¿Carga o privilegio? El dolar estadounidense y la puja por la reforma del sistema monetario internacional.

AuthorTrucco, Pablo

Resumen

Los desequilíbrios globales que derivaron en la Gran Recesión tienen un origen político y económico. Han surgido de la incongruencia entre las normas e instituciones instauradas para regir el ámbito internacional durante la posguerra y la estructura económica que existe en el presente, donde el peso relativo entre las economías se ha tornado menos favorable a aquellos privilegiados en Bretton Woods. Sin embargo, la realidad tiene mayor peso que privilegios cristalizados en un mundo que ya no existe. En este contexto, han emergido propuestas y se han implementado políticas que apuntan a sortear las limitaciones del > y a introducir reformas que reflejen las condiciones del mundo actual. El G20 se ha constituido en una herramienta para esta tarea.

PALABRAS CLAVE: desequilibrios globales, economía política internacional, sistema monetario internacional, G20, Estados Unidos

Abstract

The global imbalances that led to the Great Recession have both a political and economic origin. They have emerged from a contradictory world where old regulations and institutions are ruling the current economic structure in which former privileged countries are losing relative weight among nations. In this context, some proposals have been made aiming at overcoming the Ancien Régime restrictions and establish rules and institutions appropriate for today's world. The G20 has become a valuable tool to reach this goal.

KEYWORDS: global imbalances, international political economy, international monetary system, G20, United States

Burden or privilege. The US dollar and the struggle for reform of the international monetary system

  1. ¿REGLAS DE AYER PARA LA REALIDAD DE HOY?

El mundo de hoy le queda grande a Estados Unidos. Lejos ha quedado el escenario de Bretton Woods, en el que este país era el mayor acreedor del mundo y principal responsable del comercio internacional. Aunque las circunstancias de aquel entonces eran muy distintas de las actuales, numerosas reglas e instituciones del mundo de hoy reflejan la estructura de poder político, económico y militar de esos años. En otras palabras, las soluciones que posiblemente eran apropiadas para el buen funcionamiento y la estabilidad del mundo de posguerra se han tornado anacrónicas y, en las actuales circunstancias, generan tensiones y una mayor inestabilidad.

Estados Unidos es hoy el principal deudor del mundo (11) y aunque su peso en la economía y en el comercio mundial es significativamente menor del que disfrutaba hace medio siglo, carga aún sobre sus espaldas la responsabilidad de proveer liquidez a la economía global. El dólar estadounidense continúa siendo demandado como medio de cambio en las transacciones internacionales y en los flujos de capital, a lo que hay que sumar su demanda como depósito de valor (Eichengreen, 2009).

Las grandes potencias caen cuando se sobre-expanden, al haberse propuesto > que no pueden alcanzar o mantener sin comprometer de manera significativa su desempeño económico. Así lo entendió el historiador británico Paul Kennedy (1987), en referencia a la sobre-expansión militar, (2) aunque este princípio puede ampliarse a una sobre-expansión monetaria y financiera. Lo que ayer era un privilegio y una fuente de poder e independencia para los Estados Unidos se ha convertido hoy en una carga que genera inestabilidad y limita sus espacios de política económica.

Si bien Estados Unidos se ha mantenido desde la Segunda Guerra Mundial como la primera economía del mundo, su pérdida de poder relativo ha vuelto más notoria la necesidad de consensuar políticas con otros países, tanto para distribuir los costos de las mismas como para apuntalar su eficacia. Este ha sido el contexto en que fue convocado el Grupo de los 20 (G20), a fin de buscar soluciones globales a la crisis sistémica de finales de la década del 2000. Este grupo, que incluye a economías industrializadas y a mercados emergentes concentra -sin incluir a la zona del euro- cerca del 60% del comercio global de bienes y servicios (Organización Mundial del Comercio, 2010) y una proporción similar de las reservas internacionales de todo el mundo (Fondo Monetario Internacional, 2010a). Es decir, el G20 concentra una parte significativa de la economía mundial -y de la demanda del medio de cambio y depósito de valor internacional. Ello ha convertido a esta coalición de países en el instrumento potencialmente más eficaz para enfrentar la crisis que aqueja a la economía mundial y para debatir e implementar en la arquitectura monetaria y financiera internacional las reformas que resultan necesarias para un desarrollo económico global estable y sostenido.

