Mesa redonda sobre la relacion Chile-Peru.

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* Santiago, 2 de septiembre de 2009

Cuando estaba por iniciarse el gobierno de Barack Obama en los Estados Unidos, Estudios Internacionales organizó una mesa redonda en la que ex ministros, ex embajadores y académicos dialogaron libremente sobre las expectativas que tenían respecto del tema. Esta experiencia resultó muy valiosa y permitió que la revista tomara conciencia de que, además de artículos, documentos y opiniones individuales, debería dar a conocer periódicamente a sus lectores las percepciones de académicos y especialistas sobre determinados temas de actualidad de especial interés. Se consideró que la diversidad de enfoques que se manifiesta en esta clase de reuniones hace que el análisis resulte particularmente enriquecedor para sus lectores.

Así pues, continuando la iniciativa antes mencionada, se resolvió reunir a varios conocedores y especialistas en la relación Chile-Perú para que, con plena libertad académica, examinaran desde las perspectivas histórica, económica, política y jurídica un tema que es de permanente preocupación en el ámbito de las relaciones externas de Chile. En rigor, es probable que esta sea la relación bilateral más compleja de todas las que forman parte de la política exterior chilena y, en general, los análisis realizados hasta ahora no abarcan todos los elementos que la componen, por lo cual se invitó a participar a profesionales de una amplia gama de especialidades que, por motivos de trabajo o de dedicación, han estado próximos a esta realidad. Estudios Internacionales desea dejar expresa constancia de que las opiniones expresadas en la reunión son de exclusiva responsabilidad de los participantes y no comprometen a la dirección de la revista ni al Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile.

Estudios Internacionales agradece sinceramente a Carlos Dettleff, Sergio González, Cristián Maturana, Jennyfer Salvo y Juan Pablo Toro su buena disposición a participar en esta reunión, realizada el 2 de septiembre de 2009. A continuación, se ofrece por orden de intervención, una reseña de lo que expresó cada uno de ellos en esa oportunidad.

* Sergio González

(Sociólogo, Universidad de Chile, doctor en Estudios Americanos, por la Universidad de Santiago, Director del Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad Arturo Prat de Iquique).

He estudiado con relativo detenimiento el aspecto histórico de la relación entre Chile y Perú entre 1883 y 1929, en consecuencia, no estoy en condiciones de opinar sobre el tema actual, que se relaciona con la demarcación de los límites marítimos entre ambos países. Sin embargo, se pueden sacar algunas lecciones sobre dicho período anterior al Tratado de Lima, de 1929, en beneficio de resolver ese problema actual.

En primer lugar, quisiera señalar la importancia que tuvo el presidente peruano Augusto B. Leguía. Si bien es cierto que en su último gobierno se logró el acuerdo que posibilitó el Tratado de Paz y Amistad de 1929, durante su famoso oncenio (1919-1930) ambos países vivieron en un permanente conflicto por Tacna y Arica, donde el discurso de este presidente fue notoriamente hostil e incluso podríamos calificarlo de >, por sus referencias a dicho militar y héroe peruano. Recordemos además que Leguía tuvo un período anterior, entre 1908 y 1912, en el que ambos países rompieron relaciones diplomáticas por el asunto conocido como >, donde Chile se sintió ofendido, y por la expulsión de los curas peruanos. Solamente con la llegada al poder en Lima de Guillermo Billinghurst se pudieron reanudar las relaciones entre ambos países, siendo su breve gobierno una demostración de que cuando existen líderes con mentalidades abiertas e integracionistas es posible que Perú y Chile, y sus respectivos pueblos, se entiendan y cooperen bajo un clima de confianza. Billinghurst fue derrocado por un golpe de Estado liderado por el coronel Óscar Benavídes.

Con el regreso de Leguía al poder, el conflicto con Chile por Tacna y Arica, se profundizó. Sus principales hitos fueron las conferencias de Washington, la designación de una Comisión Plebiscitaria Norteamericana, la declaración de que el plebiscito era impracticable y la firma del Tratado de Lima. Estos hitos se desarrollaron en el un lapso de una década, a lo largo de la cual se puede observar el desarrollo y consolidación de la diplomacia peruana, conocida como de Torre Tagle. Si bien es notoriamente una diplomacia muy profesional, su formación es decimonónica y, al parecer, tiene una misión-visión muy bien definida respecto de Chile: no cerrar nunca el litigio fronterizo. Hoy es el problema del límite marítimo, mañana será otro.

Durante el oncenio de Leguía, Perú tuvo solamente dos cancilleres, Alberto Salomón (1920-1925) y Pedro José Rada y Gamio (1926-1930), sabido además que este gobierno tenía ribetes dictatoriales y que el parlamento era manejado por el Ejecutivo. En cambio en Chile, en el mismo período estuvieron en el gobierno Arturo Alessandri (1920-1925), una junta de gobierno (1924), una segunda junta de gobierno (1925), Emiliano Figueroa Larraín (1925-1927) y Carlos Ibáñez del Campo (1927-1931) y, por cierto, varios cancilleres: Jorge Matte Gormaz, Ernesto Barros Jarpa, Beltrán Mathieu, Conrado Ríos Gallardo.

