America Latina y la coordinacion de politicas economicas: ?hacia un Maastricht latinoamericano?

AuthorGhymers, Christian

Los acontecimientos de la ultima década han puesto en evidencia que la globalización ha disminuido el fenómeno de las fronteras del "Estado-nación", debilitando las capacidades de acción discrecional de las autoridades nacionales, así como de los monopolios o grupos sociales internos. Si bien es cierto que hay una amplia convergencia de los economistas y de los politólogos en cuanto a la necesidad de enfrentar esta nueva realidad mediante un progreso en el orden institucional, tanto nacional como internacional, el papel que podría desempeñar el nivel regional como respuesta a la globalización no focaliza mucho la atención. Al contrario, las autoridades tienden a reaccionar en forma aislada, exclusivamente con instrumentos nacionales y sin contemplar ningún tipo de cooperación explícita al nivel regional o de grupo de países. Los modelos teóricos de los libros académicos tampoco consideran la realidad creciente del entorno regional, y consideran a los países como entidades autónomas, sin asimetrías ni sinergia entre ellos. Por lo tanto, tampoco contemplan las potencialidades de una respuesta regional frente a los defectos de las presiones inestables de la globalización. Estos rasgos ilustran una de las contradicciones características de la globalización: el contraste entre los aspectos mundiales del campo económico y la gobernabilidad económica que queda generalmente limitada al marco nacional.

La presente contribución se muestra que la integración regional constituye una palanca potencial para que América Latina logre a menor costo estos progresos institucionales, imprescindibles para adaptar la gobernabilidad de las economías nacionales a la globalización y permitirles sacarle provecho.

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Una consecuencia de la globalización durante la década pasada fue el nuevo desarrollo de la integración regional en América Latina. El acercamiento del mundo externo ha sido un beneficio, al igual que el acercamiento entre economías vecinas. Tanto las estrategias de las empresas multinacionales como las de los exportadores locales tienden a incorporar el entorno regional (proveedores, tamaño del mercado, condiciones macrofinancieras). Cabe destacar que este fenómeno no fue solamente una repuesta al cambio de giro de políticas proteccionistas a una mayor apertura comercial. Fue también un efecto de la convergencia impuesta por la globalización en el campo macroeconómico: las restricciones de financiamiento externo y las presiones de mercados impusieron, con el llamado "Consenso de Washington", el mismo tipo de prioridades y de restricciones en el uso de las políticas macroeconómicas. AD conseguir así un mínimo de convergencia en los parámetros macroeconómicos, llevando a una cierta estabilidad, fue mucho más fácil negociar e implementar acuerdos preferenciales de comercio, tanto en las subregiones como a nivel latinoamericano.

De una cierta manera, la globalización impuso así una convergencia macroeconómica en forma transitoria, o una especie de coordinación implícita, al restringir las opciones disponibles y al hacer más obvios los intereses comunes entre países vecinos.

Sin embargo, la globalización, al incrementar la interdependencia entre economías y su comercio intrarregional, ha aumentado al mismo tiempo las externalidades entre las decisiones nacionales de política macroeconómica. Eso significa que no solamente estas crecientes interdependencias tienden a reducir la eficacia de las políticas nacionales (disminuyendo así las posibilidades de acción autónoma de cada país), sino que, además, las condiciones macroeconómicas de una economía dependen crecientemente de las políticas aplicadas por las economías vecinas (externalidades o spillover effects). Mientras más se desarrollan los intercambios comerciales entre dos países vecinos, más impactos recíprocos tienen las orientaciones respectivas de los "policy-mix" macroeconómicos de cada uno. Por esta razón, como también por efecto de contagio y por el carácter gregario y masivo de los mercados financieros globalizados, la percepción de la sostenibilidad financiera de una economía se ha vuelto dependiente de las condiciones macrofinancieras de sus vecinos directos, amplificando sustancialmente las externalidades generadas por las políticas macroeconómicas independientes.

Una prueba inmediata de esta nueva realidad es la existencia de un componente común en las "primas de riesgo" de los países de la región, en las evaluaciones de los mercados financieros. Se trata de una correlación entre las fluctuaciones de los spreads financieros de los bonos emitidos por los países de una misma región sin relación con las decisiones y condiciones macroeconómicas propias de cada uno. Este fenómeno indica claramente que la globalización refuerza la importancia de la dimensión regional al otorgar un label común a un grupo de países, por lo bueno o lo malo, es decir, no solamente en caso de crisis sino que durante los períodos de bonanza también.

