Turbulencias en Venezuela. Un esquema de analisis.

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En este artículo se pretende mostrar una fotografía del conflicto venezolano; es decir, se quiere hacer una descripción amplia de las estructuras y los actores, enfocándolos como una unidad de análisis, antes, durante y después de los usos de la vía pacífica o violenta. Es una mirada analítica de la dinámica de los actores, procesos y problemas que se anidan en el conflicto. Las conclusiones permitirán establecer diagnósticos, imaginar escenarios futuros y sus posibilidades de solución o ritualización.

Se basa en un esquema que permite examinar "la transformación del conflicto", cómo se origina en factores internos que tienen consecuencias internacionales, cuáles son las posibilidades de intervención que dejen una ventana abierta a su eventual manejo, señalando posibles rutas de pacificación. A veces, un adecuado manejo del conflicto ayuda a realinear las divergencias y crear espacios de negociación.

El esquema es el siguiente: I. Origen y contextualización del conflicto. II. Actores, intereses y objetivos en disputa. III. Estructura del conflicto IV. Temporización del conflicto de latente a manifiesto. V. Confrontación y dinámica del conflicto. VI. Proyecciones y dificultades para la negociación VII. Consecuencias y escenarios futuros.

Un conflicto, según Curle y Adam, ocurre cuando un individuo, comunidad, nación, o incluso un bloque supranacional, pretende algo que sólo puede obtenerse a expensas de los deseos o necesidades de otros individuos o grupos. O, bien, como señaló Galtung, en el modelo de peacemaking, existe conflictividad cuando el desarrollo potencial de un individuo, mental o físico, se ve impedido y condicionado a causa de esta relación (1).

En el caso de venezuela, los actores están convencidos de que los opositores deben dejar de ser obstáculo para materializar los sueños de la revolución bolivariana.

Conviene presentar una breve definición de los elementos clave del conflicto. El espiral de conflictividad en la Venezuela de Hugo Chávez, entre el 11 de abril de 2002, fecha del frustrado golpe de Estado en su contra, y octubre del mismo año, alcanzó altísimos niveles de incertidumbre. En este contexto cualquier desenlace era posible: un magnicidio, un baño de sangre que en el Salvador costó 80 mil muertos, una ritualización del conflicto al estilo colombiano o una Mesa de Diálogo, impuesta por presión interna e internacional.

Los primeros días de noviembre de 2002 fueron testigos de una elevada polarización política. Una huelga nacional culminó con una marcha hacia la sede del Consejo Nacional Electoral para consignar cerca de dos millones de firmas solicitando la celebración de un referéndum consultivo para adelantar las elecciones presidenciales. En esa oportunidad, un grupo de 14 almirantes y generales atrincherados desde hacía 15 días se declararon en desobediencia y se unieron a la ola de protestas populares.

El gobierno de Hugo Chávez y su partido, el Movimiento Quinta República (MVR), las más altas autoridades del Estado y millares de adherentes, salieron a las calles. La coalición que apoya al gobierno, el bloque Polo Patriótico, reúne al MVR, el Movimiento al Socialismo (MAS), el Partido de Comunista de Venezuela (PCV), Patria Para Todos (PPT), y otros cuatro referentes de izquierda. De acuerdo con la Constitución, un 10% del electorado puede pedir una consulta al pueblo. El gobierno interpreta la disposición a su manera y sostiene que en este caso no procede la revocatoria del mandato del presidente, pues se establece específicamente que la consulta puede realizarse una vez que el funcionado haya cumplido la mitad de su período que, en el caso de Chávez, sería agosto de 2003.

En noviembre de 2001, a raíz de la promulgación de un conjunto de 49 leyes y al amparo de los poderes especiales que le concedió la Asamblea Nacional, la crisis de gobernabilidad se agudizó. Cuatro huelgas generales contra el régimen eran prueba suficiente de que el conflicto habrá pasado de latente a manifiesto.

El estado de Derecho se veía amenazado porque un controvertido artículo sobre la participación de los militares en la vida pública y el reconocimiento de los derechos indígenas, además del cambio de nombre del país al de República Bolivariana de Venezuela, trizaron la confianza de muchos ciudadanos.

Cada protagonista era más consciente de las desigualdades del poder y de cómo debía articular sus demandas. Habrá un cálculo sobre costos que significaría vencer o ser vencido y las partes se dieron cuenta de la profundidad del conflicto y del dilema que entrañaba una eventual guerra civil, cuyo desenlace podía ser similar al de Salvador Allende en Chile.

