Violencia en el trabajo
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En la 107ª Conferencia Internacional del Trabajo (CIT) que se celebrará este
año se abordarán la violencia y el acoso contra mujeres y hombres en el
ámbito laboral. Si bien la violencia ejercida en el trabajo puede variar en
función del nivel de desarrollo de cada país, sus formas más habituales se
dan en todo el mundo. En los países más pobres, dicha violencia da lugar a
prácticas inaceptables que frecuentemente se ven agravadas por la pobreza.
Examinamos la situación en Madagascar.
Fotografías: Marcel Crozet
Texto: Jean-Luc Martinage (con Emma Raboanaly)
ANTANANARIVO – En virtud de lo establecido en
la Declaración de Filadela de la OIT, aprobada en 1944,
“todos los seres humanos, independientemente de su
raza, credo o sexo, tienen derecho a bienestar material
y a su desarrollo espiritual en condiciones de libertad
y dignidad, y de seguridad económica e igualdad de
oportunidades”. Más de 70 años después, a tenor de
dicha Declaración, se adoptó la decisión de abordar
en el orden del día de la CIT de 2018 el problema de
la violencia y el acoso contra mujeres y hombres en
eltrabajo.
VIOLENCIA EN EL TRABAJO
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Erradicación de la violencia
en el trabajo
a Madagascar
De Filadelfia
La Declaración de Filadela se aprobó hace mucho
tiempo. No obstante, todas las personas con las
que nos reunimos en Antananarivo consideraron
que Madagascar debería reexaminar los principios
consagrados en dicha Declaración para promover la
lucha contra la violencia. Madagascar no es, ni mucho
menos, el único lugar en el que se ejerce esa violencia. El
país es conocido por la amabilidad de sus habitantes y su
entorno acogedor, así como por sus activos económicos
y turísticos. Sin embargo, su situación de pobreza hace
que sea más propenso a este tipo de abusos.
En Tanjombato, un barrio pobre de Antananarivo,
el nivel de miseria es maniesto. Tras abandonar un
camino de tierra salpicado de baches y prácticamente
inundado por las lluvias, nos dirigimos a una estrecha
calle rodeada de tiendas que albergan todo tipo de
ocios informales. Las ventanas abiertas de las casas de
los habitantes permiten escuchar ritmos populares de
Salegy emitidos en la radio. El griterío de niños jugando
se confunde con los bramidos de los animales de granja
que crían muchos habitantes para llegar a n de mes.
PAGAR POR TRABAJAR
Vololona Rasamoelison nos recibe en un patio. A sus
37 años, esta madre de dos hijos vive de forma precaria
a pesar de contar con 15 años de experiencia profesional
como operadora industrial en el sector de la confección. A
continuación relatamos su historia.
Durante dos años, la Sra. Rasamoelison obtuvo varios
contratos temporales consecutivos en una zona franca de
exportación, y su empleador estaba muy satisfecho con
su trabajo. Para percibir un salario mensual de 300000
ariary (alrededor de 90USD) se levantaba a las cuatro
y media de la mañana, antes de emprender una jornada
laboral que daba comienzo a las seis de la mañana y
terminaba aproximadamente a las seis y media de la
tarde. Debido a los enormes atascos que se producen
en Antanarivo en horas punta, nunca podía regresar a
casa antes de las ocho de la tarde. Por si eso fuera poco,
su capataz, se aprovechaba del exceso de mano de obra
que provocaba la elevada tasa de desempleo del país, y le
exigía un “peaje” (soborno) de 500ariary diarios.
“Al principio lo acepté, pero luego pensé que era injusto
y dejé de pagarle”, nos señaló la Sra. Rasamoelison.
Las consecuencias no tardaron en manifestarse. Varios
días después, al acudir a la fábrica, constató que su
nombre guraba en la lista de “nominados”, es decir, las
personas cuyos contratos no serían renovados.
“Pronto me encontré desempleada porque no quería
pagar para tener trabajo. ¿Por qué tenía que pagar para
tener derecho a trabajar? Es injusto. Hay que denunciar
estas prácticas”, añadió indignada.
