Los grupos de presión en la transición y consolidación democrática en España

AuthorEsther del Campo García, Amalinda Savirani
Pages223-254
© Editorial UOC Capítulo A. Los grupos de presión...
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Capítulo A
Los grupos de presión en la transición
y consolidación democrática en España
A-1. Introducción
La transición democrática que se inicia en España en 1975 tras la
muerte de Franco obligó a replantear necesariamente las relaciones entre
el nuevo Estado democrático postfranquista, que se fue configurando en
los años posteriores, y una sociedad civil, reprimida que no adormecida,
que se había desarrollado en la oposición política y social al régimen
autoritario. Esta sociedad, durante muchos años bicéfala en una per-
manente oposición y convivencia con el régimen franquista, había visto
surgir, especialmente al calor del proceso de modernización económica
y social que experimentó España durante la década de 1960, un impor-
tante número de organizaciones profesionales, sindicales, empresariales,
vecinales, en defensa de unos determinados intereses sectoriales, pero
que en buena medida planteaban también un proyecto político democrá-
tico para España. Estos grupos de intereses, junto a otros actores como
los partidos políticos, serán a la postre los artífices de una progresiva
liberalización y apertura de la sociedad civil que se traducirá más tarde
en una democratización del Estado.
En las próximas páginas analizaremos con mayor detalle este proceso
de apertura de la sociedad civil, así como el papel desempeñado por los
grupos de presión, especialmente sindicatos de trabajadores y organi-
zaciones empresariales, y por dos poderes fácticos fundamentales en la
sociedad española, como son la Iglesia católica y las Fuerzas Armadas.
Estos grupos van a ser los encargados de articular las reivindicaciones y
las necesidades de la sociedad y transmitirlas al proceso político. Si bien
consideramos que Linz (1988) tiene razón cuando señala que la política
ha tenido en la España del siglo XX precedencia sobre los intereses
y conflictos de clase y que, por tanto, la clase política ha gozado de
© Editorial UOC Los sistemas políticos de España e Indonesia
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autonomía frente a la sociedad civil, este capítulo sostiene que en la
medida en la que un sistema político no logra canalizar adecuadamente
los intereses de importantes sectores sociales, está minando los cauces
políticos e institucionales para la representación de estos intereses y, en
consecuencia, la base misma del sistema en su conjunto.
Por ello, este análisis de los grupos de presión en el sistema político
español está esencialmente centrado en el surgimiento, desarrollo y con-
solidación de esta multiplicidad de vasos comunicantes entre sociedad
civil y Estado que han permitido a medio plazo consolidar un régimen
democrático.
A-2. Del corporativismo franquista
a la transición democrática
Prácticamente desde un principio y como respuesta a la mutilación
que la sociedad española había sufrido en la Guerra Civil, el régimen
franquista intentó recrear el Estado sobre la base de la clásica ideología
corporativa, donde la sociedad española se correspondía con la armo-
niosa estructura de una pirámide con el Estado como vértice y la familia
como base. El cuerpo principal de esta pirámide estaba compuesto por
los burócratas de los gobiernos provinciales y municipales1, y por una de
las instituciones del Estado más jerarquizadas y unitarias, la Organización
Sindical Española (OSE), conocida como «Sindicato Vertical».
Los estudios que existen sobre el franquismo caracterizan al régi-
men como un modelo corporatista a medias (Pérez Díaz, 1985), como
corporativismo social (Linz, 1988) o corporativismo estatal sin realidad
1 Mientras, la participación política de los distintos grupos de intereses se
canalizaría básicamente a través de la representación corporativa en las Cortes
Generales del Reino y, a partir de, 1948 en los ayuntamientos con el tercio de
entidades económicas y el reservado a los Sindicatos. Las Cortes actuaron úni-
camente como caja de resonancia del franquismo, donde a los grupos represen-
tativos de las organizaciones económicas les correspondió el papel más oscuro.
Los ayuntamientos, por su parte, apenas pasaron de ser el marco institucional de
formación del consenso local (Moreno Fonseret 1999: 93).
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histórica (Martínez Alier, 1988). En cualquier caso, se percibe el mode-
lo corporativo como un continuun que desde 1923 hasta la transición ha
servido de marco regulador de las relaciones entre la clase política, los
empresarios y los trabajadores.
El Fuero del Trabajo de marzo de 1938, la Ley de Unidad Sindical
y la Ley de Bases de la Organización Sindical, ambas de 1940, fijaban
la existencia de un solo sindicato, la OSE, dependiente del partido
único. Directamente inspirada en el fascismo italiano, se trataba de
una organización presidida por los principios de unidad, totalidad y
jerarquía, de la que formaban parte obligatoriamente, como miembros
de una «misma comunidad de intereses», tanto los trabajadores como
los empresarios.
Sin embargo, no todos los grupos de intereses se vieron afectados
de igual manera. Mientras que los trabajadores perdieron sus organi-
zaciones de clase, los empresarios y patronos mantuvieron autonomía
en el sistema; autonomía que fue creciendo a lo largo de los años.
En primer lugar, porque en el seno sindical los empresarios funcio-
naron con total independencia en la Vicesecretaría de Ordenación
Económica que, a la sazón, debía ocuparse de la distribución de los
distintos factores, asesorar al gobierno, formular estudios, intervenir
en los expedientes de nuevas industrias, distribuir las materias primas,
controlar en ocasiones las operaciones de comercio exterior e interior,
etc., de manera que la OSE se convirtió en la organización empresa-
rial que mejor podía defender los intereses de propietarios agrarios,
industriales y comerciantes. En segundo lugar, es importante recordar
que no todas las organizaciones patronales desaparecieron o fueron
absorbidas. Linz ya comprobó que de las 71 entidades que formaban la
Unión Nacional Económica antes de la guerra, sobrevivieron al menos
26 (Linz, 1988: 99); algo parecido pasó en el caso de las Cámaras de
Comercio. Por último, conviene apuntar que, como ocurre en todo
régimen dictatorial, la discrecionalidad en la concesión de privilegios,
fruto de una compleja red de relaciones personales, funcionó a pleno
rendimiento (Moreno Fonseret, 1999: 112).
Después de las importantes huelgas que tuvieron lugar durante el mes
de enero de 1958 en distintas zonas del País Vasco, Madrid, Zaragoza
y Valencia, en abril del mismo año se promulgó la Ley de Convenios

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