Domar a la bestia: Una mirada a las numerosas formas y maneras de violencia en el lugar de trabajo

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Al abordar la violencia en el lugar de trabajo, como el acoso sexual, el psicológico (bullying) y las amenazas, el abuso de poder e incluso el homicidio, las personas se preguntan por qué sucede y quién puede atajarla. Sin embargo, la violencia es un fenómeno omnipresente que adopta múltiples formas y que está al acecho en lugares de trabajo, tanto formales como informales, y sobre la que, normalmente, resulta difícil precisar su existencia y sus instigadores. En la actualidad, la violencia en el lugar de trabajo es objeto de una mayor atención, y organizaciones como la OIT adoptan una posición de firmeza en la lucha contra este fenómeno mediante el desarrollo de normas, repertorios de recomendaciones prácticas y campañas de sensibilización local. Basándose en la tercera edición del informe recientemente publicado bajo el título Violence at work1 , (Violencia en el trabajo), Alicia Priest examina quiénes se encuentran en situación de riesgo, qué está en juego y qué acciones se emprenden para evitar estas situaciones.

Vivimos en un mundo violento y cruel. La reciente atención dedicada por los medios de comunicación a los atentados terroristas ha añadido un aspecto estremecedor a la imagen pública de la violencia. Sin embargo, son pocos los que se dan cuenta de que los incidentes violentos ocurren en un ámbito en el que pasan gran parte de su vida: el lugar de trabajo. Los actos de violencia suceden en fábricas, hospitales, escuelas, restaurantes, almacenes, oficinas, taxis y domicilios privados; en todos aquellos lugares en los que se trabaja y, en la mayoría de los casos, sin ser observados.

En la publicación de la OIT titulada Violence at work, recientemente actualizada y de gran valor informativo, los autores Duncan Chappell y Vittorio Di Martino abren las puertas de par en par a la observación del fenómeno. Reflejan un panorama desolador, en el que millones de trabajadores de todo el mundo sufren diversos perjuicios físicos, mentales y emocionales. Con demasiada frecuencia, tales agresiones dan lugar a la desesperación, la enfermedad, los accidentes y la muerte. La gama completa de actos agresivos practicados en los lugares de trabajo resulta asombrosa. Incluye el homicidio, la violación, el robo, las palizas, el acoso sexual y de otra índole, los insultos y el deterioro intencionado de herramientas y equipos. La lista no acaba aquí. Una forma de violencia que no suele percibirse como tal, aún cuando puede causar una enorme angustia es el mobbing, o bullying colectivo a un trabajador perpetrado por sus compañeros y jefes.

Los autores relatan el caso de Leif, técnico de una gran fábrica noruega al que sus compañeros ridiculizaban reiteradamente a causa de su acento danés. Cuando pidió que pusieran fin a las bromas, las mofas se agravaron, lo que dio lugar a su creciente aislamiento y ansiedad. Leif, convertido en un paria en su lugar de trabajo, acabo desarrollando graves trastornos psicosomáticos, perdió su empleo y quedó prácticamente inútil para el trabajo. Las autoridades estiman que el mobbing influye en un porcentaje de entre el 10-15% del total de suicidios que tienen lugar anualmente en Suecia.

Otra forma de violencia en el lugar de trabajo casi invisible, pero devastadora, ocurre en el servicio doméstico en todo el mundo. Por ejemplo, esPage 24 frecuente que las mujeres emigrantes en Arabia Saudí que trabajan en este sector se suiciden arrojándose desde los pisos superiores de sus lugares de empleo en un intento de escapar de sus empleadores abusivos, explican Chappell y Di Martino. De hecho, en 2002, un gran hospital saudí reveló que en sus instalaciones ingresaban por semana de dos a tres trabajadoras extranjeras del servicio doméstico con graves lesiones de rotura de huesos causadas por saltar desde las ventanas de habitaciones cerradas con llave y otras dependencias de las casas donde trabajaban.

¿Por qué sucede?

