La Union Europea y la crisis de Irak.

AuthorParedes Castro, Esteban

La importancia de la crisis de Irak, más allá del conflicto mismo, radica en sus alcances. Ella cuestionó el funcionamiento y la existencia misma de instituciones y pilares fundamentales del orden internacional. La discusión abarcó numerosos órganos y organismos especializados del sistema de las Naciones Unidas, además de un gran número de organizaciones no gubernamentales, conmocionando a la opinión pública mundial. El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas se vio superado, tanto por la división de sus miembros, como por la voluntad declarada de los Estados Unidos de actuar, incluso al margen de éste, para llevar a cabo sus propósitos. La Organización del Tratado del Atlántico Norte dio cuenta de una fisura en la relación transatlántica. La Unión Europea experimentó, también, esta división. Sus miembros adoptaron posturas contrapuestas en los diferentes foros e irreconciliables. La comunidad de intereses se desarticuló, agravándose debido a que los futuros miembros, en especial los provenientes del antiguo bloque soviético, apoyaron firmemente la postura estadounidense. Se sembraron serias dudas sobre la realización del proyecto de civilización que encierra la construcción europea. Se apreció la carencia de una política exterior común europea en materias de seguridad y defensa y la Unión se vio obligada a guardar silencio respecto del tema de la guerra y la paz.

INTRODUCCIÓN

A partir del momento en que se torna evidente que Estados Unidos ha decidido emprender una acción militar contra Irak surgen una serie de preguntas que revelan los temores del momento: ¿Por qué debía librarse una guerra contra Irak? ¿Por qué en ese momento? ¿Cuáles eran las verdaderas intenciones de Estados Unidos? ¿Por qué Alemania y Francia se oponían con tanta vehemencia? ¿Entrañaría el conflicto un nuevo diseño geopolítico? ¿Afectaría la actual estructura mundial de poder?

Las respuestas que se aventuran, ineludiblemente, conllevan una toma de posición. Se ve cuestionado, en definitiva, el funcionamiento y la existencia misma de algunas instituciones y pilares del orden internacional. En efecto, las consecuencias de estos cambios se constatan a varios niveles, comenzando por Naciones Unidas, cuya acción se vio superada, tanto por la división de los miembros del Consejo de Seguridad, como por la voluntad declarada de Estados Unidos de actuar si ello era necesario al margen de dicho órgano, para llevar a cabo sus propósitos.

La división se traslada, asimismo, a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y a la Unión Europea (UE). La Alianza, y por ende la relación transatlántica, se ve seriamente cuestionada. La Unión, a su turno, se divide en dos campos que sostenían posiciones irreconciliables. La comunidad de intereses que debía existir entre sus miembros se desarticula. Lo anterior se ve agravado por el hecho de que los países de Europa Central y Oriental, futuros miembros de la Unión a partir del 2004, apoyan en bloque la postura estadounidense. Este respaldo, sin dobleces, de la posición "atlantista" liderada por Estados Unidos, sembró, por cierto, serias dudas sobre la realización del proyecto de civilización que encierra la construcción europea, particularmente en lo que concierne a su aspecto político.

LA CRISIS EN EL MARCO DE LAS NACIONES UNIDAS

En septiembre del 2002, el presidente de los Estados Unidos, George Bush, al dirigirse al Consejo de Seguridad efectúa una serie de cargos contra Irak. Habla de una década de desafíos y decepciones. Expresa que Irak se había burlado de 16 resoluciones de las Naciones Unidas. Indica que dicho país poseía o buscaba poseer misiles balísticos y armas de destrucción masiva (ADM), nucleares, biológicas y químicas y que era culpable de violaciones reiteradas de los derechos humanos, incluida la tortura y ejecuciones sumarías. Le imputa a Bagdad la promoción del terrorismo, al acoger organizaciones terroristas palestinas y alentar con un pago de 25 mil dólares a las familias que llevaran a cabo atentados suicidas en Israel (1). Acusa a Irak de retener prisioneros de guerra, de confiscar propiedad privada durante su invasión de Kuwait, y, por último, de desviar ingresos provenientes del Programa Petróleo por Alimentos.

Las acusaciones de Estados Unidos, sumadas al prontuario de violaciones reiteradas del régimen iraquí, inducen al Consejo de Seguridad, el 8 de noviembre del 2002, a adoptar, por unanimidad, la Resolución 1441. Ella establece un régimen de inspección reforzado para Irak y concede a Bagdad, "una última oportunidad para cumplir con sus obligaciones de desarme". Las labores de desarme las debía llevar a cabo la Comisión de Vigilancia, Verificación e Inspección de Naciones Unidas (UNMOVIC) y el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA). A pesar de que la resolución permite mantener la unidad del Consejo, una fisura comienza a evidenciarse (2).

El Reino Unido y España acompañaban plenamente la postura de Estados Unidos, en tanto Francia y Alemania discrepaban de modo tajante. Los cuatro Estados Miembros (EM) de la UE, miembros a su vez del Consejo, se distanciaban. Un futuro EM de la Unión, Bulgaria, miembro, asimismo, del Consejo se inclina por el eje Atlántico. Un miembro permanente y uno electo por cada bando (Francia frente al Reino Unido y Alemania contra España, respectivamente).

El eje franco-alemán, al que se suma Bélgica, estima que el régimen iraquí no podía constituirse en una amenaza a la paz y seguridad internacionales, especialmente si se tiene en consideración la aplicación ininterrumpida, por 12 años, de vigilancia internacional, de restricciones a su espacio aéreo y de un embargo devastador. Están convencidos de que el equipo de inspectores de las Naciones Unidas, liderados por el diplomático sueco Hans Blix y la OIEA, dirigida por el egipcio Mohammed El Baradei, efectúan progresos. El objetivo, por todos compartídos, de desarmar a Irak podía, según ellos, alcanzarse sin recurrir a la fuerza.

Además de las consideraciones antes mencionadas, a muchos miembros de la UE les preocupan las consecuencias que para la región podría tener, a mediano y largo plazo, una intervención militar en Irak. Ello, particularmente, si ésta no contaba con apoyo sustantivo de la comunidad internacional. La clara superioridad militar de Estados Unidos, piensan, no es garantía de paz y estabilidad en la región.

Como se sabe, Estados Unidos no consiguió convencer a todos los miembros del Consejo de Seguridad de la existencia de un "Consejo de Seguridad asus belli". La amenaza de veto francés, e incluso un eventual veto ruso; la inseguridad de obtener, al menos una mayoría en este órgano (nueve votos), que autorizara o al menos legitimara el uso de la fuerza; sumado a los reveses que sufrió en el propio Consejo (3), explican el abandono del intento de votar un nuevo proyecto de resolución sobre Irak y la posterior decisión de conformar una coalición al margen de Naciones Unidas.

La acción militar, al no contar con un mandato expreso de Naciones Unidas, fue duramente criticada. Se sostuvo que ella contravenía, al menos, dos disposiciones de la Carta de la aludida organización: el artículo 2.4): "los Estados miembros ... se abstendrán de recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza contra la integridad territorial o la independencia política de cualquier Estado ... " y el 39[grados], que estipula que "el Consejo de Seguridad determinará la existencia de toda amenaza a la paz, quebrantamiento de la paz o acto de agresión y hará recomendaciones o decidirá qué medidas serán tomadas ... para mantener o restablecer la paz y la seguridad internacionales" (4).

Estados Unidos, en tanto, argumentó que la acción encontraba su apoyo jurídico en tres resoluciones de Naciones Unidas: la 678 (5), que la autoriza en 1990 a efectuar una acción militar en contra...

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