Una característica de la posición de la diplomacia durante el mandato de Leguía fue su integrismo en el tema de Tacna y Arica. A partir de 1894, año en que podía realizarse el plebiscito, Chile intentó llegar a un acuerdo directo con Perú, y hubo momentos en que se estuvo ad portas de dicho objetivo, por ejemplo durante el Protocolo Billinghurst-Latorre, cuando estaba en el gobierno Federico Errázuriz Echaurren y en Perú, Nicolás de Piérola. Lamentablemente, ello no se alcanzó llegándose al período de Leguía, en que Chile ofreció, entre otras alternativas: la compra de las provincias, la división de las provincias de Tacna y Arica, la reducción del territorio plebiscitario para evitar el todo o nada, e incluso la entrega de ambas provincias a Bolivia, a todo lo cual los cancilleres peruanos respondieron negativamente.

Otro rasgo del gobierno de Leguía fue el uso del discurso anti-chileno para una política interna de cohesión social, donde se llegó a niveles histriónicos en desfiles y manifestaciones. Su largo mandato no fue ajeno a esta característica.

Sin embargo, un acuerdo con Leguía, supuestamente podía significar para Chile cerrar definitivamente el litigio con Perú y lograr la resiliencia de los tejidos rotos entre ambos pueblos. Chile puso algunos de sus pro-hombres en esa tarea, como Agustín Edwards McClure, quien debió enfrentar la declaratoria de la Comisión Plebiscitaria Norteamericana de que el plebiscito era imposible, cuando era el plenipotenciario de nuestro país ante dicha Comisión. Esa declaratoria fue un éxito de la diplomacia peruana que se enfrentaba a una derrota anunciada en las urnas, si nos basamos en los registros electorales de esa época, como bien lo indica Gonzalo Vial. Sería, sin embargo, la gran labor del embajador chileno en Lima, Emiliano Figueroa Larraín, la que llevaría a Leguía a acceder a un acuerdo directo con Chile, aunque siempre bajo la supervisión de Estados Unidos.

El Tratado de Lima, lamentablemente no significó cerrar el círculo de conflicto con Perú e iniciar un círculo de acuerdos y cooperación, como en parte se pudo vivir en las décadas siguientes al Tratado. Uno de los espacios intersticiales de conflicto que dejó dicho tratado está en el Protocolo Complementario, que excluyó la tercería boliviana pero mediante un articulado que hasta hoy ha significado una perforación en la soberanía de ambos países (pero que afecta más a Chile) en el territorio de Tacna y Arica.

A mi juicio, Perú tiene algunos nudos gordianos en su mentalidad, que podríamos definir de atávicos, como el problema de la Colonia, por su pérdida del virreinato, y la guerra con Chile. Son, sin embargo, problemas propios del Perú que no le competen ni a España, el primero, ni a Chile, el segundo. El cambio de mentalidad en Perú debe darse a través de la educación, siempre y cuando las clases dirigentes estén dispuestas a salir de esos anclajes de su historia que, sin duda, no solo sería fundamental para alcanzar un proceso de integración con Chile y América Latina, sino para alcanzar el desarrollo. Imaginemos a Europa reviviendo sus querellas históricas cada cierto tiempo: difícilmente estarían unidos y desarrollados como lo están.

* Cristián Maturana

(ingeniero civil industrial, ex agregado comercial de Chile en Perú, funcionario de la Dirección General de Relaciones Económicas Internacionales, Ministerio de Relaciones Exteriores).

Se me pregunta si las relaciones entre Chile y el Perú son un elemento que puede contribuir a disminuir o a profundizar las relaciones económicas entre ambos, considerando que son una especie de rehén de situaciones de tipo histórico, sujetas a la intervención de actores interesados en mover la relación bilateral en una dirección determinada.

Para responder a la pregunta trataré de contextualizar la discusión, porque es importante entender cuál es la situación económica que hoy vive el Perú, qué implicaciones tiene y en qué medida este nuevo escenario influye en la relación bilateral. Después del período de Velasco Alvarado y del primer gobierno de Alan García el panorama económico del Perú tenía cincuenta o sesenta años de atraso en relación con nuestra propia evolución. Con Fujimori, independiente de todas las aristas de sus gobiernos, se inició el camino hacia la formalización del modelo económico actual, que se intensificó durante el gobierno del presidente Toledo y ha continuado con fuerza en el actual período del presidente Alan García. Esto ha permitido situar al Perú en un lugar privilegiado en el concierto internacional. De alguna manera, a los peruanos esto les ha hecho cambiar su visión pesimista respecto de su país, al punto que actualmente son quizá demasiado optimistas y no necesariamente tienen...

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