Boeninger, Oakeshott y el estudio de los clasicos.

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CADA UNO EN SU CAMPO Y A SO MANERA, Edgardo Boeninger y Michael Oakeshott tuvieron una influencia formativa tanto sobre el carácter como sobre el tenor y disposición política en Chile y en Gran Bretaña en momentos excepcionalmente difíciles en la vida de ambas naciones. Es muy improbable que las grandes reformas adelantadas por la Sra. Thatcher se hubieran realizado en la ausencia de la fundamentación intelectual y política con que el eminente filósofo contribuyó a fortalecer el espinazo moral de su patria. Esta contribución fue reconocida legendariamente cuando la misma Sra. Thatcher ofreció al austero pensador su elevación al grado de caballero, ofrecimiento que este declinó con elegante cortesía. Es asimismo imposible desconocer la enorme importancia que la sensatez, pragmatismo y entereza moral de Edgardo Boeninger tuvieron en reiterar y fortalecer la elevación de miras y el compromiso con la libertad de pensamiento tanto desde la rectoría de la Universidad de Chile como de los influyentes cargos que desempeñó en varios gobiernos de la nación.

Menos conocido es el hecho de que Boeninger y Oakeshott compartían un interés que, dependiendo del punto de vista del observador, puede ser extraordinariamente desconcertante o abrir la puerta a la comprensión de aspectos decidores de la personalidad de los dos pensadores. Aquí cabe explicar que en 1951, cuando la London School of Economics and Political Science invito a Michael Oakeshott a ocupar la cátedra de filosofía política vacante después de la muerte del fogueado intelectual izquierdista Harold Laski, su curriculum incluía dos libros, Experience and Its Modes, aparecido en 1933 (aún en prensa, setenta y ocho años más tarde) y The Study of the Classics, publicado en 1936. El primero es un importante tratado filosófico; el segundo es un estudio de los clásicos del calendario hípico inglés. Ocurre que tanto Oakeshott como Boeninger dedicaron tiempo, energía mental e infinita paciencia al estudio sistemático y al goce apasionado de las carreras de caballos. Oakeshott apostaba, no mucho, pero lo suficiente para acicatear su interés por la hípica. Por lo menos cuando yo le conocí, hacia la década de 1960, Boeninger no apostaba, pero es posible que esa severa abstinencia haya cedido algo con el transcurso del tiempo.

Maria Sharapova y Franklin Delano Roosevelt optaron por la filatelia; Luis xvI por la cerrajería; Churchill levantaba muros de ladrillo con precisión obsesiva; Gladstone prefería...

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