% en 2001. A pesar de la recuperación económica y de las elevadas tasas de crecimiento que han registrado estos países en 2000 y 2001, el desempleo se situó de nuevo en el nivel del 13,5% en 2002, debido en gran medida a la tendencia constante de las empresas a procurar la mejora en materia de competitividad mediante la progresiva eliminación de las tecnologías que propician un uso intensivo de la mano de obra y la desaparición del mantenimiento preventivo del personal. Al mismo tiempo, las administraciones recortan el empleo en el sector público. La aceleración del cambio estructural en previsión de la incorporación a la UE ha dado lugar igualmente al incremento del desempleo en los países candidatos.

Configurar la recuperación

¿Cómo solucionar esta situación? Según se afirma en el informe, es necesario crear la escalofriante cifra de 1.000 millones de nuevos puestos de trabajo para retomar la senda de consecución del objetivo de reducción de la pobreza en el mundo en un 50% para 2010. Las previsiones regionales relativas al número de personas de nueva incorporación al mercado de trabajo a lo largo del próximo decenio ponen de manifiesto que la mayor parte de estos empleos debe corresponder a Asia (60%) y al África subsahariana (15%).

La tarea no es sencilla. La OIT ha estimado que la tasa de crecimiento de la producción que reduciría a la mitad los niveles de desempleo y de trabajadores pobres en 2010 (véase el recuadro más adelante). La consecución del número adicional de empleos que han de generarse para alcanzar tal objetivo requiere una tasa de crecimiento por habitante superior al 2% a escala mundial, y del orden del 3 al 6% en el ámbito regional.

Dada que la elevada cuantía de tales tasas parece corresponder a un planteamiento optimista desde la perspectiva de 2003, en el informe se insta a la formulación de políticas de empleo activas, así como a la adopción de iniciativas que sostengan el impulso cobrado por la economía mundial.

'Si se quiere que estos empleos contribuyan a aliviar la pobreza, deben ser productivos y ofrecer condiciones de trabajo decentes', dijo el Sr. Somavia. 'Será necesario un crecimiento económico más rápido y políticas para promover la creación de oportunidades de trabajo decente y productivo.' En el informe se determinan las tres vías esenciales de acceso a tales metas:

en primer lugar, es esencial adoptar una política favorable a la creación de empleo capaz de activar el crecimiento en cualquier caso y estimular las inversiones que propician una utilización intensiva de la mano de obra. A tal efecto, deben llevarse a cabo medidas fiscales que generen incentivos para que el sector privado fomente la creación de empleo, acompañadas de programas públicos de infraestructuras;

en segundo lugar, los responsables de la formulación de políticas deben centrarse en reducir la vulnerabilidad de los países en desarrollo y de los miembros más desfavorecidos de la sociedad respecto de los impactos externos. Es necesario adoptar políticas de mercado de trabajo activas, incluida la creación de redes de seguridad social, para reducir la inseguridad económica en un mundo globalizado. Además, las estrategias de desarrollo deben comprender la diversificación de la base productiva, con el fin de extender y diluir los riesgos de vulnerabilidad, el recorte de las barreras arancelarias impuestas por los países industriales a los productos manufacturados, la reducción del riesgo asociado a las oscilaciones en las exportaciones de materias primas y la atenuación de las medidas proteccionistas de los sectores agrarios de los países ricos. Será igualmente necesario optimizar las infraestructuras de transporte, energía y comunicaciones;

en tercer lugar, los países deben adoptar políticas favorables a los desfavorecidos, encaminadas a ayudar a hombres y mujeres a obtener un trabajo decente y productivo en condiciones de libertad, seguridad y dignidad humana. A tal efecto, es necesario apoyar el crecimiento de las pequeñas y medianas empresas y su cobertura por sistemas de seguridad social, así como procurar la inversión en sistemas de educación y asistencia sanitaria que refuercen la capacidad de la población activa para trabajar de manera productiva. Además, la supresión de las restricciones al derecho de sindicación y el tratamiento de la discriminación y el trabajo infantil y forzoso constituyen pasos fundamentales hacia la habilitación económica, política y social de los pobres.

'Sólo a través de políticas favorables a los pobres y a la creación de empleo podremos resolver esta crisis creciente del empleo y situar el trabajo decente en el centro de las políticas económicas y sociales', declara el Sr. Somavia. 'Un crecimiento económico más rápido es una condición necesaria, pero no suficiente. Si los responsables de la adopción de políticas no actúan ya, todos nosotros podríamos sufrir graves consecuencias.'

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1 Global Employment Trends, Oficina Internacional del Trabajo, Ginebra, 2003, ISBN 92-2-113360-5. Precio: 35 francos suizos. Para obtener una copia, diríjanse a la Oficina de Publicaciones, en la dirección www.ilo.org/publns.

2 Para más información, véase www.ilo.org, comunicado de prensa ILO/03/01, o selecciónese 'Empleo' y, a continuación, Estrategias de empleo.

3 Arndt, C., Wobst, P., HIV/AIDS and labor markets in Tanzania, Informe para debate nº 102, Trade and Macroeconomics Division. Washington, DC, 2002. IFPRI.

Creada por RP. Aprobada por KMK. Última actualización: 16 de mayo de 2003.

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