Fue el caso tanto durante la entrada masiva de capitales del primer período de los años noventa, como durante las crisis financieras y las salidas de fondos que afectaron a las economías emergentes. Sin embargo, este tipo de correlación es más percibido en la fase descendente de la coyuntura regional, cuando su carácter pro-cíclico se manifiesta negativamente, como en el año 2001. El deterioro de las condiciones macroeconómicas y del alza de las primas de riesgos en los países del Mercosur y de sus miembros asociados, durante el período 2000-2001, constituye una elocuente demostración de este fenómeno de "convergencia" macroeconómica forzada que conlleva la globalización. Sin embargo, en esta fase negativa, la convergencia forzada no contribuye a la integración regional sino que, al contrario, tiende a exacerbar los conflictos de intereses entre los países y sus diferentes sectores o grupos.

Además, las autoridades nacionales parecen solamente pensar en reacción y proceso de decisión individuales, sin contemplar ningún tipo de cooperación explícita al nivel regional o sin atreverse a usar los mecanismos ya existentes. Resulta, como lo ilustra el impacto de la crisis argentina, que las depreciaciones de las monedas flotantes (Brasil por ejemplo) responden lógicamente al deterioro de las condiciones financieras de los países cuyo tipo de cambio es fijo (Argentina hasta fin del 2001), empeorándolas en un circulo vicioso potencialmente destructor de la cohesión regional lograda, en la fase anterior (el Mercosur).

En este campo regional, también, se llega a la conclusión de que las fuerzas de la globalización "espontánea" no garantizan efectos positivos. Si bien es cierto que las olas globalizadas pueden favorecer la integración regional al poner más énfasis sobre el entorno regional y sus condiciones cuando el ciclo coyuntural es favorable, el carácter inestable y reversible del oleaje externo cuando el ciclo es menos favorable puede ejercer efectos negativos sobre las construcciones regionales. Sin embargo, estos inconvenientes y las crisis que generan, podrían ofrecer una oportunidad para tomar conciencia de la necesidad de superar el presente estado inacabado de la integración regional en América Latina. La globalización ofrece así una herramienta cuyo buen o mal uso depende principalmente de la capacidad de los países de organizarse en el plano regional.

Esta lectura de los efectos de la globalización sobre el nivel regional pone en evidencia la necesidad de un análisis explicito del proceso de la integración regional, como resultado de una construcción institucionalizada en esta perspectiva más amplia del manejo macroeconómico, que hace falta tanto en la actitud de los gobiernos de la región como en los modelos teóricos dominantes. Los que figuran en los textos académicos tampoco tienen en cuenta la realidad creciente del entorno regional y consideran a los países como entidades autónomas, sin asimetrías ni sinergia entre ellos. Por lo tanto, tampoco contemplan las potencialidades de una respuesta regional a los defectos de las presiones inestables de la globalización y llegan a negar la existencia de la Unión Europea y a prescindir de su experiencia acumulada.

La UE es el único ejemplo de construcción regional que, respetando las soberanías nacionales, ha sido exitosa durante un período suficientemente largo. Cabe mencionar que, en la UE, tanto las presiones de los competidores externos como la inestabilidad creciente de las olas financieras durante la naciente globali-zación, crearon las condiciones de una dinámica integradora. La institucionalización regional ya existente logró canalizar las reacciones a las presiones generadas por la globalización hacia una repuesta regional metódica y progresiva. La UE pudo así alzarse en la senda de un proceso acumulativo de profundización de su integración: el incremento de la competencia externa de la globalización fomentó la demanda interna, de parte de los actores económicos y políticos, por más integración bajo la forma de una búsqueda de reducción de los costos de transacción provocados por la existencia de fronteras (realización del mercado único), mientras los choques financieros externos, al provocar costosos ataques especulativos entre monedas de sus estados miembros y al poner en riesgo tanto el crecimiento como el funcionamiento del mercado único, incentivaron la búsqueda de una unificación monetaria durable (moneda única). Este proceso se apoyó en una institucionalización de la convergencia macroeconómica mediante una coordinación de las políticas, que localizó la atención de los mercados financieros y de la opinión pública, gatillando "sanciones de mercados", tanto positivas como negativas.

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