Enfermería y cuidados a domicilio en Tanzanía. Una atención discontinua

Date01 December 2010
DOIhttp://doi.org/10.1111/j.1564-9148.2010.00102.x
Published date01 December 2010
AuthorRuth MEENA
Revista Internacional del Trabajo, vol. 129 (2010), núm. 4
Derechos reservados © Instituto de Investigaciones de las Naciones Unidas para el Desarrollo Social (UNRISD), 2010
Compilación de la revista y traducción del artículo al español © Organización Internacional del Trabajo, 2010
Enfermería y cuidados a domicilio
en Tanzanía. Una atención discontinua
Ruth MEENA*
Resumen.La atención sanitaria a domicilio (sobre todo la prestada por personas aje-
nas al hogar) es un alivio al fardo que impone a las familias de la República Unida de
Tanzanía el cuidado de sus miembros afectados por el VIH/SIDA. También sirve
para aligerar los problemas que sufre el sistema sanitario público, muy debilitado por
la demanda de asistencia que genera la pandemia y por la falta acuciante de recursos.
La labor de los cuidadores domiciliarios se sitúa entre el trabajo no retribuido y el tra-
bajo pagado, en una cadena plagada de lagunas debido al mal funcionamiento, al ex-
ceso de trabajo de los profesionales y a una escasez grave de personal.
os programas de asistencia en los hogares (de asistencia domiciliaria) son
Luna manera de aminorar los padecimientos que impone a las familias de
la República Unida de Tanzanía la atención a sus miembros afectados por el vi-
rus de la inmunodeficiencia humana o por el propio sida (VIH/SIDA). También
sirven para aliviar la presión que ejerce esta pandemia sobre el sistema sanitario
público, que se encuentra muy debilitado por las necesidades de cuidado que sur-
gen de ella y por la escasez aguda de recursos. Estos programas ayudan a las per-
sonas, los colectivos y las organizaciones que visitan, y atienden gratuitamente,
en sus comunidades, a los enfermos que no están ingresados en los servicios sani-
tarios públicos. Así pues, se trata de un paso intermedio entre el cuidado «exter-
no» y el que proporcionan los miembros del hogar del enfermo. En Tanzanía, los
«empleados» por organizaciones de este tipo e incluso a veces por el propio Es-
tado como cuidadores a domicilio o como trabajadores sanitarios de la comuni-
dad suelen carecer de preparación específica. Por lo general, desarrollan su labor
como «voluntarios» no retribuidos, aunque en ocasiones reciben un pequeño es-
tipendio o una ayuda en especie (uniformes, equipo…). Se sitúan así entre el tra-
bajo no retribuido y el trabajo «profesional» dentro del mismo «continuo
asistencial», aunque en Tanzanía la continuidad se rompe a menudo debido a las
*Consultora independiente de la República Unida de Tanzanía; dirección electrónica: rnde
sanjo@gmail.com.
La responsabilidad de las opiniones expresadas en los artículos sólo incumbe a sus autores, y
su publicación en la Revista Internacional del Trabajo no significa que la OIT las suscriba.
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carencias del sistema de derivación de los enfermos a los hospitales y a la sobre-
carga que sufren las enfermeras y demás personal profesional. Con la asistencia
domiciliaria, el Gobierno promueve una opción económica destinada a colmar
las lagunas de un sistema público de sanidad que ya estaba sobrecargado antes
de la pandemia del VIH/SIDA. Se plantea así una pregunta esencial: ¿quién es-
tá pagando el precio de esta opción razonablemente económica? ¿De qué recur-
sos disponen los trabajadores «voluntarios» para cargar con el peso de su labor?
El sistema de sanidad público: escasez de recursos
y herencia del ajuste estructural
Para hacer frente a la crisis económica y a la presión de los donantes internacio-
nales, el Gobierno de Tanzanía firmó en 1996 con el Fondo Monetario Interna-
cional un acuerdo para el ajuste económico del país. El acuerdo le obligó a
endurecer el rigor presupuestario y reducir el sector público, lo cual se tradujo
en una disminución suplementaria del gasto en servicios e infraestructuras de
atención sanitaria, pues el presupuesto de la sanidad ya había descendido entre
1975-1978 y 1982-1986 (del 7,2 por ciento al 4,9 por ciento del gasto público). La
escasez acuciante de recursos hizo que escasearan los medicamentos y suminis-
tros médicos y se deterioraran de manera general las infraestructuras de aten-
ción de la salud y de educación. Fue un gran retroceso después de los notables
avances que se habían conseguido en los años de la Ujamaa, en los que el Estado
se empeñó en garantizar la asistencia sanitaria universal y gratuita a todos los
ciudadanos1. Otra consecuencia de la austeridad presupuestaria fue el estanca-
miento de los salarios —ya bajos— del personal de la sanidad, lo que hizo que
flaqueara su motivación y empezara a propagarse la asistencia informal (Tiban-
debage y Mackintosh, 2005).
Cuando a principios de los años noventa se reestructuró el sector de la sa-
nidad, se legalizaron las clínicas privadas, de modo que los dispensarios privados
registrados representaban ya el 21 por ciento del total en 2001 (Mbaga Kida y
Mackintosh, 2005, pág. 268). Al mismo tiempo, los servicios públicos empeza-
ron a dejar de ser totalmente gratuitos, hasta el punto de que a finales de los
años noventa ya había que pagar alguna cantidad por casi todos los actos médi-
cos (ibíd.). Aunque se establecieron medidas de exención y bonificación fiscal
para paliar los efectos del «copago» en la población pobre, su aplicación práctica
chocó contra muchos escollos, por lo que, a fin de cuentas, subieron mucho los
gastos de los hogares más desfavorecidos.
Si bien el gasto público por habitante en atención sanitaria aumentó en los
primeros años de la década de 2000, no está nada claro que los recursos adicio-
nales se canalizaran eficazmente hacia la reconstrucción de los servicios públi-
cos que tanto se habían deteriorado durante el período anterior. Además, el
VIH/SIDA ha puesto un fardo extraordinario en el sistema sanitario nacional,
1El término swahili Ujamaa («familia extensa») hace referencia a la política económica que
implantó Julius Nyerere en la década de 1960 y que se desmanteló en 1985.

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