Violence at work es más que una letanía de maldades cometidas en los lugares de trabajo. Esta obra constituye un intento ambicioso y valiente por comprender la naturaleza polifacética y el alcance global de la violencia en el lugar de trabajo, con el fin de promover su erradicación. Irónicamente, a medida que aumenta el conocimiento de los actos violentos en el ámbito laboral (en gran medida a causa de sucesos terribles como los tiroteos en centros escolares o los asesinatos en oficinas de correos), también se eleva la incidencia de la violencia en el trabajo.

La recopilación de datos, admiten los autores, plantea normalmente dificultades, especialmente en los países en desarrollo, donde "las deficiencias generalizadas en cuanto al registro de incidentes de violencia en el lugar de trabajo parecen constituir más la norma que la excepción". La situación se complica aún más por la diversidad de definiciones culturales de lo que constituye violencia y el papel que desempeña ésta en la sociedad. En Bulgaria, por ejemplo, la violencia se percibe como un elemento normal de la vida ordinaria y como una forma de "regular las relaciones familiares, sociales, interpersonales e institucionales". El elevado nivel de violencia en el lugar de trabajo en Sudáfrica es sintomático de la existencia de problemas de mayor alcance enraizados, desde hace mucho tiempo, en las duras realidades socioeconómicas del país. A pesar de estas particularidades, Chappell y Di Martino presentan cantidad de datos probatorios sobre el auge de la violencia en el trabajo. Según argumentan, se trata de una "tendencia preocupante" que refleja un incremento generalizado del malestar de las comunidades y el derrumbe de los valores sociales.

Los autores afirman que un sinnúmero de síntomas externos pueden contribuir tanto a la existencia como al agravamiento de la violencia en el lugar de trabajo. Factores de riesgo como una infancia en la que se hayan padecido malos tratos pueden llevar a una persona a cometer actos violentos. Es posible que la testosterona u otros factores específicos de género ejerzan influencia, ya que la probabilidad de que un hombre sea acusado de cometer acciones violentas es, al menos, diez veces superior a la de que una mujer sea la acusada. Asimismo, la composición física del entorno de trabajo puede contribuir a crear un marco propicio: un emplazamiento degradado puede invitar a la violencia.

¿Quién está en peligro?

Los autores arrojan luz asimismo respecto a las víctimas más probables de la violencia. Aunque ciertas ocupaciones conllevan de manera intrínseca más riesgos que otras (véase el recuadro), las víctimas suelen compartir una característica fundamental: la impotencia. Tal condición coloca a mujeres, niños y jóvenes, trabajadores individuales, inmigrantes y "empleados precarios" en situación de mayor riesgo de sufrir abusos.

EN PRIMER PLANO: PROFESIONES DE RIESGO

La violencia siempre se ha producido en el territorio de ciertas profesiones como son la de velar por el cumplimiento de la ley y el periodismo en zonas de guerra. Sin embargo, como se pone de manifiesto en Violence at work, puestos de trabajo tradicionalmente inocuos devienen cada vez más peligrosos. La asistencia a centros docentes, como profesor o alumno, por ejemplo, se percibía como una actividad segura. Tal percepción se mantuvo hasta los tiroteos en las escuelas de Dunblane, Escocia, en 1996; Thurston, Oregon, en 1998; Columbine, Colorado, en 1999; y los apuñalamientos en un colegio de Japón en 2004. En la actualidad los ministerios de educación de todo el mundo dan cuenta de un aumento de la incidencia de los casos de intimidación, acoso y otros actos violentos en los centros docentes.

Otros colectivos profesionales considerados en situación de alto riesgo son los profesionales de la asistencia sanitaria, la medicina y la odontología; los trabajadores de autobuses, trenes y suburbanos; los conductores de taxis; los empleados de correos y los auxiliares de vuelo. Hasta los bibliotecarios públicos tienen más probabilidades que otros grupos de sufrir agresiones, ya que su política de puertas abiertas permite que cualquiera utilice los edificios en los que trabajan lo que, en ocasiones, genera problemas. "Algunos bibliotecarios han llegado a ser asesinados", denuncian los autores de Violence at work, Duncan Chappell y Vittorio Di Martino.