Ante la gravedad de los hechos y cuando la realidad parecía superar la imaginación, los costos políticos se compararon con las posibles ganancias de un arreglo negociado, factor que sería un aliciente para que el conflicto se orientase hacia una salida de esta naturaleza. Al respecto, el esquema de "resolución del conflicto" parte del supuesto teórico, que se conoce como comienza y termina un conflicto, y de que para poder buscar la convergencia de los intereses entre los actores es preciso vigilar su evolución.

Un factor distintivo de los conflictos venezolano y colombiano es que los adversarios se enfrentan, pero sin volcar la mesa de la democracia. El intento de golpe del opositor Pedro Carmona Estanga le permitió gobernar algunas horas el 11 de abril, pero sin poder derribar al gobierno. La democracia brinda un pilar para construir arreglos sostenibles y pacíficos en situaciones de conflictos violentos.

La democracia de Venezuela y Colombia puede haber tenido muchas imperfecciones, pero la democracia sigue siendo el único sistema para resolver disputas en sociedades muy divididas, puesto que permite la organización política del desacuerdo (2).

Es un hecho que durante dos años gobierno y oposición no llegaron a acuerdo por coacción externa o en forma voluntaria. La balanza de poder no se inclinó a favor de un ganador o un perdedor.

El clima de conflictividad contagió a la región de Los Andes y se proyectó más allá de las fronteras. En el plano mundial, la revolución bolivariana hizo una campaña de promoción con viajes a cinco continentes y una agresiva política exterior, que recordaba el lenguaje de los años sesenta. Los intercambios de visitas a Cuba, el relanzamiento de la OPEP y el encuentro con Saddam Hussein, eran nuevas armas para ser usadas en un arsenal nacionalista y antinorteamericano.

La propaganda opositora denunció la formación de un eje peligroso entre: Chávez, Castro, Lula y el nuevo presidente electo de Ecuador. Además, el líder venezolano fue acusado de brindar apoyo clandestino a las FARC colombianas. Por cierto, los afectados desmintieron la veracidad de estos rumores. En el ambiente flotaba la impresión de que las denuncias eran plausibles debido a las afinidades de la revolución bolivariana con la cubana y su relación especial con el castrismo (3).

¿POR QUÉ UN NUEVO ESQUEMA DE ANÁLISIS?

Estas turbulencias en los Andes dan cuenta de altos índices de incertidumbre estratégica. Es mejor estar preparados. Ante realidades inéditas, conviene ser proactivos y abrirse a una nueva mentalidad en la forma de definir los estudios internacionales y estratégicos.

El trabajo examina la problemática espiral de conflictos que existían en las sociedades andinas y en la política latinoamericana. Se trata de conflictos latentes que se convierten en manifiestos: unos acuden a la violencia sistemática y otros mantienen un bajo perfil, que gracias a una adecuada supervisión durante la transformación del conflicto, facilita su resolución mediante la intervención de terceros.

Este nuevo esquema utiliza algunos conceptos tomados de Investigaciones para el Estudio de la Paz y el Conflicto, que tienen tres preocupaciones principales: "La Paz como objetivo que se persigue; la violencia como obstáculo que frena las potencialidades de la realización humana; y el conflicto como mediación omnipresente entre la una y la otra. Es evidente que se trata de una problemática amplia que necesariamente debe abordarse desde una perspectiva interdisciplinaria" (4).

En este sentido, el esquema que presentamos no es neutral. Se puede afirmar que las turbulencias en Los Andes ocurren en el momento más violento de nuestra historia.

Paradojalmente, los nuevos esquemas de análisis surgen como resultado de la declinación de una falsa dicotomía conflicto-cooperación, que limitó la antigua percepción estratégica. Hoy, cooperación significa sobrevivencia y es inevitable dado que nuestros países son incapaces de sostenerse en forma aislada y autocrática en la política mundial.

En la región, aumenta el interés de los gobiernos y las Fuerzas Armadas por participar en procesos de peacemaking y Medidas de Confianza Mutua.

Desde esta perspectiva, las turbulencias sirven como un observatorio social, para usar con todo rigor el potencial de inteligencia de las ciencias sociales en favor de la paz. El procedimiento de análisis del conflicto no es igual al usado para examinar una guerra convencional entre Estados, o una guerra civil. En ese sentido, los análisis realista y geopolítico convencional, que tanta utilidad tienen para la conducción de las guerras, se nos presentan para analizar estos nuevos conflictos, con un nuevo esquema más dinámico que tiene un amplio horizonte exploratorio, para frenar la guerra.

El esquema invita a rejuvenecer los estudios internacionales y estratégicos que ha dominado en nuestras aulas por la hegemonía intelectual del realismo tradicional. En ese sentido, la visión tradicional sigue siendo un referente obligado, pero no exclusivo de las causas y consecuencias de los conflictos.

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