Unas Naciones Unidas para el siglo XXI.

AuthorYopo Herrera, Boris

Pocos discuten hoy que la Organización de las Naciones Unidas necesita importantes reformas para adecuarse a los desafíos del nuevo siglo. Por una parte, el número de países que la integran se ha cuadruplicado desde su creación en 1945, llegando a 197 miembros en este año 2005. Pero además, la agenda internacional es hoy mucho más extensa y compleja, mientras que una nueva distribución del poder internacional hace necesario un rediseño que incorpore estos cambios, si se pretende tener efectividad en el manejo de los principales problemas internacionales del siglo XXI.

Hace algunos meses, una comisión de alto nivel integrada por 16 personalidades internacionales entregó, a solicitud del Secretario General, Kofi Annan, una propuesta amplia de reformas orientada a poner al día a la organización, con los cambios y nuevos desafíos existentes en el mundo de hoy. La composición y representatividad de esta comisión (entre otros, participaron los ex Cancilleres de China y Rusia, Qian Qichen y Yevgeny Primakov, y el ex Asesor de Seguridad Nacional de Bush padre, Brent Scowcroft), hicieron que el Secretario General adoptara casi íntegramente las recomendaciones en la propuesta de reformas que presentó en marzo pasado (1).

Como es sabido, buena parte de las críticas a la organización tienen que ver con una estructura creada para un mundo que ya no existe, y con la parálisis que experimentó durante la Guerra Fría, cuando ambas superpotencias utilizaban discrecionalmente el veto ante cualquier resolución que afectaran sus intereses o las de sus socios más cercanos. Esto condujo mucha veces a una irrelevancia de las Naciones Unidas en situaciones de conflicto a nivel internacional y a la creciente burocratización de sus procesos internos, donde la "papelería", el asambleísmo, y los nombramientos discrecionales eran la práctica cotidiana.

Sin embargo, el mundo de hoy es demasiado complejo y peligroso para prescindir de una organización que agrupa y confiere legitimidad a un sistema global que, a diferencia de los países, carece de una autoridad central con poderes coercitivos para imponer el respeto a las normas de convivencia que garantizan la paz y la estabilidad internacionales. Como señaló un editorial reciente del New York Times, sin la organización mundial, no habría control eficaz contra la proliferación nuclear, combate coordinado contra el sida y la pobreza, acciones preventivas contra el genocidio, reconstrucción de "estados fallidos", o manejo colectivo de grandes crisis internacionales (la propia administración Bush ha debido recurrir al Consejo de Seguridad para buscar una salida al embrollo de Irak o en la reconstrucción de Afganistán).

De aquí, entonces, la importancia de las reformas propuestas por el Secretario General, quien al presentar el plan pidió expresamente a los países asumir las propuestas en su conjunto, evitando una adopción selectiva de partes de este, que puede llevar al fracaso de la idea original de abordar de manera simultánea y comprensiva los principales dilemas que enfrenta la organización. Sin embargo, en temas altamente sensibles como la reforma al Consejo de Seguridad, Kofi Annan asumió como válidas las dos opciones presentadas por el panel de expertos: agregar seis miembros permanentes u ocho miembros semi permanentes que representarían a las diversas realidades regionales, dejando la decisión final al debate que tendrá lugar en la próxima Asamblea General de septiembre de 2005.

Existe consenso en que el manejo colectivo de conflictos internacionales, en el futuro, requiere de una nueva representatividad en el Consejo de...

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