La conferencia internacional sobre la financiación para el desarrollo (monterrey, marzo de 2002)

AuthorFelipe Gómez Isa
Pages1028-1039

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El compromiso de la comunidad internacional con la búsqueda de financiación para el desarrollo no es algo reciente, sino que se remonta a los años sesenta del siglo pasado cuando, de la mano del proceso descolonizador y del surgimiento de la denominada por Michel Virally ideología del desarrollo, comenzaron a surgir iniciativas para tratar de aplicar el principio de cooperación internacional inserto en la Carta de las Naciones Unidas (art. 1.3) a los problemas a los que se enfrentaban los países en vías de desarrollo. Si hasta entonces la cuestión de la paz y la seguridad internacionales había constituido el auténtico centro de atención de la nueva Organización internacional surgida de las cenizas de la segunda guerra mundial, a partir de los años sesenta la agenda de las Naciones Unidas se amplía para dar entrada a una nueva preocupación que se añade a la anterior: la promoción del desarrollo. Fruto de este creciente compromiso, la Asamblea General proclamó en diciembre de 1961, mediante su resolución 1710 (XVI), el Primer Decenio de las Naciones Unidas para el Desarrollo (1961-1970). Ello respondía a la constatación por parte de la Asamblea General de que ´a pesar de los esfuerzos efectuados en los últimos años, las diferencias entre los ingresos per cápita de los países económicamente desarrollados y los de los menos desarrollados han aumentado y que el ritmo del progreso económico y social de los países en desarrollo dista todavía de ser satisfactorioª. Ante esta realidad, se instaba a los Estados Miembros de las Naciones Unidas ´a adoptar medidas conducentes a un aumento de la corriente de recursos públicos y privados para el desarrollo hacia los países en desarrollo, en condiciones mutuamente aceptablesª. Desde entonces se han sucedido diferentes iniciativas auspiciadas desde las Naciones Unidas para tratar de promover la financiación del desarrollo económico y social de los países más pobres. Desgraciadamente, ha sido necesaria la proclamación de tres nuevos Decenios de las Naciones Unidas para el Desarrollo, ante la constatación de que los objetivos marcados en los sucesivos Decenios no se habían cumplido. Asimismo, ha habido otras iniciativas en el mismo sentido de tratar de promover el desarrollo de los países más pobres, entre las cuales simplemente destacamos la Estrategia para el Establecimiento de un Nuevo Orden Económico Internacional (1974), la aprobación de la Declaración sobre el derecho al desarrollo (1986) o la adopción de la famosa Declaración del Milenio (2000), en la que los Estados Miembros de las Naciones Unidas se marcaron como uno de sus principales objetivos para el nuevo milenio la promoción del desarrollo y la erradicación de la pobreza. Page 1029

Sin embargo, a pesar de todos estos esfuerzos desplegados por la comunidad internacional bajo los auspicios de las Naciones Unidas, lo cierto es que la realidad que afecta a millones de personas que viven en países en vías de desarrollo sigue siendo una realidad marcada por la miseria, el hambre y la desnutrición, el analfabetismo, la violencia, la expansión del virus del sida... Y esta situación, lejos de mejorar, es una situación que se ha ido deteriorando en las últimas décadas, con un agudo incremento de la desigualdad global. Una muestra evidente de esta creciente desigualdad son los datos que ofrece el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), quien señala que ´la diferencia de ingreso entre el quinto de la población mundial que vive en los países ricos y el quinto que vive en los países más pobres era de 74 a 1 en 1997, superior a la relación de 60 a 1 de 1990 y a la de 30 a 1 de 1960ª (Informe sobre Desarrollo Humano, 1999). Como podemos comprobar, en un lapso de tiempo de treinta años, de 1960 a 1990, la distancia entre el quinto de la población mundial que vive en los países desarrollados y el quinto que vive en los países más pobres se había duplicado, y la tendencia sigue siendo hacia la profundización de esa desigualdad.

Para tratar de revertir esta tendencia, Naciones Unidas convocó la Conferencia Internacional sobre la Financiación para el Desarrollo que se ha celebrado en Monterrey (México) los días 21 y 22 de marzo de 2002. Como señalaron los Jefes de Estado y de Gobierno en el documento final de la Conferencia, conocido como Consenso de Monterrey (todos los documentos de la Conferencia se pueden encontrar en www.un.org/esa/ffd), ´nuestra meta es erradicar la pobreza, lograr un crecimiento económico sostenido y promover un desarrollo sostenible al tiempo que avanzamos hacia un sistema económico mundial basado en la equidad y que incluya a todosª (pár. 1).

Ahora bien, la Conferencia de Monterrey se ha celebrado en un contexto no excesivamente propicio para una canalización equitativa de los fondos que serían necesarios para el desarrollo económico y social de los países en desarrollo, especialmente de los más pobres. Hay tres aspectos esenciales que, entre otros, contribuyen a sembrar ciertas dudas respecto de que se vayan a cumplir los compromisos alcanzados en Monterrey: en primer lugar, el descenso creciente de la ayuda oficial al desarrollo (AOD) y su dudosa eficacia para enfrentarse a los graves problemas que aquejan a los países en vías de desarrollo; en segundo lugar, la gran preponderancia que se otorga a las inversiones extranjeras como fuente principal de la financiación para el desarrollo y, por último, el incierto panorama que se abre tras los acontecimientos del 11 de septiembre.

En primer lugar, la ayuda oficial al desarrollo que conceden los países desarrollados a los países en vías de desarrollo no ha dejado de decrecer en términos cuantitativos en la última década, lo que ha llevado a acuñar la expresión fatiga del donante, es decir, los...

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