¿Por qué trabajadores que desempeñan funciones tan dispares tienen las mismas posibilidades de sufrir actos de violencia? Los autores explican que el riesgo de padecer este tipo de actos depende no sólo de la actividad, sino también de las condiciones en que se realizan los trabajos. Por ejemplo, a medida que se extiende la automatización, aumenta el número de personas que gestionan tiendas en solitario. El trabajo en el comercio minorista no es intrínsecamente peligroso, pero realizar transacciones con dinero en efectivo sólo y por la noche sí entraña riesgos. Entre otras situaciones potencialmente peligrosas figuran: el trabajo ante el público; la utilización de elementos de valor como el dinero en efectivo, joyas o productos farmacéuticos, el trabajo con personas en estado de perturbación y el desempeño de tareas en organizaciones militares o paramilitares.

En el ejército, destacan los autores, los mayores riesgos no siempre provienen del enemigo. Por ejemplo, en diversos países existe una tradición consolidada de torturar a los nuevos reclutas, y algunas mujeres soldado, tanto en países industrializados, como en desarrollo han sido violadas o sufrido agresiones sexuales por parte de sus compañeros.Page 25

Por otra parte, los autores identifican varios factores modernos causantes de estrés, como los despidos colectivos, las elevadas cargas de trabajo, el ritmo acelerado del mismo, los recortes salariales y un aumento del recurso a contratos de corta duración y al trabajo eventual que, en su opinión, pueden generar "un clima de violencia impulsado por la incertidumbre, la exasperación creciente y la vulnerabilidad". Y en la vulnerabilidad, concluyen, "radica una gran parte de los actos de violencia en el trabajo".

Aunque los medios de comunicación tienden a achacar los actos violentos en el ámbito laboral a la actuación de "empleados descontentos que pierden los estribos", los autores demuestran que la violencia se encuentra mucho más extendida y rara vez obedece a razones tan simples. Más que esporádica, sin sentido e impredecible, la violencia en los lugares de trabajo es un fenómeno altamente complejo e intrincado en el tejido social, organizativo y económico de la cultura de los centros de trabajo. "Las causas y consecuencias de la violencia en el lugar de trabajo", afirman, "no pueden analizarse al margen de las relaciones de empleo".

SOLUCIÓN, ¿A QUÉ COSTE?

Curiosamente, frente a un mayor reconocimiento de las agresiones psicológicas como el acoso y la intimidación en el lugar de trabajo, se ha producido un descenso de la atención prestada a los ataques físicos. Se trata de una evolución, como mínimo, inquietante, considerando la abundancia de datos contenidos en la obra de Chappell y Martino que indican la persistencia de la brutalidad física, tanto en los países desarrollados como en las regiones en desarrollo.

Por otro lado, con frecuencia, el acceso a soluciones puede plantear dificultades. A pesar de los avances cosechados en el frente legislativo y normativo, las respuestas a la violencia en los lugares de trabajo siguen siendo fragmentarias, y los demandantes pueden verse inmersos en costosos y estresantes litigios.

Con arreglo a todo tipo de estimaciones, la violencia en el lugar de trabajo resulta enormemente cara. Desde una perspectiva individual, el coste del dolor y el sufrimiento personal derivado de un incidente violento grave es incalculable. Sin embargo, los costes de la violencia se extienden como una onda expansiva para afectar a los familiares del trabajador, a otros miembros de la plantilla, a los empleadores, a la comunidad y a la sociedad en general. Los expertos que tratan de medir este quebranto consideran una gama de efectos negativos como el deterioro del estado de ánimo: el aumento del absentismo, el incremento de la rotación de personal y los costes de asistencia sanitaria y rehabilitación, el descenso de la eficacia y el rendimiento y, en última instancia, la caída de la productividad. En Estados Unidos, se estima que el coste total anual para los empleados debido a la violencia en lugares de trabajo asciende a 4.200 millones de dólares.

