El urbanismo como proyecto imperial
Author | Rosalía Rodríguez López |
Pages | 33-55 |
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La labor constructora de un Emperador podía manifestarse en varios ámbitos y con políticas de muy diverso género. Así, los emperadores podían estar asociados a la fundación de ciudades, o más humildemente a las siguientes actividades: prestación de servicios, o creación, restauración de edificios públicos, y articulación y vigilancia de las normas relativas a la edificación privada. Según describía Dionisio de Halicarnaso en su Arqueología romana, lo que convertía la obra de un emperador en algo magnánimo era la construcción de acueductos y los trabajos de alcantarillado:
“Al milagro de la capacidad humana que levanta castillos, muros e introduce el agua en las ciudades, latente en los siglos entre el tercero y hasta el final del sexto, se añadirá el milagro divino y la voluntad de Dios”69.
Los programas edilicios requerían de aportaciones del Estado bizantino70. Krautheimer subraya que sólo Justiniano podía proveer los inmensos fondos necesarios para su programa edilicio, y era conscien-
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te de la significación de tal empresa, como se desprende de la creación por el historiador de la corte, del De aedificiis; Procopio no dejó duda de que en la mente del Emperador las obras arquitectónicas fueron ordenadas conforme a la restitución de la ortodoxia religiosa, el rena-cimiento de la jurisprudencia, la reconquista del Oeste, el restablecimiento de la prosperidad, y la seguridad de las fronteras71.
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Justiniano tomó como modelo a seguir al emperador Constantino, conjugando, al igual que éste, intereses políticos y religiosos72.
Pero la época justinianea aportaba un contexto sui generis: El Impe-
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rio de ciudades tenía un fuerte componente militar y cristiano; así la doctrina política del momento sustentaba una visión humanista del hombre y proyectaba una visión cristiana de la Sociedad73. Agapeto, como tutor de Justiniano, le ofreció en sus Capitula admonitoria, (Ekthesis), entre otros, el siguiente consejo para su buen gobierno:
“Una ciudadela asegurada por muros infranqueables mira hacia abajo a los enemigos que la asedian. Tu piadoso Imperio, amurallado por los actos de caridad y con oraciones para las torres, se convierte en inexpugnable para los misiles de sus enemigos, y levanta trofeos celebrando tus victorias contra ellos”74.
Un tratado político de la época, De scientia politica dialogus, exponía que los optimates debían iniciar con su participación en las tareas del gobierno la salvación de las ciudades, y para ello se presentaba un gobierno de diez magistrados que dirigirían los diez asuntos claves para la supervivencia y progreso del interés público75; y entre ellas, dos abordaban la esfera urbanística:
“7.La séptima se refiere a la construcción, incluyendo edificios, carpintería, herrería, pintura y similares.
10. La décima cuida de los edificios públicos, puertos y puentes”76.
Procopio, en De Aedificiis, publicado entre el 553 d.C. y 555 d.C., hizo un repaso de toda la obra constructiva de Justiniano en amplias zonas del Imperio77. Esta obra fue realizada en alabanza a los logros realizados por el Emperador, aunque tal loa era enormemente exage-
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rada y distorsionada78; Procopio a menudo le atribuyó construcciones de sus antecesores, o revistió insignificantes reparaciones como empresas mayores79. La construcción de iglesias, fortificaciones, puentes y acueductos fue valorada en esta obra en la misma medida; esto es, como una muestra del cuidado paternal y benévolo, y un signo de su generosa prodigalidad hacia todos los habitantes del Imperio80. Evans se plantea que probablemente Procopio accedió a los archivos imperiales para realizar esta obra sobre las edificaciones realizadas durante el reinado del Emperador, lo que también indicaría que fuera un encargo desde instancias oficiales. El primer libro sobre Constantinopla se publicaría antes del 558 d.C., añadiéndole más tarde los otros cinco libros81.
Zacarías, un escritor contemporáneo a Justiniano, manifestó:
“No ha dejado nunca de ocuparse de la construcciones, y para la defensa del Imperio ha multiplicado la fundación de ciudades y ha renovado por doquier las fortificaciones”82.
