Los sindicatos: golpeados, pero decididos a afrontar los retos de la mundialización.

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En el informe El Trabajo en el Mundo,1997-1998 se afirma que, en 1995, unos 164 millones de trabajadores estaban sindicados. El índice de afiliación superaba el 50 por ciento de la fuerza de trabajo total únicamente en 14 de los 92 países estudiados. El número de afiliados sólo se había incrementado en unos 20 países durante los diez últimos años.

Sin embargo, en el informe de la OIT se dice también que, a pesar de las tendencias negativas, la reducción del nivel de sindicación no se ha traducido en una pérdida correlativa de la influencia sindical.

En la mayoría de los países, los sindicatos han logrado consolidar su implantación en los sectores clave, captar afiliados en los sectores emergentes y desarrollar nuevas estrategias de negociación colectiva, frecuentemente a escala mundial.

En la presentación del estudio en una conferencia de prensa ofrecida en Ginebra el mes de noviembre, Michel Hansenne, Director General de la OIT, aseguró que estos resultados reflejaban un importante punto de inflexión en las relaciones laborales en todo el mundo, aunque rechazó la hipótesis de un declive del poder de los sindicatos.

Según el Sr. Hansenne: «Los números sólo muestran una parte de la verdad. Lo que para muchos observadores de todo el mundo es sólo decadencia, para mí es más democracia, más pragmatismo y mayor libertad para que millones de trabajadores constituyan organizaciones representativas, protagonicen la negociación colectiva con las empresas y participen en la toma de decisiones que afectan, tanto al lugar de trabajo, como a la sociedad.»

Muchas razones para los cambios

En el informe se pone de relieve que, si bien la reducción de la afiliación es atribuible en gran parte a factores como la reducción del empleo en el sector público, el recrudecimiento de la competencia económica y la contracción de la cuota de la industria manufacturera en el empleo total, el incremento o el descenso de la afiliación sindical está e función de determinados cambios sistemáticos en la gestión o de profundas reformas legislativas que se han producido en numerosos países y regiones.

Por ejemplo, en una distribución regional, la caída de la afiliación ha sido mucho más acusada en los países de la Europa Central y Oriental, en los que la disminución media se ha acercado al 36 por ciento, como resultado, en buena medida, del fin de la sindicación quasi forzosa producido por la desintegración del antiguo bloque soviético. Así, en Estonia, el índice de sindicación se redujo en un 71 por ciento; en la República Checa, en un 50 por ciento; en Polonia, en un 45 por ciento; en Eslovaquia, en un 40 por ciento; y en Hungría, en un 38 por ciento.

Buena parte de la reducción del nivel de afiliación registrada en Alemania (del 20 por ciento, en contrate con el 16 por ciento registrado en el conjunto de la Unión Europea) es imputable al declive producido en la antigua Alemania del Este.

En cambio, el mayor incremento de la afiliación sindical tuvo lugar en Sudáfrica, con un aumento del 130,8 por ciento, producido principalmente desde el final del apartheid. Se ha observado también un aumento de la sindicación en países como Bangladesh (58 por ciento), Canadá (10,7 por ciento), Chile (89 por ciento), República de Corea (61 por ciento), Filipinas (69 por ciento), España (92 por ciento), Tailandia (77 por ciento) y Zimbabwe (54 por ciento).

En el informe se indica igualmente que, en algunos casos, se obstaculizaba la sindicación por razones políticas o para favorecer las inversiones. Algunos gobiernos «han adoptado una política restrictiva en relación con el reconocimiento de los sindicatos, con la esperanza de atraer inversiones extranjeras». Además, en un gran número de países se siguen aplicando diversas restricciones y se desarrollan distintas actividades antisindicales, autorizadas o simplemente toleradas, según se refleja en el gran número de denuncias que se presentan todos los años y son examinadas por el Comité de Libertad de Asociación de la OIT.

En el informe se afirma que, si bien los sindicatos han evolucionado desde unas actitudes de antagonismo hacia unas posturas más conciliadoras», las organizaciones sindicales han demostrado su capacidad para ejercer presión en situaciones de crisis. En un número de conflictos laborales y políticos que se han producido recientemente en países como Francia, Alemania y la República Checa, la participación sindical ha resultado decisiva en la negociación de acuerdos.

