Variables psicológicas y comportamientos relacionados con el uso del preservativo en estudiantes universitarios

AuthorSebastião Benicio da Costa Neto/Ricardo Werner Sebastiani
Pages65-82

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Introducción

Según estimaciones del Programa Conjunto de las Naciones Unidas para el VIH/sida (ONUSIDA), hasta diciembre de 2007 vivían en América Latina alrededor de 1.6 millones de personas infectadas con el Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH), siendo hasta esa fecha Brasil el país más afectado en la región (ONUSIDA, 2007). Si bien es cierto que en éste la epidemia se concentró en sus inicios en el grupo de hombres que tiene relaciones sexuales con otros hombres y en el de los usuarios de droga por vía intravenosa, en los últimos años se ha venido registrando un incremento en las infecciones por VIH en las mujeres.

En un estudio presentado en la primera Conferencia Estatal de VIH/sida, realizada en la ciudad de Porto Alegre, se señalaba que en Brasil, a finales de la década de los noventa, había más de 190 mil casos registrados de sida, la mayoría de los

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cuales predominaban en adultos hombres (139 502) y mujeres (44 697), a la vez que la epidemia ya afectaba a 6 750 niños (Martini y Bandeira, 2003). A inicios del año 2000, en el Boletín Epidemiológico del sida se apuntaba la existencia de más de 230 mil casos en el país (Martini y Bandeira, 2003), llegando, en diciembre de 2003, a más de 300 mil casos notificados (Ministerio de la Salud, 2005).

Algunos datos epidemiológicos relevantes en torno a la epidemia en Brasil se presentan en la tabla 1. Según el Ministerio de Salud (2005), cerca de 30 886 nuevos casos fueron diagnosticados en 2004 (que correspondieron 59.6 y 40.3% a hombres y mujeres, respectivamente). Asimismo, aunque los datos existentes en 2005 se limitan a los primeros seis meses, se observa una tasa menor de notificación, comparada con la del año anterior (11 940 casos), si bien la proporción de casos entre hombres y mujeres se ha mantenido prácticamente igual en ambos años.

Por lo que se refiere a la edad, en 2004 el número de notificaciones en niños menores de cinco años fue mayor que la encontrada en infantes de cinco a 12 años, así como en adolescentes de 13 a 19 años. Considerando un promedio de 10 años para que aparezcan los primeros síntomas de la enfermedad, se puede concluir que la gran mayoría de las personas resultaron infectadas por el VIH en el periodo de la adolescencia o en el inicio de la edad adulta.

Respecto de la raza de las personas con VIH, el Ministerio de Salud de Brasil los agrupó en seis categorías, incluyendo la denominada ignorada. Entre los que predominan los ignorados (47% en 2004 y 66% en 2005), seguidos por la raza blanca con
29.2% de los casos en 2004 y 18.8% en 2005. Así como ocurrió con el análisis de la raza, al evaluar los años de estudio predominan datos de casos ignorados, equivalentes a 41.8% en 2004 y 70% en 2005; entre los identificados destacan aquellos que tenían un nivel de escolaridad de enseñanza media y superior (36.8% en 2004 y 23% en 2005), mientras que en el otro extremo se encuentran personas sin ninguna escolaridad, que representaron 2.4% en 2004 y 1.5% en 2005.

En lo tocante a las vías de transmisión, en 2004 y 2005 predominaron las infecciones por VIH asociadas con relaciones heterosexuales (67.1 y 68.7%, respectivamente), mientras que el segundo lugar lo ocuparon las relaciones homosexuales
(11.8% en 2004 y 11.7% en 2005).

Considerando la región metropolitana de vivienda del portador, comparando concretamente São Paulo, Brasilia-DF (capital federal) y Goiânia, se puede constatar que, en conjunto, son responsables de 5 639 casos reportados en 2004 y 2 121 en 2005 (tabla 1). Inclusive, hay que señalar que Brasilia y Goiânia concentran 19% del total de los reportados en la ciudad de São Paulo en 2004 y 15% en 2005.

