Edición de Ignacio de la Rasilla del Moral

AuthorIgnacio de la Rasilla del Mor
Pages329-359
REVISTA INTERNACIONAL DE PENSAMIENTO POLÍTICO - I ÉPOCA - VOL. 5 - 2010 - [329-359] - ISSN 1885-589X
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REVISTA INTERNACIONAL DE
PENSAMIENTO POLÍTICO V
Sección de Recensiones
Edición de Ignacio de la Rasilla del Moral
La legitimidad es la verdadera moneda de cambio del Poder. Los modelos de democra-
cia representativa actuales resultan pretéritos y, como tales, se hallan abocados a verse
gradualmente erosionados en su función legitimadora del Poder. El futuro pasa por la
experimentación, tanto teórica, como práctica, de modelos alternativos de democracia
que el Poder utilizará para su re-legitimización de acuerdo a un
ethos
funcionalista
que trasciende tanto utopías, como distopías. Si así reza la meta-narrativa, la legitimi-
dad debe ser el alma que vive en la llama azul e inextinguible de la Crítica.
A lo largo de los siglos XIX y XX, pensa-
dores políticos tan destacados como
John Stuart Mill, José Ortega y Gasset,
Joseph Schumpeter, Leo Strauss o
Seymour M. Lipset compartieron –con
matizaciones diversas– el temor a la in-
corporación de «las masas» al proceso
político. La tesis de fondo era que el
ciudadano medio carecía de la forma-
ción y discernimiento mínimos para
desarrollar opiniones políticas raciona
les: las «masas» serían inevitablemen-
te pasto de demagogos, agitadores y
teorías incorrectas. Este temor les lle-
vó, no a rechazar abiertamente la de-
mocracia representativa, pero sí a re-
comendar filtros y correcciones desti-
nados a minimizar el impacto del voto
desinformado: restricciones que abar-
caban desde el sistema de sufragio
ponderado propuesto por Mill (en el
que el voto de las personas cultas pe
El fracaso de la democracia
deliberativa
Guido Pincione and Fernando R.
Tesón,
Rational Choice and
Democratic Deliberation: A Theory
of Discourse Failure
, Cambridge
University Press, 2006, 258 pp.
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saría más que el de las ignorantes) has-
ta la concepción de la democracia
como un sistema de competencia en-
tre élites, en el que la participación
popular queda reducida a la selección
de «los hombres capaces de tomar las
decisiones» (Schumpeter)1.La contrafi-
gura de estas concepciones restrictivas
de la democracia (informadas por la
desconfianza hacia la lucidez política
del ciudadano medio) viene dada, ob-
viamente, por las diversas versiones de
la «democracia deliberativa»: autores
como C.B. MacPherson, C. Pateman,
J. Waldron o A. Gutmann coinciden en
reclamar nuevos cauces de participa-
ción política para los ciudadanos que
vayan más allá de la cita cuatrienal con
las urnas. En su opinión, las deficien-
cias del discernimiento político del in-
dividuo medio sólo pueden ser subsa-
nadas mediante mayores dosis de prác-
tica democrática: si se le proporciona
la oportunidad de debatir y votar en
foros y ámbitos diversos, aquél irá refi-
nando y fundamentando sus posiciones,
completando su información sobre los
asuntos de interés público, etc2. El ciu-
dadano de una «democracia deliberati-
va» dejará de ser el ignorante «hombre-
masa» temido por Ortega; pasará a ser
un sujeto crítico y bien formado, capaz
de desarrollar opiniones maduras.
Entre las virtudes de
Rational Choice
and Democratic Deliberation
se cuen-
ta, indudablemente, la de la audacia:
Guido Pincione y Fernando R. Tesón
no dudan en atacar la base misma de
las propuestas democrático-delibe-
rativas (a saber, la hipótesis según la
cual el ciudadano medio puede llegar
a superar alguna vez su ignorancia
supina sobre la mayoría de los asuntos
de interés público). Como anuncia el
subtítulo, la obra contiene fundamen-
talmente una teoría del «fracaso del
discurso»: una explicación del hecho
de que, con independencia de que su
participación política sea más o menos
frecuente, la mayoría del electorado se
inclinará inevitablemente por creencias
incorrectas, fundadas en una compren-
sión defectuosa de los mecanismos
sociales, irreconciliables con la ciencia
social seria3. La argumentación de Te-
són y Pincione, sin embargo, es más
que una versión remozada del viejo
desdén elitista hacia «la plebe ignoran-
te». Pues, precisamente, ellos arguyen
que el ciudadano medio se comporta
en forma estrictamente
racional
al es-
coger no informarse adecuadamente
sobre los asuntos de interés público,
no procurarse una formación suficien-
te en ciencias sociales, etc. La eficacia
marginal de un voto es muy, muy baja
(contribución infinitesimal al posible
triunfo del partido preferido por el vo-
tante). En cambio, el coste marginal de
la adquisición de la información (eco-
nómica, sociológica, jurídica) necesa-
ria para opinar con fundamento sobre
los asuntos de interés público es muy
alto: requiere el aprendizaje de teorías
complejas y «opacas» (contraintui-
tivas), una formación técnica ardua4
No resulta sorprendente que la mayo-
ría de los votantes prefieran invertir su
esfuerzo en fines más valiosos. La de-
cisión de no tomarse la (gran) molestia
de documentarse adecuadamente so-
bre los asuntos públicos resulta, no sólo

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