La actividad internacional de los sindicatos se ha desarrollado considerablemente y, en una serie de casos de gran proyección pública, ha inducido a importantes multinacionales (como Nike, The Gap y otras) a promulgar «códigos de conducta» de ámbito mundial para sus trabajadores y subcontratistas. En numerosos países en desarrollo no democráticos, como Myanmar, Nigeria y Sudán, los sindicatos y organizaciones de trabajadores siguen estando en la primera línea de la oposición y de la defensa de los derechos humanos. Algunas formas innovadoras de asociación, como los comités de empresa europeos y diversos «pactos sociales» (del tipo de los concertados en Irlanda e Italia, que han fomentado el crecimiento y han contribuido a controlar la inflación y a reducir el desempleo) han sido en buena parte inspiradas por los sindicatos.

En otros países, como el Reino Unido, Australia y Nueva Zelanda, la disminución de los índices de sindicación (que ha sido, respectivamente, del 25, el 30 y el 55 por ciento) ha resultado, en parte, de la reducción de la protección legal de los sindicatos y de la modificación del estatuto jurídico de las organizaciones sindicales.

La sindicación se redujo en Estados Unidos en un 21,1 por ciento durante los últimos diez años, con lo que ese país se ha situado en uno de los niveles más bajos de sindicación entre los países industrializados. La modificación de la es-tructura de la fuerza de trabajo producida por la aplicación de nuevas tecnologías ha sido determinante de esta tendencia.

Indice

de afiliación sindical (1995)

Región Nº de trabajadores sindicados

Africa Subsahariana 10.027.000

Africa del Norte y Oriente Medio 7.338.000

América del Norte 20.489.000

América central 11.042.000

América del Sur 22.431.000

Oceanía 2.802.000

Asia del Este y del Sudeste 23.930.000

Asia del Sur 10.445.000

Europa del Norte 7.527.000

Europa del Oeste 23.749.000

Europa del Sur 10.174.000

Europa Central y Oriental 13.993.000

Total 163.947.000

En Israel, la sindicación se redujo en un 76 por ciento durante el período 1985-1995, debido principalmente, a la decisión del Gobierno de transferir de los sindicatos al Estado la gestión de la asistencia sanitaria.

En algunos países industrializados, el número total de trabajadores sindicados disminuyó ligeramente, a pesar de que la participación de los trabajadores asalariados en la fuerza de trabajo experimentó una reducción más acusada. Esto parece indicar que muchas de las personas que se incorporan al mercado de trabajo no se afilian y que el porcentaje de trabajadores sindicados respecto a la fuerza de trabajo total tiende a disminuir en la mayoría de los países.

En Japón, por ejemplo, el número total de trabajadores sindicados se redujo únicamente en torno al 1 por ciento; sin embargo, el indice de sindicación bajó un 16 por ciento en los diez últimos años, y actualmente los trabajadores afiliados suponen únicamente la cuarta parte de la fuerza de trabajo.

Aunque el número total de trabajadores sindicados permaneció estable en Italia, el porcentaje de trabajadores afiliados respecto a la fuerza de trabajo se redujo en un 7% desde mediados del decenio de 1980 para situarse en un 44 por ciento del total.

El Director General de la OIT reconoció que la caída de las cifras globales enmascara el hecho de que «la libertad económica implica asumir el cambio», aunque añadió que «existen sobrados elementos de juicio de que la existencia de sindicatos poderosos no limita en modo alguno el grado de implicación de las naciones en el proceso de mundialización».

En realidad, «es probable que los beneficios de la mundialización sean mayores cuando los agentes sociales consigan garantizar a los asalariados un nivel razonable de seguridad frente al cambio.»

Al tiempo que subrayaba la enorme importancia económica de los sindicatos en el proceso de reestructuración de la industria, manifestó que «los sindicatos continúan desempeñando una función esencial como cauces de la democracia y promotores de la justicia social, especialmente acudiendo en defensa de las mujeres, las minorías, las asociaciones de consumidores, los desempleados y los cada vez más numerosos trabajadores marginados de todo el mundo».

