Informe del director.

Éste que presentamos es un número doblemente especial.

Primero, por estar dedicado al profesor Gustavo Lagos, gran promotor de la integración latinoamericana, con quien, a comienzos de los años 70, tuve el honor de compartir la cátedra de Política y Relaciones Internacionales en la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile.

En segundo lugar, por dedicar sus contenidos a la preocupación fundamental del profesor Lagos: el futuro inmediato y (desafortunadamente) más bien problemático de América Latina.

Es que la atención no la suscita un horizonte luminoso. Se establece porque de nuevo nos ocupa el riesgo de la marginalidad internacional, con la pérdida de lo avanzado en la década del 90 y la regresión hacia el panteón de las décadas perdidas. Prolijos informes de la CEPAL, el BID, la ALADI y opiniones de expertos sustentan esta preocupación.

No es preciso dramatizar para visualizar esa posibilidad. Según el BID, a las actuales tasas de crecimiento --es decir, en el supuesto de que no empeoraran--, la región necesitaría un siglo para alcanzar los niveles que hoy presenta el mundo desarrollado. Por tanto, sin rectificaciones decisivas en la década que viene, la brecha seda aún más difícil de acortar.

Es preciso, entonces, contribuir a profundizar el diagnóstico, el estudio y la reflexión para dilucidar, complementariamente a los esfuerzos que realizan los organismos regionales, las claves de la situación. Por cierto, no con un objetivo exclusivamente académico, sino para dar apoyo a quienes deben liderar las acciones y formular las políticas conducentes a revertir el proceso.

Tal es el sentido de los trabajos que presentamos en esta edición, sobre la base de un diseño elaborado con Héctor Casanueva, actual embajador chileno ante la ALADI, a partir de un fructífero encuentro en Montevideo.

Casanueva, reconocido especialista en materias de integración, proporciona el artículo marco. Reconoce que sus avances se limitan a lo comercial, pero advierte que mantenerla en esos límites aceleraría la antiopción de la marginalidad. Fundamenta, así, la urgencia de avanzar hacia formas más plenas de integración y esboza las tareas correspondientes para los gobiernos y parlamentos.

Romeo Pérez contribuye con una estupenda reflexión sobre el valor de las formas democráticas, en tácito contrapunto con el desdén hacia la "democracia simplemente formal". En esencia, nos dice que no caben relativizaciones regionales para realizar su pluralismo esencial...

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