Finalmente, en la tabla 1 se presenta el número de casos por estado. Sumando los de São Paulo a los del Distrito Federal y de Goiás, en conjunto concen-

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tran 9 971 casos registrados en 2004 y 3 882 en 2005. Específicamente, la última se sitúa en el lugar 13 en la clasificación nacional entre las ciudades con mayor notificación de casos de sida, para una población estimada en 1.2 millones de habitantes. Esta capital es considerada de mediana endemicidad con relación al sida; sin embargo, dada su proximidad geográfica con Brasilia (considerada de alta endemicidad y polo difusor de la epidemia), los jóvenes de Goiânia se encuentran en riesgo para la infección de enfermedades sexualmente transmisibles, incluyendo el VIH.

El problema es que, si bien es cierto se dispone de información sistemática sobre la epidemiología del VIH y el sida en nuestro país, no ocurre lo mismo con información arrojada por estudios que destaquen el análisis de la práctica de los comportamientos de riesgo, particularmente los que se relacionan con el uso de preservativo, a pesar de que se ha confirmado que el inicio de la vida sexual se presenta en edades cada vez más precoces (Matão y Rossi, 2001; Nascimento y Machado, 2000).

Así, la búsqueda de acciones que puedan limitar el crecimiento de la epidemia del sida pasa, necesariamente, por su discusión en los espacios científicos, en los cuales las disciplinas orientadas al estudio del comportamiento individual y social tienen mucho que aportar. En ese tenor, Ross y Simon-Rosser (1989) argumentan que las teorías psicológicas de corte social, que enfatizan la formación del comportamiento social a través de las creencias, actitudes y reglas sociales, pueden ser utilizadas como base para una educación preventiva frente al sida.

Según Paiva, Peres y Blessa (2002), disminuir la expansión de la epidemia depende en gran medida de la diseminación de informaciones correctas y de la posibilidad de que las personas puedan asumirlas y utilizarlas para su protección, particularmente en lo que se refiere al uso de preservativo (Meloni, Artioli, Duarte, Brito de Souza y Rodrigues, 2004). Además, para los autores, eso no sucede independientemente de las culturas, del contexto social y político de cada país, así como de los programas de salud, desarrollo y educación.

De hecho, es importante mencionar que en la 13ª Conferencia Internacional del sida realizada en África del Sur en julio de 2000, se llegó al consenso entre la comunidad científica de que la expansión del sida es resultado de hechos biomédicos que pueden explicar la transmisión del virus, de la misma forma en que las prácticas psicológicas y sociales lo pueden hacer (Ayeres, Calazans y Franca Jr., 1998; Jeolás, 1999).

De acuerdo con Bayés (1995), las formas de luchar contra la epidemia del VIH y del sida serían las siguientes: a) la erradicación de la fuente de infección; b) la inmunización ante la enfermedad, y c) la interrupción de la cadena de transmisión del virus. Para el mismo autor, solamente esta última parece viable en las condiciones actuales de investigación sobre el VIH, siendo la forma más eficiente de interrup-

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ción el cambio de comportamientos de riesgo por los de prevención, en su concepción más amplia.

Para lograr esto las investigaciones conducidas en los pasados 15 años se han apoyado en propuestas teóricas que incluyen el modelo de creencias en salud (Becker, 1974; Rosenstock, 1974), autores que intentaron dilucidar las relaciones entre el comportamiento y el cuidado de la salud. Así, el primero de ellos planteó que el comportamiento no es sino el resultado de un conjunto de valores y creencias centrales de la persona con relación a: a) la susceptibilidad de la enfermedad, o sea, la probabilidad de contraer una enfermedad específica; b) la gravedad de la enfermedad, es decir, la evaluación de la extensión de la patología y de sus consecuencias;
c) los costos asociados con el comportamiento —por ejemplo, el análisis de riesgobeneficio por determinado comportamiento—; d) los beneficios por la realización de un comportamiento, y e) las pistas para la acción que pueden ser internas, tales como las campañas preventivas (Ogden, 1999).

En una revisión crítica sobre valores, Torres (2001) retoma la afirmación de All-port en la década de los sesenta, en el sentido de que las personas atribuyen ciertos valores en oposición a otros y que aquéllos influyen en la manera en que perciben la realidad social. De esta forma, los valores se proyectan con identidades importantes en los niveles individual y social, y tanto los valores como las creencias se afirman en la percepción de los comportamientos relacionados con la salud.

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