Israelies y palestinos: antecedentes de la intifada.

AuthorSznajder, Mario

La ola de violencia que se desató entre palestinos e israelíes tras la visita de Ariel Sharon al Monte del Templo-Haram el Sahriff, o zona del santuario de Omar y a la mezquita de al Aqsa, en la ciudad antigua de Jerusalem, a fines de septiembre de 2001, marcó el inicio de un nuevo tipo de guerra. Estos sucesos, que recibieron el calificativo de intifada armada o intifada de al Aqsa --diferenciándola de la primera intifada que estalló afines de 1.987 y que sólo cesó tras la firma del Acuerdo de Oslo y la Declaración de Principios sobre las negociaciones palestino-israelíes (abril y septiembre de 1993)-- produjeron muchas víctimas en ambas partes, inestabilidad política, cuantiosos daños económicos, desconfianza mutua a nivel poblacional y de elites, así como también el descarrilamiento del proceso de paz israelí-palestino, el cual, pese a altibajos, seguía llevándose a cabo entre 1993 y 2000.

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Si se quiere establecer con precisión cómo se llegó a la actual ola de violencia, hay que tomar en cuenta diversos factores que influyeron en las partes durante la década previa a la segunda intifada y, especialmente, aquellos que suceden durante el último año de tranquilidad aparente.

Los ejes analíticos de este trabajo son tres. El primero es la relación entre la política internacional y la política interna de cada una de las partes en conflicto. Aquí se propone el argumento a partir de la clara interdependencia entre ambos niveles, debida a la naturaleza misma del conflicto, que es intercomunitario, internacional y religioso a la vez.

El segundo eje tiene que ver con los niveles de estructuración y de institucionalización de cada una de las partes, niveles que condicionan conductas e influyen en las políticas, por su propia existencia.

El tercer eje tiene que ver con ciertas características personalistas, el proceso y la importancia de la conducción política, por parte de los líderes de ambas partes. En este eje influyen no sólo el carácter de cada líder, sino su camino profesional y político y de qué manera se autopercibe en función de paz y guerra con la contraparte en conflicto.

A largo plazo, hay que tener en cuenta que en ambas partes el proceso encaminado en Oslo despertó reales esperanzas en los sectores interesados en la solución pacífica del conflicto y en grandes grupos de población. A su vez, el llamado proceso de paz impulsó a las facciones no interesadas en que prosperase --en ambas partes-- a redoblar sus esfuerzos por obstaculizarlo.

DESARROLLO DEL PROCESO

El gobierno de Itzjak Rabin, elegido en 1992, avanza en el proceso de paz, enfrentando una creciente oposición interna liderada por los colonos israelíes en Cisjordania y Gaza --bloque de creyentes (Gush Emunim) asociados al nacionalismo religioso-- y los sectores más nacionalistas del Likud. El cumplimiento de la primera parte de los Acuerdos de Oslo, que llevó a la desocupación israelí de la Franja de Gaza y el enclave de Jericó, se llevó a cabo sin grandes dificultades, pero cuando Israel desocupó los mayores núcleos urbanos en Cisjordania (31.12.95) --Jenin, Nablus, Tulkarem, Qalqilya, Ramalla y Belén-- la oposición israelí a esta política aumentó notoriamente, ya que esto significaba que en la etapa siguiente Israel tendría que desocupar Hebrón --ciudad cuya importancia bíblico-histórica es, desde el punto de vista judío, comparable sólo a Jerusalem-- y las áreas rurales en las que se encuentran los asentamientos establecidos por colonos israelíes desde el año 1968 a esta parte. La ola de manifestaciones, propaganda y hasta cierre de cruces de caminos que sacudió a Israel en 1995 no tenía precedentes. La derecha nacionalista-religiosa llegó a presentar a Itzjak Rabin y Shimon Peres como políticos traidores y el primer ministro mismo fue víctima de una agresión propagandística en la forma de pancarta fotomontada en la que aparecía vestido con el uniforme de la SS alemana (1). La oposición a los Acuerdos de Oslo y a la política del gobierno Rabin iba in crescendo paralelamente al retorno de Arafat y gran parte del liderazgo de la OLP a Gaza y Jericó y al creciente proceso de institucionalización de la Autoridad Palestina. Los organismos de ésta preparaban, con asesoramiento y apoyo internacional, elecciones para enero de 1996. Estas elecciones constituirían no sólo su "acto fundacional", sino que tenían también como propósito legitimizar la tesis política que su líder, Yasser Arafat, parecía estar convirtiendo en realidad: la obtención de una solución negociada del problema palestino-israelí, basada en las resoluciones 242 y 338 de Naciones Unidas, siguiendo las fórmulas diseñadas en los Acuerdos de Camp David (1978) y el Tratado de Paz entre Israel y Egipto (1979).