Es lógico argumentar que la plena erradicación de la violencia en los lugares de trabajo resulta inalcanzable. No obstante, es igualmente indudable la capacidad de las personas para reducir en gran medida el número de casos, sobre todo ahora que se sabe tanto acerca de sus causas y condiciones. En cualquier caso, ¿qué exigiría la consecución de tal objetivo?

Hace 35 años, el sociólogo estadounidense Amitai Etzioni respondió lo siguiente: "sólo una sociedad justa y cohesionada, capaz de responder a nuevas exigencias, satisfacer las ya existentes y ofrecer a sus miembros una vida plena de significado, atenuaría en gran medida la violencia, pero incluso tal sociedad no la erradicaría".Page 26

¿A qué recurrir?

Sin embargo, en tales relaciones radica la esperanza de cambio. En Violence at work, Chappell y Di Martino evalúan las ventajas de diversos tipos de respuesta a la violencia en el lugar de trabajo, como son los convenios colectivos, las actuaciones en el ámbito de la formulación de políticas, diseños de lugares de trabajo más seguros y "buenas prácticas".

Entre las numerosas directrices existentes en materia de prevención de la violencia en el trabajo, destacan tres temas comunes:

* La organización y el entorno de trabajo son claves importantes para determinar las causas y las soluciones del problema.

* La participación de los trabajadores y sus representantes resulta crucial, tanto en la identificación del problema como en la puesta en práctica de soluciones.

* Las cualificaciones interpersonales, tanto de gerentes como de trabajadores, resultan primordiales.

Una amplia gama de instrumentos de legislación pública y recomendaciones para la acción comienzan a ejercer efecto. Por ejemplo, la Directiva 2002/73/CD de la Unión Europea relativa a la igualdad de trato entre hombres y mujeres ha influido en la implementación de legislaciones nacionales en materia de acoso sexual en los países de la UE, mientras que, por su parte, numerosos países en desarrollo y en transición han promulgado leyes específicas que prohíben tal forma de abuso y establecen medidas de protección al respecto. Entre estos países figuran Argentina, Bangladesh, Belize, Costa Rica, Croacia, República Dominicana, Fiji, Guyana, Honduras, República de Corea, Lesotho, Mauricio, Namibia, Panamá, Paraguay, Filipinas, Rumanía, Sudáfrica, Sri Lanka, Tailandia, República Unida de Tanzania, Uruguay y Venezuela.

En el ámbito internacional, desde la Declaración Universal de los Derechos Humanos en 1949, la acción encaminada a combatir la violencia en los lugares de trabajo ha comprendido iniciativas relevantes. Entre las más recientes se cuentan un importante estudio sobre la violencia contra las mujeres elaborado en 2003 por el Ponente Especial ante la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas; la entrada en vigor en 2003 de otro instrumento de este organismo, a saber, la Convención Internacional de las Naciones Unidas sobre la Protección de los Derechos de todos los Trabajadores Migrantes y de sus Familiares; un estudio especial sobre la relación existente entre la violencia en el trabajo y el estrés profesional realizado en 2003 por la OIT, el Consejo Internacional de Enfermeras, la Organización Mundial de la Salud y la Internacional de Servicios Públicos.

La OIT asume desde hace tiempo un compromiso firme, manifestado mediante diversos Convenios fundamentales, con la protección de los trabajadores y la dignidad en el trabajo. El Repertorio de recomendaciones prácticas de la OIT de 2004 sobre la Violencia en el lugar de trabajo en el sector servicios y medidas para combatirla se basó en un análisis sobre alcance y gravedad de la violencia en el lugar de trabajo en diversos ámbitos de los servicios, incluidos los de correos, las artes interpretativas y el periodismo, el transporte, la educación, los servicios financieros, los hoteles, la restauración y el turismo.

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