El principal logro de Justiniano en la esfera urbanística fue rodearse, al igual que en otros campos del conocimiento, de los mejores constructores. Así, contó con mecánicos de la talla de Antemio, Isido-
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ro, Crises de Alejandría, Juan de Constantinopla, y otro Isidoro (sobrino del anterior)83; estos arquitectos e ingenieros tenían grandes saberes matemáticos y un profundo conocimiento de los nuevos materiales, lo que favoreció su destacada capacidad de innovación84. Además, los arquitectos de esta época tenían un espíritu atrevido y práctico85. Hasta el s. VI d.C., o quizá ligeramente después, el término usado para designar un arquitecto fue mechanikos, o mechanopoios; tal título indicaba una amplia educación académica similar a aquella especificada por Vitrubio siglos antes. La educación, en teoría mecánica, fue también clarificada por Pappus de Alejandría en su Synagoge, escrita alrededor del 320 d.C. Anthemios e Isidoros, los constructores de Hagia Sophia eran arquitectos conforme a esta tradición, con una fuerte base teórica. Isidoros fue un profesor de geometría y mecánica, y un especialista en
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los trabajos de Arquímedes, Euclides y Heron. Anthemios fue matemático y autor de muchos tratados técnicos. Por otra parte, un architekton de este periodo tenía una educación técnica, pero no la base académica, o teórica, del mechanikos. Cualquiera podía dirigir un proyecto de construcción. Las innovaciones teóricas podían servir a los constructores más prácticos que los mejoraban y adaptaban86. Como se puede deducir de lo anterior, la arquitectura devino un arte tan complejo que requería competencias muy diversas, y el empleo de materiales muy variados; de ahí que los constructores se especializasen; los miembros se inscribían en una jerarquía profesional compleja, pero estricta: los más estimados eran llamados mecánicos o mecanopos. En un rango inferior estaban los arquitektones, con menores competencias; y aún a nivel más básico estaban los oikodomos o technites (constructores de casas rurales, de iglesias aldeanas, y eran más bien asimilables a los jefes de obras)87. Alrededor de los arquitectos se activaban pintores de frescos, mosaicos, escultores, fontaneros, albañiles, carpinteros, …)88; estos artesanos estaban en corporaciones89. Según Hattersley-Smith, en su monografía sobre la Macedonia protobizantina, en los pequeños enclaves que no eran tan ricos como para disponer de corporaciones permanentes de artesanos, se traían especialistas desde cualquier punto
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del Imperio, incluida desde Constantinopla90. En algunas inscripciones recogidas por Feissel también se menciona a Viktôrinos, arquitecto de fortificaciones y obras defensivas en los Balcanes; quizá dicho arquitecto fue nombrado ejecutor único del gran constructor (Justiniano), quien parece que aplicó una clara política defensiva en la zona91. El sistema defensivo de los Balcanes fue diseñado como una red de tres líneas fortificadas, interrelacionadas entre sí. La mayor parte de este grandioso programa edilicio fue casi terminado en el 544 d.C., cuando Procopio finalizó el libro IV del De aedificiis92.
Ahora bien, la mayoría de las ciudades en el s. VI d.C. eran enclaves de antigua fundación93; él creó, por razones fundamentalmente simbólicas, nuevos centros de población con servicios propios de una ciudad de esta época. Además, se puede decir que Justiniano fue un gran constructor, y que su principal esfuerzo se dirigió hacia los sectores eclesiástico e imperial94. Ya durante el 528 d.C., primer año de su reinado, esparció y proveyó en dichos sectores una cantidad tal de dinero como ningún emperador había hecho95. A propósito de esta visión imperial transmitida por el Chronicon Pascale, resulta inte-
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resante exponer algunas fuentes literarias relativas a la valoración de la labor edilicia de Justiniano. Procopio escribió que se debían atribuir también a Justiniano los edificios erigidos por su tío Justino, pues con su autoridad administró el Imperio96.
Ahora bien, es sintomático que las empresas edilicias de Justiniano en Italia no fueran mencionadas por Procopio en De aedificiis. Sin embargo, en De Bello Gotico, Procopio alabó la ciudad de Roma, y resaltó el interés político que la Administración justinianea tenía en la preservación de la herencia monumental de Roma; en este sentido, Procopio mencionó la carta dirigida por Belisario a Titila para que no arrasase la ciudad eterna, especificando que destruir sus monumentos sería un crimen perpetrado hacia los hombres de todos los tiempos97. Tras la reconquista, Belisario ordenó la restauración de los muros de Roma, y Narsés y Antico emprendieron otra serie de edificaciones públicas98. Pero a pesar de estas directrices políticas, la demografía de Italia disminuyó, y ello afectó directamente a la estructura urbana de sus ciudades; por tanto, salvando el caso de Rávena, capital de la Italia bizantina, todas las ciudades italianas se vieron afectadas por la recesión demográfica, especialmente grave tras la guerra entre ostrogodos y bizantinos99.
Cuando se analiza la Historia Secreta de Procopio, la actuación imperial resulta muy contradictoria, pues los testimonios que en ella se ofrecen son sorprendentemente vejatorios; véase al respecto los siguientes capítulos:
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“¿Cómo le arruinó la belleza y la apariencia de Constantinopla y todas las demás ciudades, ahora veremos. … También todos los impuestos que los municipios dedicados a la utilidad pública o de espectáculos, fue transferido arbitrariamente al tesoro imperial. nadie se...
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