Violencia en muchos frentes.
Conozca la historia de Louisette
Fanjamalala en la página 11
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Cuando le preguntamos por qué no había informado
de su situación al representante sindical de la empresa,
respondió que él estaba al corriente de la situación, pero
que temía adoptar medidas al respecto.
La Sra. Rasamoelison, que se había separado de
un marido alcohólico y abusivo, estuvo desempleada
durante varios meses. Afortunadamente, en ese período
conoció a varios miembros de la Pastorale du Monde
Ouvrier (PMO) [Pastoral del Mundo Obrero], asociación
benéca que colabora con la OIT en el marco de un
proyecto nanciado por Francia cuyo objetivo es facilitar
la integración de mujeres que han sido víctimas de la
violencia. La labor de esa asociación permitió a alrededor
de 100 mujeres de Antananarivo recibir apoyo psicológico
y seguir un programa de formación de tres meses de
duración en actividades de costura, cocina, peluquería
y tecnología informática, entre otros ocios, que les
brindó la posibilidad de ser más independientes en el
planonanciero.
“El proyecto de la OIT me permitió abrir un pequeño
negocio de pastelería. Los vecinos me encargan pasteles
y magdalenas que preparo en el horno de mi casa con los
instrumentos de cocina que me suministró el proyecto”, armó
la Sra. Rasamoelison. El programa de formación también le
permitió encontrar trabajo en una panadería industrial.
“EL DINERO NO PERMITE COMPRAR TODO”
A pocas calles de distancia nos reunimos con una
mujer a la que llamaremos Vola. Ella pidió permanecer en
el anonimato, lo que pone de maniesto que denunciar
la violencia en el lugar de trabajo sigue siendo un asunto
delicado, en particular en lo concerniente al acoso sexual.
Vola trabajó durante siete años como camarera en un
hotel de Antananarivo. Todo iba perfectamente hasta
que un conocido residente local, buen cliente del hotel,
intentaba seducirla repetida e insistentemente cada vez que
la veía. Como ella rechazó todas sus propuestas, el cliente la
amenazó con hablar con su jefe. Un día, desesperada, después
Vololona Rasamoelison.
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Vola
de que el cliente intentara seducirla de nuevo mientras se
sentaba en una mesa en el restaurante, se dirigió llorando al
responsable de los camareros. En lugar de escucharla, dicho
responsable le instó a regresar al restaurante para servir la
comida del cliente. El cliente, furioso, tiró el plato al suelo y
comenzó a insultarla en público.
Al día siguiente la llamaron a la ocina del director.
“Escuchó mi relato, pero en lugar de ir a hablar con
aquel hombre, me explicó que se trataba de un cliente
importante. Y que para evitar futuros incidentes, tendría
que dejar de trabajar como camarera y, en su lugar,
comenzar a trabajar en el bar, lugar en el que estaría aún
más expuesta a propuestas de este tipo”, nos comentó Vola.
Vola se ha beneciado asimismo del proyecto de
la OIT, y desde entonces ha pasado página en su vida
(los incidentes anteriormente narrados tuvieron lugar
hace varios años); no obstante, subrayó la necesidad de
adoptar medidas acuciantes. Y añadió que “esas personas
que nos acosan e infringen nuestros derechos laborales
Vola trabajó durante siete años como
camarera en un hotel de Antananarivo.
fundamentales deben ser denunciadas. Yo iba al hotel a
trabajar como camarera, no como prostituta. El dinero no
permite comprar todo”.
INSPECTORES DE TRABAJO: POCOS
RECURSOS Y MUCHAS AMENAZAS
Hanitra Razakaboana conoce muchos casos como el de
“Vola”. En calidad de Presidenta del Sindicato malgache de
inspectores del trabajo, se esfuerza a diario por garantizar
el cumplimiento del código laboral. Reconoce que se
trata de una ardua labor, habida cuenta de que los propios
inspectores padecen a menudo intimidación verbal, e
incluso amenazas de muerte.