Presión para adaptarse.

En el informe se pasa revista al horizonte sumamente variado de relaciones laborales que se perfila en la economía mundial, inducido más por la movilidad del capital, los nuevos medios de producción y comunicación, y las técnicas innovadoras de desarrollo de los recursos humanos, que por los esquemas tradicionales de negociación colectiva, que, en su opinión, «se hacen cada vez más fluidas».

En el informe se predice el advenimiento de una época de menor intervención de los gobiernos en la economía, mayor autonomía para las empresas y recrudecimiento de la competencia por los puestos de trabajo y las inversiones.

Se asegura, asimismo, que la lucha contra las posibles implicaciones socialmente negativas de estas tendencias planteará serios retos a gobiernos, empresas y trabajadores por igual.

El informe subraya la creciente movilidad del capital, lo que implica que ante las empresas anteriormente limitadas por sus horizontes nacionales se abre un abanico de opciones en la competencia mundial para establecerse e invertir: «Existen, efectivamente, salidas que se ampliarán en los años venideros».

Según el informe, como las empresas disfrutan actualmente de mayores opciones para situar su producción, «el coste de la mano de obra se ha puesto nuevamente sobre la mesa; los salarios, que en un tiempo quedaron sustraídos del ámbito de la competencia (en virtud de los convenios colectivos de ámbito nacional o sectorial) se han vuelto a situar en dicho ámbito de la competencia».

Los efectos serán, probablemente, más acusados para la mano de obra peor remunerada y escasamente cualificada, lo que contribuiría a la agudización de las desigualdades sociales. La OIT advierte que la competencia comercial y la movilidad del capital «amenazan con dividir a los trabajadores», mediante la puja al alza por hacerse con los servicios de los trabajadores más cualificados en perjuicio de los menos cualificados, que antes estaban protegidos de la competencia salarial.

Las empresas también afrontan nuevos desafíos de resultas de la mayor competencia y la menor

intervención estatal.

Según el informe: «Al reducir la autonomía de la política macroeconómica nacional, la mundialización vigoriza la importancia de la empresa como motor fundamental de la creación de riquezas y de puestos de trabajo.» Sin embargo, estas mismas fuerzas «contribuyen a erosionar el escudo protector tras el que operaban las empresas». Estas han reaccionado reestructurando la organización del trabajo y de la producción, en un proceso que «impulsa a las relaciones laborales a la adaptación».

Las primeras víctimas del esfuerzo por promover la flexibilidad y la «racionalización» de la producción han sido los directivos, cuyas filas se han visto sensiblemente mermadas. Así, en Estados Unidos, el «18,6 por ciento de los puestos amortizados desde 1988 han sido en los mandos intermedios, a pesar de que éstos constituyen únicamente entre el 5 y el 8 por ciento de la fuerza de trabajo». En las grandes empresas británicas, la cifra media de niveles directivos ha descendido de siete a menos de cinco en estos últimos años.

La responsabilidad ha regresado de forma progresiva a la planta de producción, en la que los nuevos sistemas de organización, como los equipos multidisciplinarios, reemplazan a los esquemas tradicionales, basados en unas tareas altamente especializadas y una descripción rígida de los puestos de trabajo, que prevalecían en una época tan cercana como el decenio de 1980 en la mayoría de los países industrializados.

En el informe de la OIT se afirma que «si bien estos nuevos sistemas ofrecen a los trabajadores algunas ventajas que se concretan en un incremento de su autonomía, su responsabilidad y su capacidad para la toma de decisiones, estas ventajas se han visto con frecuencia contrarrestadas por el aumento del desempleo, la reducción de la seguridad en el empleo y de las perspectivas de promoción profesional y el incremento del número de trabajadores marginales con contratos eventuales, temporales o a tiempo parcial».

Entre tanto, muchas de las actuales estructuras de relaciones laborales se han desarrollado o han sido soslayadas por las nuevas técnicas, que se denominan genéricamente de Gestión de Recursos Humanos (GRH), que abarcan aspectos de la vida laboral como el trabajo en equipo, la formación, los sistemas de pago y las categorías de personal, muchos de los cuales se regulaban tradicionalmente en los convenios colectivos.