La crisis económica internacional no ha llegado a su fin, pero el pánico desatado luego de la bancarrota de Lehman Bros. en septiembre de 2008 ha dado paso a una incipiente recuperación de la confianza en que lo peor ya ha quedado atrás. Ello se ha traducido en un adormecimiento de la urgencia por realizar las reformas necesarias para evitar una nueva crisis en el futuro. Las imperfecciones del actual sistema monetario internacional subyacentes en esta crisis han sido advertidas -y vienen siendo desoídas- desde hace más de medio siglo. Sin embargo, pese a las fuertes presiones para mantener también en esta ocasión el statu quo del régimen monetario internacional, parecería que a pesar de la falta de voluntad del G20 el debate sobre el tema estaría instalándose poco a poco en la agenda internacional.

Dada la magnitud de su peso económico y político, así como su > en Pittsburgh como principal foro de discusión global sobre los temas clave de la economía y las políticas financieras en el nivel internacional (Botto,2010), el G20 se ha colocado a sí mismo en el centro de la escena y, por lo tanto, tiene el deber y la responsabilidad de mantener vivo el ímpetu reformador y consensuar e implementar las transformaciones en el actual sistema monetario internacional que ha arrojado a millones de personas a una situación de pobreza. Sin embargo, resulta claro que el G20 ha estado eludiendo desempeñar el rol para el que sus propios miembros se auto-designaron. El abordaje del problema de los desequilibrios globales y sus posibles soluciones a partir de una reforma del sistema monetario internacional ha permanecido como una discusión latente en las cumbres del G20, pero no ha sido encarado de manera abierta: Estados Unidos se ha resistido a entablar un debate político que conlleve la posibilidad de perder algunos de sus privilegios conseguidos en Bretton Woods.

Sin embargo, dada la magnitud de la crisis, los reclamos de reforma se han tornado cada vez más sonoros e insistentes, especialmente aquellos provenientes de algunas economías emergentes que participan en el G20, como China y Rusia, y de diferentes instancias de las Naciones Unidas, como la Conferencia de las Naciones Unidas para el Desarrollo (UNCTAD) o la Comisión de Expertos del Presidente de la Asamblea General de las Naciones Unidas sobre las Reformas del Sistema Monetario y Financiero Internacional (UNPGA). Estos y otros actores del sistema internacional son plenamente conscientes de que el corazón del debate sobre la reforma del sistema monetario internacional no reside en las cuestiones técnicas y económicas sino en intereses políticos. En definitiva, tanto las instituciones monetarias pasadas como las presentes y las que vendrán en el futuro tienen un impacto directo en la distribución internacional del ingreso, la producción y el trabajo. Un cambio estructural en esas reglas implicaría romper con el orden cristalizado en los privilegios de Bretton Woods, un mundo que, por otro lado, hace tiempo ha dejado de existir.

En el siguiente apartado se presenta un panorama de aquel mundo y de su vulnerabilidad intrínseca develada a través del dilema de Triffin. El tercer apartado desarrolla los inconvenientes e ineficiencias derivadas de una política monetaria internacional administrada en función de intereses nacionales. Posteriormente se analizan las fallas encubiertas en los incentivos planteados desde los países del norte a través de los organismos multilaterales de crédito y el impacto que tuvieron estos incentivos en los desequilibrios globales. El quinto apartado presenta las principales soluciones a los desequilibrios globales debatidas en la agenda internacional, haciendo hincapié en la economía política del tipo de cambio. El artículo concluye con algunas reflexiones finales.

  1. EL TALÓN DE AQUILES SISTÉMICO: UNA MONEDA NACIONAL PARA LA ECONOMÍA INTERNACIONAL

    En 1944 el mundo se aprestaba a ver el final de la Segunda Guerra Mundial y se preparaba para lo que vendría después. En julio de ese año, 44 naciones se reunieron en una Conferencia en Bretton Woods, New Hampshire, para definir las reglas comerciales, monetarias y financieras de posguerra, así como la creación de organismos internacionales de crédito. Los países del Eje, que en ese entonces eran > -pero que hoy son importantes actores de la economía global- no fueron invitados al encuentro. India ni siquiera era una nación independiente y China era un país > en la carrera industrial y políticamente convulsionado en vísperas de la revolución comunista.

    En aquellas circunstancias y dada la imperiosa necesidad de acelerar la reconstrucción europea, Estados Unidos asumió formalmente la responsabilidad clave de constituirse en pivote del sistema monetario europeo y fundamento del internacional, proponiendo su moneda -convertible en oro a 35 dólares por onza- como ancla nominal de un sistema de paridad multilateral (fija pero ajustable) entre las monedas europeas y como medio de cambio del comercio internacional. Así, el esquema monetario de Bretton Woods implicó la irrefutable victoria del dólar sobre la libra esterlina en la competencia que había tenido lugar durante el periodo de entreguerras por la primacía monetaria internacional. (3)

    Sin embargo, la medalla de la victoria venía con dos caras: en el anverso se vislumbraban, en palabras...

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