La Sra. Razakaboana armó que en el código laboral
no gura una denición clara del acoso. Conrmó la
práctica habitual de que los capataces soliciten sobornos
a cambio de trabajo, y señaló que los empleadores no
siempre están al corriente de lo que sucede. A su parecer,
los inspectores de trabajo deberían disponer de los medios
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materiales necesarios para hacer cumplir la legislación. A
pesar de que su labor se apoya en denuncias realizadas de
forma anónima, reconoció que en determinados casos, en
particular en las zonas francas de exportación, los propios
representantes sindicales temen perder su empleo.
Al preguntarle si también recibe quejas formuladas
por hombres, señaló que algunos hombres fueron
víctimas asimismo de casos de violencia en el lugar de
trabajo, especialmente de acoso psicológico; ello puede
ser difícil de demostrar en los casos de ataque verbal o de
aislamiento personal gradual.
En ocasiones puede impartirse justicia, en particular si
varios empleados unen sus fuerzas. La Sra. Razakaboana
mencionó la visita que había realizado por sorpresa a
una empresa de la capital unos días antes de nuestra
entrevista, a raíz de la denuncia que habían realizado
varias empleadas por haber padecido el acoso sexual de
un ejecutivo de la compañía. Su denuncia, que incluyó
grabaciones de audio, hizo que el director de la empresa
despidiera a dicho ejecutivo.
REAVIVACIÓN DEL DIÁLOGO SOCIAL
Los empleadores no niegan la existencia del problema
y maniestan claramente su deseo de hacer frente a la
violencia en el trabajo.
“El hecho de que un empleado padezca violencia o acoso
en el lugar de trabajo también repercute de forma adversa
en nuestras empresas, no solo en el plano moral, sino
también en el económico, porque disminuirá el rendimiento
de ese empleado y, en última instancia, el nivel general de
productividad de la empresa”, arma Hanitra Ratsirahonana,
Lalao Rasoamananoro y Rémi Botoudi.
Hanitra Razakaboana.
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Presidenta de la Comisión Social de la Cámara de Comercio
de Madagascar (Commission sociale du Groupement des
Entreprises de Madagascar, GEM).
La Sra. Ratsirahonana destacó asimismo dos problemas
muy candentes actualmente, pero que en los países en
desarrollo suscitan poco interés: la violencia psicológica y
el “agotamiento psíquico”. Se trata de estados depresivos
asociados al entorno profesional; el “agotamiento psíquico”
es frecuente en Madagascar, principalmente como
consecuencia de la presión ejercida para armonizar el
rendimiento personal con el nivel que exigen las empresas
multinacionales, aunque este no pueda alcanzarse en
el contexto local. Ello tiene muchas consecuencias, en
particular en el marco de relaciones laborales complejas, lo
que provoca violencia psicológica y tensión constantes. La
Sra. Ratsirahonana aboga asimismo por una reforma del
sistema de seguridad social, especialmente para mejorar
las prestaciones por accidentes laborales y proporcionar
a los inspectores de trabajo los recursos necesarios para
garantizar el cumplimiento de la legislación.
Al mencionar varios casos de acoso sexual a la
Sra. Ratsirahonana, esta señaló que el problema es
especialmente difícil de poner de relieve, habida cuenta
del contexto cultural de Madagascar, en el que nunca se
habla en público, y mucho menos en el ámbito laboral, de
cuestiones de índole sexual.
Los sindicatos aludieron a varios casos de acoso sexual
y psicológico, y de violencia física, especialmente contra
trabajadores domésticos, y admitieron que en ocasiones
su labor se ve dicultada por la existencia de restricciones
en las zonas francas de exportación. También señalaron
que no se dispone de los fondos sucientes para realizar
inspecciones laborales, denunciar casos de corrupción y
llevar casos especícos ante los tribunales; los casos que
se denuncian jurídicamente se resuelven con frecuencia
mediante acuerdos extrajudiciales.