Dos hechos deben señalarse para explicar la magnitud de la oposición interna en el escenario israelí y en el escenario palestino, al proceso de Oslo:

  1. El 4 de noviembre de 1995, el primer ministro israelí Itzjak Rabin fue asesinado por Yigal Amir, militante de la extrema derecha nacionalista religiosa israelí, al finalizar un acto multitudinario de apoyo al proceso de paz en la plaza central de Tel Aviv.

  2. Las organizaciones palestinas de rechazo al proceso de paz, especialmente las de tendencia islámica extremista --Hamas, Jihad Islámica-- hicieron un llamado público a no participar en las elecciones palestinas del 20 de enero de 1996, y al tener éstas éxito --cerca de 90% de participación popular en el voto-- lanzaron una ola de ataques terroristas al transporte público israelí, dinamitando autobuses urbanos. Esto hechos influyeron directamente tanto en la Autoridad Palestina, como en la elección israelí de mayo de 1996. En ésta, el candidato laborista Shimon Peres fue derrotado, por un porcentaje mínimo del voto, por Benjamin Netanyahu, líder del Likud cuya plataforma electoral se oponía a los Acuerdos de Oslo.

El alto porcentaje de participación en la elección fundacional palestina dio un serio respaldo a la existencia de la Autoridad Palestina y constituyó una especie de augurio democrático sobre el futuro institucional de ese ente. Esto permitió a Yasser Arafat ceder ante la demanda israelí de reprimir a los grupos islámicos extremistas que habían lanzado la ola de terror anti-israelí de febrero-marzo de 1996, sin pagar un alto precio político en su escenario interno.

Sin embargo, este tipo de represión palestina, llevado a cabo bajo fuertes presiones israelíes que condicionaban la continuación del proceso de paz al cese del terrorismo islámico, abrió otro dilema en el cuadro palestino interno. La Autoridad Palestina podía ser percibida, al constituirse y legitimizarse a través de elecciones, como un paso muy importante que institucionalizaba el proceso de construcción nacional. Con todo, existían serias dudas sobre la capacidad de los cuadros dirigentes palestinos para llevar adelante este proceso en forma consensual, organizada y de alta transparencia pública, como correspondería a una opción de carácter democrático. La necesidad de prevenir actos terroristas por parte de organizaciones como Hamas o Jihad Islámica privilegió a su vez la actuación de las múltiples organizaciones de seguridad subordinadas a la Autoridad Palestina y, especialmente, la del Servicio de Seguridad Preventivo, comandado por Jibril Rajoub y de la Fuerza 17 (guardia presidencial y personal de Arafat, subordinada directamente a éste).

Los arrestos preventivos de activistas islámicos, las malas condiciones de detención, las torturas para obtener información que permitiera impedir actos terroristas, mientras continuaban las negociaciones y el cumplimiento de los Acuerdos de Oslo, se convirtieron, así, en práctica corriente. Ésta desvirtuó la dirección democrática del proceso de institucionalización de la Autoridad Palestina y combinó con otros factores negativos que, a la larga, debilitaron la legitimidad política de Yasser Arafat y sus seguidores. Desde mediados de los años noventa, se hicieron públicos ejemplos de corrupción y nepotismo, ineficiencia y malversación de fondos de ayuda internacionales, así como de clientelismo político. Todos estos eran factores que pervertían no sólo el funcionamiento sino la legitimidad popular de la Autoridad Palestina y sus líderes. A ello se fue agregando una serie de factores detrimentales complementarios.

El primero derivaba de las dificultades políticas que...

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