En el informe de la OIT se afirma que, en las empresas con presencia sindical, la aplicación de políticas de GRH se puede interpretar de dos modos: «A veces, los sindicatos promueven la aplicación de estas políticas; otras veces, se utilizan para contrarrestar la influencia sindical».

Esta evolución no ha quebrantado seriamente el esquema tradicional de relaciones laborales en la Europa continental ni en Japón, en contraste con lo ocurrido en el Reino Unido y en Estados Unidos, países en que, «en el contexto de una cultura de negociación colectiva tradicionalmente antagónica, esta relación ha tenido tradicionalmente un carácter más conflictivo».

Según el análisis de la OIT, la arquitectura de las futuras relaciones laborales dependerá en gran medida de la forma en que empresas y trabajadores superen la contradicción entre unas políticas basadas en la cooperación, que subyacen en todas las estrategias de recursos humanos, y las relaciones laborales tradicionales, centradas en la empresa, en la negociación colectiva y en la presencia sindical. En opinión de la OIT, ambas categorías tendrán que «complementarse», sin merma de la función de los sindicatos, que frecuentemente tienen que intervenir cuando los problemas no pueden solucionarse mediante la cooperación directa o afectan a cuestiones sociales que exceden de los límites de la empresa.

Nuevas estrategias para empresas y sindicatos

En el informe se afirma que, en muchos casos, las decisiones tomadas por los sindicatos han complicado las situaciones que afrontan y que es preciso superar.

Por ejemplo, la pérdida de ingresos producida por la reducción del número de afiliados ha dado lugara a numerosas fusiones de sindicatos en un esfuerzo por racionalizar su funcionamiento. A veces, los grandes sindicatos surgidos de este proceso de fusión han perdido contacto con sus bases.

Además, los sindicatos han centrado tradicionalmente su actuación en los trabajadores de las grandes empresas industriales dedicadas a la producción en serie y han prestado escasa atención al número creciente de trabajadores empleados en las pequeñas y medianas empresas (PYME) y en el sector no estructurado, así como a los que trabajan en circunstancias atípicas, como los trabajadores a tiempo parcial o a domicilio. Las organizaciones empresariales también han incurrido en simplificaciones excesivas y no se han esforzado por incorporar a las PYME ni a las empresas del sector no estructurado.

En su esfuerzo por superar estas y otras deficiencias, los sindicatos y organizaciones empresariales desarrollan nuevas estrategias del tipo de las siguientes:

d Prestación de nuevos servicios.

Para sindicatos y organizaciones empresariales por igual, en esta categoría se incluyen las prestaciones sociales complementarias, los servicios de asesoramiento, el desarrollo de programas profesionales de comunicación, las redes de puestos de trabajo, etc.

d Incorporación de nuevos miem-bros.

Para los sindicatos, este esfuerzo se dirige a los jóvenes, mujeres, trabajadores de las PYME y del sector no estructurado (esto es, los que trabajan al margen de la economía formal, que en algunas de las regiones más pobres del planeta suponen hasta el 80 por ciento de la fuerza de trabajo total) y desempleados.Para las organizaciones empresaria-les, se trata de captar a las PYME y a las empresas del sector no estructurado.

d Desarrollo de la cooperación in-ternacional.

A pesar de las barreras legales y de las diferencias culturales, los sindicatos desarrollan cada vez más sus vínculos internacionales, especialmente mediante su participación en foros y confederaciones de ámbito internacional y en el aumento de los contactos directos entre sindicalistas de distintos países, en especial entre los empleados en las empresas multinacionales. Las organizaciones empresariales procuran crear redes de servicios integrales de ámbito regional que brinden formación, asesoramiento jurídico y planificación estratégica a unas redes cada vez más amplias de empresas, especialmente las PYME.

d Forjar una nueva alianza.

Las organizaciones de base, incluidas las ONG y las organizaciones de consumidores que comparten idénticos objetivos, junto con las organizaciones sindicales y empresariales, constituyen un factor de importancia creciente en áreas tan complejas de la actividad internacional como los derechos humanos, la política comercial, el medio ambiente y el desarrollo.

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