Rémi Botoudi, Coordinador de la Conferencia de
Trabajadores de Madagascar (Conférence des Travailleurs
de Madagascar, CTM), subrayó la necesidad de poner
en marcha una amplia campaña para informar a los
trabajadores de sus derechos, con objeto de abordar el
problema de forma ecaz. La corrupción ha de combatirse
con determinación, al tiempo que se protegen los derechos
de los representantes sindicales. Valiéndose de su amplia
experiencia profesional de muchos años en el ámbito
sindical, nos recordó el proverbio local de que “No se
puede golpear un huevo contra una roca”.
Su colega en la CTM, la Sra. Lalao Rasoamananoro,
armó que el problema es especialmente grave en el caso
de las personas con contratos temporales, y citó el ejemplo
de las mujeres a las que se amenaza con despedirlas si se
quedan encintas.
Ambos sindicalistas opinan que el mayor nivel de
automatización en las fábricas en Madagascar también
debería considerarse una forma de violencia psicológica en
el trabajo. Señalan que no se están adoptando las medidas
necesarias para fomentar programas de formación
que permitan a los trabajadores aprender otro empleo
para encontrar trabajo. Los empleadores reconocen el
problema, y señalan que el establecimiento en 2018 de
un fondo conjunto destinado a programas de formación
ocupacional debería contribuir a paliar el problema,
habida cuenta de la obligación de las empresas a contribuir
a dicho fondo.
“El hecho de que un empleado
padezca violencia o acoso en
el lugar de trabajo también
repercute de forma adversa en
nuestras empresas, no solo en el
plano moral sino también en el
económico, porque disminuirá el
rendimiento de ese empleado y, en
última instancia, el nivel general
de productividad de la empresa”.
Hanitra Ratsirahonana, Presidenta de
la Comisión Social de la Cámara de
Comercio de Madagascar (Commission
sociale de Groupement des Enterprises de
Madagascar, GEM).
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VIOLENCIA EN MUCHOS FRENTES
Un acto de violencia determinado puede ocultar la
existencia de otros. A continuación relatamos la historia
de Louisette Fanjamalala, otra beneciaria del proyecto de
la OIT, con la que nos reunimos en el modesto hogar que
alquila en Soavina, un suburbio industrial de la capital.
Con 42 años de edad, y abandonada por su pareja, la
Sra. Fanjamalala cría a sus dos hijos de 18 y 13 años, así
como a dos huérfanos de 13 y 12 años de edad. Nos relató
que durante varios años trabajó con contratos de seis
meses en varias empresas situadas en una zona franca de
exportación cercana, alternados a menudo con períodos
de desempleo de la misma duración. En un momento dado
tuvo que dejar su trabajo porque su empresa no le permitió
amamantar a su hijo en horario de trabajo. También tuvo
que hacer frente durante cierto tiempo a otra forma de
violencia en el trabajo: la discriminación por edad. Cada
vez le resultaba más difícil encontrar trabajo, de ahí que
sintiera desesperación y temor con respecto al futuro.
“Nadie quiere contratarme por pensar que soy
demasiado vieja a los 42 años”, nos confesó con lágrimas
en los ojos. “A menudo ni siquiera me entrevistan
cuando solicito trabajo. Eso a pesar de ser una empleada
© Antony Stanley
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cualicada, con amplia experiencia, y una buena
trabajadora. ¿Por qué me discriminan?”
El Sr. Christian Ntsay, Director de la Ocina Nacional
de la OIT en Antananarivo, señala que “en Madagascar
no es infrecuente que se vulneren los derechos
fundamentales, a pesar de que existe un marco legislativo
en vigor. Ello da lugar a muchas formas de violencia y a un
aumento de la tensión y de la violencia física o psicológica.
Todo ello se ve agravado por la falta de diálogo social, que
con demasiada frecuencia provoca falta de conanza entre
empleadores, trabajadores y el Gobierno.
El Sr. Ntsay propuso diversas medidas para contribuir
a reducir la violencia en el trabajo. Añadió que “la
observancia de los convenios fundamentales suscritos por
Madagascar redundaría en benecio del país, en particular
en lo tocante a la gestión de la modernización de sus
empresas y la promoción del diálogo social”.
(véase también la entrevista que gura en la página 29 de
esta revista)