Las torres gemelas y los nuevos dilemas de la comunicacion global.

AuthorReyes Matta, Fernando

Cuando los terroristas atacaron las Torres gemelas no lo hicieron en silencio ni en la oscuridad. Crearon el momento para que todo el mundo estuviera pendiente de su acción, viera con horror cómo al primer impacto sucedía el segundo ante las cámaras ya instaladas en el lugar y el gesto de estupor aflorara, al mismo tiempo, en el rostro de gentes separadas por miles de kilómetros de distancia.

El 11 de septiembre, la historia fue reubicada en el escenario de la simultaneidad. Ni diferencias de lenguas, ni distintos horarios, ni culturas diversas anularon la explosión de globalidad que significó el primer acto terrorista transmitido en directo a todo el mundo. Registro de las primeras opiniones de distintos gobernantes, como de los primeros comentarios de los periodistas y del público en la calle, demostraron que en aquellas horas la reacción era la misma tanto de los gobernantes como de los gobernados: había ocurrido algo grande, espantoso, inesperado, sin que nadie pudiera dar explicaciones precisas del alcance de los hechos y de quién estaba detrás de ellos.

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Los atentados contra el World Trade Center y el Pentágono demostraron que en el mundo de hoy la sobreabundancia informativa es un recurso en crecimiento, pero es cada vez más precario el recurso de la interpretación. Los hechos estuvieron conectados directamente con los terminales más finos de la emoción de cada cual y las imágenes se repitieron una y mil veces porque en cada instante que ellas se mostraban, desde diversos ángulos, se mantenía vivo el horror y el estupor. Esto no era nuevo. Una especie de ensayo de la simultaneidad informativa, de la emoción derivada del estupor ante lo inesperado, se había vivido con la muerte de la Princesa Diana. Todo estaba preparado para un "mesianismo mediático", esto es, la presencia de un sistema global de comunicación que permite llevar en directo a todo el planeta las imágenes de un acontecimiento. El caso Lady Di en particular nos había enseñado que los medios, mucho más numerosos que antes, en realidad están más unificados y uniformizados que nunca. Y que algún día una suerte de profeta electrónico lo capitalizaría" (Ramonet, Le Monde Diplomatique, diciembre de 2001).

Ese momento llegó el 11 de septiembre. El plan terrorista no consultó sólo un largo proceso preparatorio que llevara a sus autores a ser capaces de secuestrar varios aviones al mismo tiempo, sino también a coordinar la acción en tal forma que ésta impactara con su difusión directa a todo el mundo. El terror se instalaba con el uso de armas nunca utilizadas en tales operaciones: aviones de pasajeros capturados con unas simples navajas, para convertirlos en verdaderos misiles lanzados contra blancos de alta simbología y en coordinación perfecta para que ello ocurriera ante las cámaras que llevarían las imágenes a todo el mundo. Primero se convocó a la audiencia y cuando ésta se encontraba instalada, en el desconcierto y el estupor vino el golpe de efecto mayor. Fue ése el momento cuando se le entró el habla no sólo a hombres y mujeres en diversas geografías, sino también a quienes tenían la obligación de saber decir algo y mantener la cabeza fría: periodistas y comunicadores. "El golpe actuó como un veneno paralizante. La vertiginosa velocidad con la que sucedió todo ante los ojos de miles de testigos, la incomprensión de la lógica detrás de estos atentados, el miedo masivo que generaron, dejaron sin palabras a todo el mundo, incluidos los periodistas" (Grillo, Semana).

Se mató a miles de personas inocentes ante la mirada atónita de millones a los que se quería atemorizar. Las cadenas mundiales, como CNN o BBC, más las grandes cadenas norteamericanas de alcance internacional o las cadenas nacionales con corresponsalía fuerte en Nueva York, como TVE o la RAI, estuvieron en la hoy "Zona Cero" desde el primer impacto. La transmisión llevó a todo el mundo la imagen del segundo avión en alcanzar las torres y luego el desplome de los edificios, en tanto algunos cuerpos caían por los aires. Mientras el periodismo trataba de recuperar el habla y la razón, las imágenes se repetían una y otra vez bajo la lógica del "estar ahí y ahora". En verdad, ningún medio de comunicación estaba preparado para cubrir una tragedia de tal magnitud y con tantas consecuencias mundiales a nivel político.

LO PRIMERO: LA AUTOCENSURA

El primer debate tuvo connotaciones de autocensura y se dio al interior de los medios: cuál era el límite entre la libertad de información y el resguardo de un cierto respeto a los muertos, a sus familiares y a las audiencias. A pesar de las barreras levantadas rápidamente por la policía alrededor de la zona de los atentados, había suficientes imágenes patéticas. Hubo intensos debates internos, tras los cuales algunos medios decidieron usar su material y otros no. Entre los primeros, las imágenes más utilizadas en sus transmisiones fueron las de algunas de las 24 personas que se lanzaron al vacío desde las torres. Las compañías dijeron que en las imágenes no se lograba identificar a las víctimas y por ello no ofendían a los deudos, pero a la vez permitían mostrar al público todo el horror de la tragedia. No obstante ello, hubo cadenas, como CBS, que tras la transmisión pidieron disculpas a sus televidentes, señalando que tales imágenes se habían transmitido sin editar en medio de la confusión de los despachos en directo.

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