La familia, el trabajo flexible y los riesgos que corre la cohesión social

AuthorMartin CARNOY
Published date01 December 1999
DOIhttp://doi.org/10.1111/j.1564-913X.1999.tb00142.x
Date01 December 1999
Familia, f lexibilidad y riesgos para la cohesión social 461
Copyright © O rganización Internacional del Trabajo 1999
Revista Internacional del Trabajo, v ol. 118 (1999), núm. 4
La familia, el trabajo flexible y los
riesgos que corre la cohesión social
Martin CARNOY*
Para analizar los cambios que se producen en la vida lab oral, en cualquier
momento de la historia, es necesario comprender las relaci ones de las
mujeres y los hombres con las instituciones sociales ajenas al lugar de trabajo,
especialmente la familia y la comunidad. Y ello es hoy más necesario que nunca
porque la mujer se ha reincorporado masivamente al empleo remunerado, en
una época de profunda transformación del centro de trabajo, la familia y la
comunidad. El presente artículo trata de la situación de la familia en una econo-
mía que se está mundi alizando, de la influencia de esos cambios en la manera
en que las mujeres y los hombres de la sociedad posindustrial afrontan la era de
la información y de cómo ha de modificarse la política social para que cumpla
su función en el nuevo entorno.
Fuerzas que impulsan la transformación
de la familia y del trabajo
La mundialización y la m ayor competencia económica que entrañ a están
alterando profundamente la forma en que vivimos y nos relacionamos con los
demás. Para empezar, el trabajo está sufriendo una transformación tal que es
posible que en el futuro el concepto de « empleo« tenga un significado total-
mente distinto. La intensificación de la competencia a escala mundial obliga a
las empresas a estar muy pendientes de los costos y la productividad. Muchos
empresarios han optado por reorganizar el trabajo en torno a una dirección
descentralizada, la fabricación de productos a medida y la diferenciació n del
trabajo, de manera que las tareas se individualizan y a los trabajadores s e los
clasifica en función de la labo r que hacen. Con todo ello se facilita considera-
blemente la subcontratación de tareas, el empleo de trabajadores a tiempo par-
cial y la asignación de mano de obra temporal a algunos cometidos específicos,
* Catedrático de Educación y Econom ía de la Universidad de S tanford. Este artículo se
basa en un libro del m ismo autor, Sustaining flexibility: Work, family, and com munity in the
information age (Harvard University Press, Russell Sage and Editions Fayard), que aparecerá
próxim amente.
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mientras que el trabajo «esencial« es un conjunto de funciones que lleva a cabo
un equipo de trabajadores po livalentes. A los trabajadores se los clasifica no
tanto con arreglo a los empleos de larga duració n que desempeñan cuanto con
arreglo a los conocimientos que han acumulado estudiando y trabajand o. La
adquisición de una «cartera de conocimientos« les permite cambiar de empresa
e incluso de tipo de activi dad a medida que los puestos de trabajo se van
redefiniendo y la demanda se va modificando.
La individualización y la di ferenciación hacen que cada vez má s trabaja-
dores dejen de ocupar el tipo de empleo – permanente, a tiempo completo y en
empresas estables – que caracterizó el desarrollo de Europa, Japón, Estados
Unidos y otros países industrializados tras la Segunda Guerra Mundial. Una
revolución anterior de la actividad industrial abrió una brecha entre los trabaja-
dores y los productos que fabricaban (conforme a un modelo taylorista); ahora,
los nuevos cambios están disolviendo la identid ad que los obreros adquirieron
en la esfera de las instituciones industriales, especialmente la empresa y el sin-
dicato. Los trabajadores se están alejando tanto de sus identidades tradicionales,
construidas a lo largo de más de un siglo, como de las redes sociales que les
permitieron acceder a la seguridad económ ica. El puesto de trabajo y todo lo
que se organiza a su alrededor – los amigos de la empresa, los lugares donde se
reúnen al acabar la j ornada, el sindicato, e incluso el transporte colectivo –
pierden su función social; se están vo lviendo tan «permanentemente tempora-
les« como el trabajo mism o.
Los elementos tradicionales de integración social, aparte del propio lugar
de trabajo y las redes sociales que se tejen en torno a la actividad laboral, son la
familia y la comunidad. En épocas de transición, ya sea de una sociedad agríco-
la a otra industrial, de una industrial a una posindustrial, o (como ahora) de una
local o nacional a otra mund ial, es sobre to do a la familia y a la comunidad a
quienes incumbe mant ener la cohesió n social. Asimismo, la famil ia transmite
gran parte de los conocimientos prácticos y teóricos que los más jóvenes han de
adquirir para prosperar en el mundo laboral de los adultos. Por eso no es de ex-
trañar que, si empre que se producen estas transformaciones en los centros de
trabajo, las familias y las comunidades formadas en torno a las organizaciones
laborales se vean sometidas a una gran tensión.
La familia ha cambiado profundamente durante los últimos cien años. Las
mujeres han venido rechazando, paso a paso, el papel de responsables únicas de
la cohesión social y de la educación de la g eneración siguiente. El proceso se
inició a finales del sig lo XI X, cuando empezaron a reducir el tamaño de la
familia mediante la abstinencia sexual. Tener menos hijos facilitaba la cohesión
social: las mujeres podían dedicar má s tiempo a actividades que reforzaban la
comunidad y crearse una vida social propia fuera de la familia, lo cual las llevó
incluso, y cada vez má s, a incorporarse al trabajo. Pero la última batalla de la
rebelión de la mujer, que comenzó en varios países a finales de los años sesenta,
se libró contra las relaciones entre los sexos que están implícitas en la familia y
en el t rabajo. Las mujeres rechazaron la id entidad de amas de casa que les
asignaba la sociedad industrial. Muchísimas mujeres casadas se incorporaron al
mercado de trabajo , prim ero a tiempo parcial y después a tiem po compl eto.

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